Felices los puros de corazón, porque verán a Dios

“Felices los puros de corazón, porque verán a Dios.” Mt. 5, 8

 

La Iglesia nos ofrece en este IV domingo del tiempo ordinario el evangelio de las bienaventuranzas que son sin dudas, una de las páginas más bellas del nuevo testamento y son también un verdadero programa de vida para quien quiere de verdad ser un cristiano. Ciertamente cada una de las bienaventuranzas merecería una profunda meditación. En otras oportunidades ya tuvimos oportunidad de meditar sobre este evangelio, hoy intentamos profundizar uno de sus aspectos, la sexta bienaventuranza – como nos dice Jesús en el evangelio, 

Felices los puros de corazón, porque verán a Dios

.

Generalmente interpretamos la pureza del corazón que nos habla esta bienaventuranza como conexa al aspecto sexual de nuestra vida, asociamos esta pureza a la castidad, a la búsqueda de vencer los deseos carnales y al control de nuestros impulsos sensuales. Sin embargo, en una sociedad tan erotizada como la nuestra, donde por todos los poros somos bombardeados con toda especie de propagandas de contenido sexual, muchas veces nos sentimos frustrados e incapaces de conseguir alcanzar esta pureza de corazón, que es la condición para poder ver a Dios.

Sin negar esta interpretación, es importante entender que en la época de Jesús, y en los primeros siglos del cristianismo, estas palabras, pureza del corazón, no eran comprendidas e interpretadas con relación a la sexualidad, sino que mucho más a la recta intención, a la sinceridad, a la coherencia, a la honestidad.

Una persona que tiene la pureza del corazón, es entonces una persona que no hace las cosas solo para aparecer, solo para ser vista y notada, sino que lo hace porque le nace del corazón, y aunque nadie lo viera lo haría con la misma pureza.

El puro de corazón es aquel que actúa sin segundas intenciones, que no está calculando los resultados. Es aquel que se rehúsa a aprovecharse de los demás. Es aquel que no apuñala a nadie por las espaldas. Es aquel que no hace de su vida un teatro de apariencias, un juego de papeles, un recitado. Es aquel que no quiere vivir con máscaras, que no desea aparentar lo que no es.  

La pureza del corazón es entonces lo contrario a la hipocresía, a la superficialidad, a la manipulación de los demás. Es tener tanto respecto por quien se tiene delante, que uno se presenta lo más realistamente posible.   

La pureza de corazón es el no ser doblez, es el no tener dos caras, es la búsqueda de honestidad en las relaciones personales.

El puro de corazón es aquel a quien podemos conocer y confiar.

Es por eso que el puro de corazón puede ver a Dios, pues no tiene sus ojos tapados por la falsedad. Quien no tiene la pureza de corazón solo consigue verse a sí mismo, y solo ve a los demás en modo torcido.

Creo que nuestro mundo, hoy vive una gran carencia de personas puras de corazón. También en nuestros ambientes eclesiales muchas veces nos preocupamos demasiado con las apariencias y nos olvidamos de la autenticidad. Pidamos al Señor que arranque de nuestros corazones la hipocresía, la falsedad y la simulación.

Dios no exige que seamos perfectos, pero sí que seamos honestos. Solo puede ver a Dios, conocerlo, quien sabe asumir sus propios límites, quien reconoce ser un necesitado. Los orgullosos y los soberbios no conseguirán jamás ver a Dios, porque él es amor y misericordia.

 

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

Hno Mariosvaldo Florentino, capuchino.

Miércoles de la cuarta semana de Pascua

“Yo soy la luz y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas”. Jn 12, 46

Cuando estamos en las cosas del mundo, los negocios, las modas, el consumismo, los placeres, las peleas, las envidias, los celos…, estamos envueltos en las tinieblas. El mundo y sus cosas no tienen luz. Solo cuando nos encontramos con Jesús, que es la luz, podemos ser rescatados de las tinieblas. Pero, si nunca he visto la luz, pienso que lo normal es la oscuridad, que no ver nada es bueno. Solo cuando experimento la luz, puedo darme cuenta de lo que estaba perdiendo anteriormente. Por eso, es importante iluminar a las personas con Cristo, aunque en principio ellas no tengan interés. Paz y bien.

Etiquetas:

Martes de la cuarta semana de Pascua

“Mis ovejas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”. Jn 10, 28


Esta es la promesa de Jesús a sus ovejas. Nos llena de consolación saber que el Buen Pastor no permitirá que perezcamos, pues siempre estará providenciando los mejores pastajes, las aguas refrescantes, esto es, buscará facilitar todo lo que necesitamos para una vida plena, así como será nuestro protector en los peligros, en las trampas, en las oscuridades y no permitirá que el enemigo nos arranque de su rebaño. Pero no olvidemos que ser sus ovejas es conocer su voz y seguirlo. Por eso, si me dejo seducir por otros, si empiezo a jugar con el lobo o si empiezo a buscar satisfacción por mi cuenta, entonces es probable que me pierda. Paz y bien.

Etiquetas:

Lunes de la cuarta semana de Pascua (años B y C)

“El buen Pastor llama a las ovejas por su nombre”. Jn 10, 3

Jesús, en su afán de hablar del Reino de Dios de un modo que los que le escuchaban pudieran entenderlo, se compara con un pastor, figura muy bien conocida por todos sus contemporáneos. Todos sabían que había pastores que trabajaban solo por la plata y no les importaba el rebaño, no vibraban con el trabajo. Jesús es el buen pastor, que se ocupa y se preocupa por cada oveja ya que las conoce a cada una por su nombre. Es un pastor que se desvive por su rebaño. De él se puede decir: “¡El Señor es mi pastor, nada me puede faltar!”. Paz y bien.

Etiquetas: