IV Domingo de Pascua (C)

"Mis ovejas conocen mi voz y yo las conozco a ellas. Ellas me siguen y yo les doy la vida" Jn 10, 27  

Después de la muerte y resurrección de Jesús, la vida de sus discípulos no podía
ser la misma. Ellos ahora sabían que Jesús es el Señor, que es el Dios viviente y
todopoderoso. Todas las cosas que él había dicho antes, sus promesas, sus
enseñanzas, sus mandamientos… ahora encuentran que tienen mucho más sentido y
valor. La luz de la resurrección de Cristo iluminaba todo el pasado que ellos habían
vivido juntos y ven perspectivas muy bonitas y desafiantes para el futuro.
Ciertamente fue muy reconfortante para los discípulos recordar que Jesús
había dicho "yo soy el Buen Pastor". Ahora que ya había pasado todo (la pasión, la
cruz, la muerte, la sepultura y su gloriosa resurrección), ellos podían entender mejor
que significaban aquellas palabras, antes tan enigmáticas: "El buen pastor da su vida
por sus ovejas." o "yo mismo doy mi vida, y la volveré a tomar."
En la época de Jesús, todos estaban acostumbrados con los pastores. Ellos
sabían que muchos pastores trabajaban solamente por la plata, y que jamás correrían
peligro por sus ovejas. Sabían que muchos pastores eran incapaces de renunciar a
alguna comodidad, para salir a buscar una oveja que se había extraviado. Sabían
también que hasta los mejores pastores cuidaban las ovejas por interés, para tener
lana, para tener leche, para tener un día la carne, pues nadie hacia este trabajo solo
por amor a las ovejas. Por todo esto, las palabras de Jesús cuando fueron dichas, antes
de su misterio pascual, no tenían mucho sentido. Jesús les hablaba de un modo de ser
pastor, como ellos nunca habían visto antes. No podían ni imaginar que un pastor
pudiera dar la vida por sus ovejas, esto era simplemente un absurdo, un hombre vale
mucho más que estos animales. Así como, no les era concebible pensar en la
posibilidad que un Dios pudiera aceptar ser torturado y ser muerto para salvar a los
hombres.
Por eso, yo me imagino la consolación y la fuerza que sintieron los apóstoles
cuando empezaron a recordar las palabras de Jesús.
También nosotros estamos invitados en este domingo a escuchar a Cristo
resucitado que nos repite a cada uno: "Yo soy tu buen Pastor. Y estoy dispuesto a sufrir
todo de nuevo por ti. Soy capaz de dar mi vida para que seas feliz.
Nadie me obliga, pero con el amor que te tengo, no puedo cruzar los brazos y
dejarte. No quiero perder a ninguno de los que el Padre me dio."
Pero, por otro lado, los discípulos se sentían comprometidos con este Señor. No
era solamente un recuerdo sentimental, que dejaba todo igual. Ellos querían escuchar
la voz de este Buen Pastor. Ellos querían seguir sus pasos. Ellos querían tener ya la vida
eterna. Y lo hicieron con mucha fuerza y decisión.
¿Y nosotros?

El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

San Andrés, apóstol: 30 de noviembre

«Jesús dijo a Pedro y Andrés: “Síganme y los haré pescadores de hombres”». Mt 4, 19


Es interesante notar cómo Dios, aun siendo el dueño de todo, para realizar su obra salvadora, quiere contar con la ayuda de los hombres. Él pasa por nuestra vida y nos llama a colaborar en la construcción de su Reino. Dios necesita de nuestra voz, de nuestros pasos y abrazos para tocar los corazones. Él está dispuesto a transformarnos de simples trabajadores a apóstoles y evangelizadores como lo hizo con aquellos pescadores sencillos de los mares de Galilea. Lo importante es dejar todo e inmediatamente ponerse a disposición del único que tiene Palabras de vida eterna. Paz y bien.

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Viernes de la trigésima cuarta semana del tiempo durante el año

“Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo eso suceda”. Lc 21, 32


¿Cuántas generaciones ya pasaron desde que Jesús pronunció estas palabras? ¿Será que Jesús se equivocó? No creo. Más bien su palabra se cumple en cada generación. Su deseo es que cada generación no se acomode pensando: “Yo no veré estas cosas”, o “yo no tengo por qué preocuparme”. Lo que Jesús pide es que estemos atentos y vigilantes y sirve para cada generación. Hoy tú y yo debemos preocuparnos por poner en práctica su palabra, por reconocer las señales de los tiempos, sabiendo que en cualquier momento debemos presentarnos ante él. Paz y bien.

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Jueves de la trigésima cuarta semana del tiempo durante el año

“Verán al Hijo del hombre venir en la nube, con gran poder e infinita gloria”. Lc 21, 27


Desde que el Señor subió al cielo, la Iglesia, su esposa, clama todos los días: “Ven, Señor Jesús”, y está esperando que él venga con su gloria. Sin embargo, a veces nos quedamos tan inmersos en las cosas del mundo que nos olvidamos de estar vigilantes esperando que Jesús vuelva. Es por eso que, cada adviento, antes de empezar propiamente a recordar el nacimiento histórico de Cristo, la Iglesia nos propone reavivar en nosotros esta espera activa y el deseo vivo del retorno glorioso de Jesús. La pregunta es si hoy el Señor volviera, ¿cómo nos encontraría? Paz y bien.

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