Lunes de la trigésima primera semana del tiempo durante el año

442 – “Cuando des un banquete, invita a los pobres, porque ellos no tienen como retribuirte”. Lc 14, 13-14
Muchas de nuestras acciones son interesadas: saludamos, damos regalitos, visitamos, invitamos para algo a aquellas personas con las cuales estamos obligados o que sabemos que en algún momento pueden favorecernos. Todos hacemos esto por una necesidad de convivencia social. Sin embargo, Jesús nos desafía a hacer algo más: a ser algunas veces totalmente gratuitos, a invitar o ayudar a quien jamás podrá retribuirnos. Solo así, Dios mismo asumirá la deuda, Él en su momento nos retribuirá el favor. La verdadera caridad la realizamos cuando no esperamos ninguna recompensa, ni monetaria ni afectiva. Experiméntalo. Paz y bien.

Sábado de la tercera semana de Pascua

“Señor, ¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna”. Jn 6, 68

Cuando no conocemos bien a Jesús, pensamos que él es solo una alternativa entre tantas. Hay quien dice que todas las religiones son buenas y que lo importante es tener un credo. Sin embargo, los que conocemos un poco más profundamente al Señor descubrimos que solo él es capaz de satisfacer todas nuestras necesidades, incluso aquella de vivir para siempre. Pueden existir muchas palabras en el mundo que son sabias, consoladoras, placenteras o que nos, animan, pero solo la palabra de Cristo puede darnos aquella plenitud que transciende la historia y nos lanza a los brazos de la eternidad. Paz y bien.

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Viernes de la tercera semana de Pascua

“Quien come este pan vivirá para siempre”. Jn 6, 58


Para alcanzar la inmortalidad, Jesús nos enseña que debemos recibir el pan de vida que es su cuerpo. Esto es posible cada vez que participamos de la Eucaristía, pues el pan consagrado es su carne, fármaco de vida eterna. No existe comunión más intensa con Dios que poder recibir en nuestro cuerpo su propio cuerpo. Lastimosamente, muchas personas comulgan sin conciencia, sin colaborar con la gracia… y terminan recibiendo en vano los sacramentos. Pero la vida de quien recibe a Jesús y vive su Palabra en este mundo no se termina con la muerte corporal, sino que se transforma y se abre a la vida eterna. Paz y bien.

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Jueves de la tercera semana de Pascua

“El pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. Jn 6, 51


Jesús, en su predicación, prometió a sus seguidores un pan que era su carne y que tenía una fuerza vital. Esto él lo realizó cuando instituyó la Eucaristía. Por la fuerza de la gracia de Dios, en la celebración de la misa, un sencillo pan, hecho de harina de trigo y agua, se transforma en el propio cuerpo de Cristo, con una fuerza tal que hace casi dos mil años viene transformando la vida de muchas personas: genera mártires, inspira consagraciones, conquista servidores incansables, anima a perdonar, a amar y a testimoniar. Paz y bien.

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