II Domingo de Cuaresma (A)
“En presencia de ellos, Jesús cambió de aspecto: su rostro brillaba como el sol y su ropa se puso resplandeciente como la luz” Mt 17, 2
Estamos en un tiempo fuerte de la cuaresma. Tiempo de conversión. Tiempo de renovarse en la fe y en la vida. El domingo pasado Jesús nos invitó a ir al desierto y reconocer cuales son las tentaciones en nuestra vida, y con una vida de penitencia, vencerlas. En este segundo domingo de la cuaresma Jesús nos invita a subir con él al monte Tabor y contemplar su Transfiguración.
La montaña en el lenguaje bíblico, es el lugar del encuentro con Dios, de oración, de intimidad con él. Jesús muchas veces se retira a la montaña para hacer sus oraciones. Todos nosotros estamos invitados a hacer esta experiencia. Experiencia fuerte de oración, contemplación a Dios y a su gloria. Pues más que cualquier otra cosa, es esto que nos hace capaces de recomenzar totalmente nuestra vida. Algunos teólogos llaman a una experiencia verdaderamente fuerte de Dios: “experiencia fundante”, pues es el fundamento, el motor de toda la renovación de nuestro modo de actuar, de pensar, de relacionarnos, en fin de vivir. Sin esto, nuestro cristianismo queda siempre en la cáscara superficial y no es capaz de un compromiso con todo el corazón y con toda el alma. La cuaresma es un tiempo muy propicio.
El objetivo de la transfiguración parece ser el de preparar a éstos apóstoles para poder soportar el gran momento de la pasión de Jesús. En nuestra vida muchas veces suceden cosas muy difíciles de sobrellevar, son pruebas durísimas, que exigen tener una esperanza de raíces muy profundas para no dejarnos caer en la depresión o en el pesimismo. Jesús ya sabía que llegaba el momento en que lo verían clavado en una cruz, tan desfigurado por las que ni parecería un hombre. Rechazado por todos. Despreciado hasta por aquellos a quien había ayudado. Sin embargo, quería dejar en aquellos discípulos una imagen de su gloria que ciertamente les llevaría a sospechar delante de la cruz: “aquel Dios a quien vimos la gloria en el Tabor, no puede terminar así, hay algo más…”
Cuando nosotros también en algún momento de nuestras vidas tuvimos la oportunidad de experimentar la gloria de Dios, su poder, su gracia, su amor… en un modo existencial, nos volvemos capaces de enfrentar hasta las pruebas más difíciles, los momentos más duros, la cruz, sin perder la esperanza, sin perder la paz. Nos tornamos invencibles. ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Es necesario “subir la montaña”, es necesario buscar la cercanía con Dios, entregarse a la oración. Y esperar que Él te de la gracia de su manifestación. Busquemos, hagamos nuestra parte, Dios sin dudas, en su tiempo, hará la suya.
Con todo, es importante saber que la “montaña” no es la finalidad. Es solo el medio. No podemos permanecer en ella siempre. A veces tenemos la tentación de una FE, que nos aleja de la realidad de la vida, que nos aliena; que quiere cerrar los ojos a la triste realidad social, política, moral… Esta no es la propuesta cristiana. Nosotros estamos invitados a contemplar la Gloria de Dios, pero después debemos bajar de la montaña, aun sabiendo que nos esperan cruces. Nuestra misión de cristianos es en la realidad concreta, no basta estar bien dentro de una iglesia, es necesario trasformar el mundo, aunque nos crucifiquen. Pedro con sus palabras “¿Quieres que hagamos tres tiendas?”, revela la tendencia de todos nosotros de querer quedar solo en lo bueno. Pero en esto, Dios no nos hace caso, él mismo después de la consolación nos lleva al lugar de la misión.
Querido hermano, querida hermana, aprovechemos bien esta cuaresma, dejemos a Dios que nos conduzca movidos por la fe, sea en la montaña del Tabor, sea en la montaña del Calvario, pues en las dos Él nos quiere mostrar su gloria, su proyecto, su amor, su fidelidad.
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino.
Lunes de la vigesimosexta semana del tiempo durante el año
“El más pequeño de ustedes es el más importante”. Lc 9, 48
Nuestra tendencia natural es querer estar por encima de los demás. Todos deseamos ser importantes y grandes. A veces, este deseo es tan fuerte que nos hace ciegos y sacrificamos hasta parientes y amigos para poder subir más y más. Sin embargo, Jesús nos desafía a hacer lo contrario: buscar ser menor, estar por abajo, ser servidor. Y esto cuesta. Hay que nacer de nuevo, hay que ser una nueva persona, pues solo quien es un hombre nuevo en Cristo Jesús puede ser humilde sin sentirse humillado, sino feliz y realizado. Haz la prueba: nadie es tan feliz como aquel que sirve. Paz y bien.
Vigesimosexto domingo del tiempo durante el año
“Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros”. Mc 9, 38
Cuántas veces también en nuestras comunidades o grupos de iglesia, nos dejamos llevar por celos o disputas de poder y nos lastimamos y perdemos muchas energías. Jesús hoy nos enseña que, cuando alguien haga algo bueno, debe ser apoyado, aunque no esté en nuestro grupo o aunque la idea no haya sido mía. No podemos ser tan mezquinos como las personas mundanas que quieren no más lucirse. Para nosotros, lo importante es que el reino crezca. Nuestros enemigos son los que promueven la cultura de la muerte, no los que hacen el bien. Paz y bien.
Sábado de la vigesimoquinta semana del tiempo durante el año
“Todos se admiraban de lo que Jesús hacía”. Lc 9, 43
Jesús tuvo muchos admiradores: algunos admiraban sus palabras; otros, sus milagros; otros, su libertad frente a la ley y a las autoridades; otros, su compasión para con los que sufren y otros, su determinación en abrazar la cruz. Sin dudas, el admirarlo ya es una gran cosa y creo que todos debemos sentir esta admiración por él, pero no basta solo esto. Es necesario dejarse convencer por él y decidirse a seguirlo. Lo que da sentido a nuestra vida no es el ser admiradores de Jesús –pues puedo admirarlo con los brazos cruzados– sino buscar hacer lo mismo que él hizo, esto es, vivir su propuesta. Decídete hoy a seguirlo de verdad. Paz y bien.