Martes Santo
“Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jn 13, 37
Muchas veces, en nuestro corazón estamos muy decididos a hacer el bien, pero al rato, ante ciertas dificultades, miedos o dudas, terminamos por encerrarnos en nuestros egoísmos y nos esquivamos de Dios. Todo ser humano es muy frágil y esto nos lleva a muchas incoherencias. Dios sabe de esto y está dispuesto a mirarnos con misericordia como lo hizo con Pedro. Lo que sí debemos rechazar con fuerza es la maldad, es el actuar con mala intención, el traicionar premeditadamente pensando solo en ventajas personales como lo hizo Judas. Es innegable que todos somos frágiles, pero no debemos ser corruptos. Paz y bien.
Domingo de Pascua
“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado; recuerden lo que él les dijo cuando aún estaba en Galilea”. Lc 24 5-6
La resurrección de Jesucristo es la mejor noticia de la historia de la humanidad. Él venció al peor de los enemigos: la muerte. Pero, ella no es creíble hasta que cada uno experimente en su propia vida la fuerza de Cristo resucitado. Solo escuchar que él resucitó de la boca de otros no transforma nuestra vida; es necesario sentirlo vivo y actuante en nuestra historia para que se afiance en nosotros la fuerza de su resurrección. Pidamos a Jesús, en esta Pascua, que nos dé la gracia de encontrarlo, para que nos tornemos también testigos de su resurrección. Paz y bien.
Sábado Santo
“María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”. Lc 2, 19
La madre de Jesús acompañó muy de cerca toda su pasión, muerte y sepelio. Quizás nadie habrá sufrido más que ella. Sin embargo, en el silencio de la fe, María meditaba en su corazón y con profundo dolor aceptaba los designios de Dios. No podemos dudar de que su dolor era marcado también por la esperanza: seguro que en su corazón resonaban fuerte las palabras del Ángel: “Reinará para siempre y su reino no tendrá fin”. Ella sabía que la cruz no podía ser el fin. Sabía que Dios no defrauda aun cuando la cruz se hace demasiado pesada. El ejemplo lo dio Él, quien no se deja vencer. Paz y bien.
Viernes Santo
“Uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua”. Jn 19, 34
Hasta qué punto puede llegar la maldad humana: clavar en una cruz a aquel que pasó su vida haciendo el bien: predicando y sanando. Pero lo interesante de Dios es que puede transformar incluso nuestras maldades en oportunidades de gracia. Este soldado, al traspasar el corazón de Jesús, nos dejó abierto para siempre el corazón de Dios. En efecto, la herida de su costado permaneció después de la resurrección y continúa hasta hoy derramando sangre y agua para nuestra salvación. Acerquémonos y pongámonos bajo su cruz para que nos lave su preciosísima sangre. Paz y bien.