“Dios ha visitado a su Pueblo”. Lc 7, 16b

Ante las señales que realizaba Jesús, como las sanaciones y hasta la resurrección de
muertos, las personas simples que se encontraban con él, se sentían visitadas por Dios.
Experimentaban en él la misericordia y el amor del Padre eterno. Ciertamente, necesitan
dar un paso más en la fe y descubrir que aquel no era solo un profeta, sino el propio Hijo
de Dios encarnado, pero estaban en la estrada justa, pues sentían la presencia de Dios.
Lo mismo quiere hacer en nuestra vida Jesús. Abramos nuestro corazón pues él es el
Emmanuel, el Dios que continúa visitándonos y a realizando misericordia en nuestra
historia. Paz y bien.

Jueves Santo

110 - “Sabiendo Jesús que había llegado su hora, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”. Jn 13, 1

El amor de Cristo no es un amor azucarado o superficial. No es solo de palabras, sino un amor vivido y practicado con radicalidad. Un amor que no se avergüenza de humillarse poniéndose a los pies de los amados en profunda actitud de servicio. Un amor que no escatima nada, ni siquiera la propia vida, por el bien de los que ama. Es un amor tan fuerte que contagia y empuja a hacer lo mismo: servir con radicalidad, sin preocuparse por lo que puedan decir los demás, pues amor que no se hace servicio es solo una ilusión. Paz y bien.

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Miércoles Santo

109 - “Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”. Mt 26, 18

Aun hoy, Jesús insiste en querer celebrar su pascua en nuestra casa. Es allí, en lo profundo de nuestro corazón, donde él desea renovar su entrega total haciéndonos experimentar hasta qué punto llega la fuerza de su amor por nosotros. Por nuestra parte, debemos prepararnos haciendo una buena limpieza en la casa, quitando toda la basura del pecado y el polvo del egoísmo y también adornándola con nuestras oraciones y obras de caridad. Si el Señor encuentra nuestra casa preparada (limpia y adornada), celebra con nosotros su Pascua llenándonos de su gracia. Preparémonos, pues el tiempo se hace corto. Paz y bien.

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Martes Santo

108 - “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jn 13, 37

Muchas veces, en nuestro corazón estamos muy decididos a hacer el bien, pero al rato, ante ciertas dificultades, miedos o dudas, terminamos por encerrarnos en nuestros egoísmos y nos esquivamos de Dios. Todo ser humano es muy frágil y esto nos lleva a muchas incoherencias. Dios sabe de esto y está dispuesto a mirarnos con misericordia como lo hizo con Pedro. Lo que sí debemos rechazar con fuerza es la maldad, es el actuar con mala intención, el traicionar premeditadamente pensando solo en ventajas personales como lo hizo Judas. Es innegable que todos somos frágiles, pero no debemos ser corruptos. Paz y bien.

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