Ascensión del Señor (C)

"Y, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos se postraron ante él y volvieron alegres a Jerusalén"; Lc. 24, 51-52

 

En este domingo la Iglesia nos invita a celebrar, dentro de la alegría Pascual, la
Ascensión de Jesús al cielo. Jesús vencedor del mal y de la muerte retorna a la gloria
celestial, y se sienta a la derecha de Dios Padre. Es el mismo Señor, Verbo eterno, que
después de concluir su misión en la Tierra, vuelve para estar junto al Padre. Pero, en
un cierto modo, ya no es exactamente lo mismo, lleva consigo y para siempre, nuestra
humanidad. Tiene nuestro cuerpo y más aún, lleva las marcas de la pasión, en sus
manos, en sus pies y en su costado. Su entrega, su fidelidad, su amor hasta al extremo
le dejó señales, que no podrán jamás ser borradas.
Y es por eso, que él es nuestro gran intercesor junto al Padre. Él es Dios, de la
misma naturaleza que el Padre, y siente y sabe lo mismo que el Padre, pero también
tiene la misma naturaleza que nosotros, y siente y conoce lo mismo que nosotros. Por
eso, él pudo hablarnos con autoridad, pudo revelarnos toda la verdad, pudo decir con
voz humana palabras de vida eterna, porque era Dios hecho hombre. Pero ahora
estando a la derecha del Padre, siendo hombre-Dios, él puede hablar al Padre eterno
de nuestras necesidades, de nuestros problemas y angustias. Puede decirle: "Papa
escucha este hijo tuyo, este mi hermano que está sufriendo, mira mis manos, mis pies,
mi costado, yo se lo que es sufrir en la Tierra." Y a través de Jesús, nuestra suplica se
hace fuerte y un canal de gracias se abre.
Es muy interesante como Lucas cuenta la Ascensión: "y mientras los bendecía,
se alejó y fue llevado al cielo." La bendición que Jesús estaba haciendo no terminó. Él
reentró en la eternidad bendiciéndonos, esto significa que la acción de bendecirnos no
terminará jamás.
Lucas nos muestra también que, delante de Jesús que les bendecía sus
discípulos "se postraron". Ciertamente este era una señal de la acogida de la
bendición. Ellos no estaban cerrados. No ignoraban. Hoy, Jesús sigue bendiciéndonos,
pero infelizmente muchos de nosotros lo ignoramos. A veces ya no sabemos
postrarnos. Estamos desatentos, tan ocupados y preocupados con nosotros mismos,
que la gracia de Dios pasa desapercibida.
Con la Ascensión Jesús, no nos deja. Al contrario, volviendo al misterio de Dios,
él está con nosotros todos los días y para nosotros continua la fuente de bendición.

El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino.

San Marcos, evangelista: 25 de abril

“Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación”. Mc 16, 15

Todos debemos colaborar para llevar la Buena Noticia de Jesús hasta los confines de la tierra. Quien puede ir en misión debe hacerlo, pero también, sosteniendo las obras misioneras, se está colaborando. En nuestros tiempos hasta con las nuevas tecnologías debemos llevar la propuesta de Dios a todos nuestros contactos. Nadie debe sentirse dispensado de este servicio. También san Marcos, a quien hoy recordamos, hizo lo que le era posible en su tiempo: escribió con sencillez el más antiguo de los evangelios que tenemos. Y ¡cuántas personas llegaron al conocimiento de Cristo a través de sus páginas! Busca tú también el modo de evangelizar. Paz y bien.

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Miércoles de la cuarta semana de Pascua

“Yo soy la luz y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas”. Jn 12, 46

Cuando estamos en las cosas del mundo, los negocios, las modas, el consumismo, los placeres, las peleas, las envidias, los celos…, estamos envueltos en las tinieblas. El mundo y sus cosas no tienen luz. Solo cuando nos encontramos con Jesús, que es la luz, podemos ser rescatados de las tinieblas. Pero, si nunca he visto la luz, pienso que lo normal es la oscuridad, que no ver nada es bueno. Solo cuando experimento la luz, puedo darme cuenta de lo que estaba perdiendo anteriormente. Por eso, es importante iluminar a las personas con Cristo, aunque en principio ellas no tengan interés. Paz y bien.

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Martes de la cuarta semana de Pascua

“Mis ovejas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”. Jn 10, 28


Esta es la promesa de Jesús a sus ovejas. Nos llena de consolación saber que el Buen Pastor no permitirá que perezcamos, pues siempre estará providenciando los mejores pastajes, las aguas refrescantes, esto es, buscará facilitar todo lo que necesitamos para una vida plena, así como será nuestro protector en los peligros, en las trampas, en las oscuridades y no permitirá que el enemigo nos arranque de su rebaño. Pero no olvidemos que ser sus ovejas es conocer su voz y seguirlo. Por eso, si me dejo seducir por otros, si empiezo a jugar con el lobo o si empiezo a buscar satisfacción por mi cuenta, entonces es probable que me pierda. Paz y bien.

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