¿Falta de motivación para entrenar? La clave podría estar en el intestino

Un estudio publicado en la revista Nature descubrió que modificar el microbioma sería de gran ayuda para combatir la fatiga y predisponer a las personas a hacer actividad física.

Un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Pensilvania y publicado recientemente en la revista Nature asegura que la explicación a ese cansancio y falta de motivación para el ejercicio físico estaría en el intestino.

Puntualmente, los investigadores hallaron que “cambiar los millones de microbios intestinales en el microbioma puede sacar a las personas del sofá y motivarlas a hacer ejercicio”. Al menos es lo que ocurrió en el trabajo realizado en ratones.

“El ejercicio ejerce una amplia gama de efectos beneficiosos para una fisiología saludable. Sin embargo, los mecanismos que regulan la motivación de un individuo para participar en la actividad física siguen sin entenderse por completo -comenzaron a analizar los autores del estudio en la publicación-. Un factor importante que estimula la participación en el ejercicio competitivo y recreativo es el placer motivador derivado de la actividad física prolongada, que se desencadena por los cambios neuroquímicos inducidos por el ejercicio en el cerebro”.

Y dada la conexión que, se sabe, existe entre el intestino y el cerebro, los investigadores decidieron ahondar en esa línea de investigación.

El equipo se centró en cómo y por qué los microbios intestinales alentaban a los ratones a correr y seguir corriendo.

El quid -según vieron- es una sustancia química producida por el microbioma que envía una señal desde el intestino al cerebro, lo que desencadena una avalancha de dopamina que se libera en el cuerpo estriado ventral, el “centro de motivación” del cerebro, lo que a su vez provoca el deseo de hacer ejercicio.

Y si bien está claro que los ratones no son hombres, el estudio impulsa un campo relativamente nuevo de la interacción intestino-cerebro hacia un nuevo territorio.

¿Puede el intestino influir directamente en las motivaciones y deseos del cerebro?

Al buscar las moléculas en el intestino que estimulan al cerebro a querer estar físicamente activo, el estudio dio una primera respuesta positiva.

Los neurocientíficos Gulistan Agirman y Elaine Y. Hsiao, de la Universidad de California en Los Ángeles, no participaron en el estudio, pero evaluaron que “si estos hallazgos son relevantes para los humanos, plantean la cuestión de si atacar las bacterias intestinales podría mejorar los procesos mentales asociados con la decisión de hacer ejercicio en los individuos, ya sean atletas de élite o no”.

El dilema del ejercicio y la falta de ganas

Si bien todos saben que hacer ejercicio es bueno para la salud en general, y que su práctica regular ayuda a controlar el peso, disminuir el riesgo de enfermedades cardíacas, mejorar la salud mental y el estado de ánimo, e incluso combatir el envejecimiento y la demencia; muchas veces es difícil encontrar motivación para hacerlo.

Y pese a que por años se culpó a la psicología como principal responsable, para Agirman y Hsiao, el nuevo estudio sugiere que el microbioma intestinal también podría brindar un gran impulso motivacional.

La conexión intestino-cerebro es uno de los descubrimientos más influyentes de la última década. El cerebro no existe en el vacío. Más bien, las moléculas y hormonas del cuerpo pueden afectar significativamente su función.

Las sustancias químicas liberadas por el hígado, por ejemplo, refuerzan la función de la memoria en ratones envejecidos después del ejercicio, generando más neuronas nuevas en la circunvolución dentada, la “guardería” en el hipocampo, una región crítica para la memoria.

Y tras remarcar que “una fuente importante de estas moléculas sistémicas es el microbioma intestinal”, los expertos enfatizaron: “Sus microbios simbióticos prosperan dentro de nuestros intestinos, ayudando a digerir los nutrientes y apoyando el metabolismo”.

Hace una década, los neurocientíficos descubrieron sorprendentemente que también afectan al cerebro. Eliminar las bacterias con antibióticos, por ejemplo, aumenta los síntomas depresivos en los ratones. Estudios posteriores encontraron que ciertos microbios excretan sustancias químicas a medida que digieren los alimentos, lo que activa el nervio vago, una vía principal de señalización que va desde el intestino hasta el cerebro.

También ayudan al cuerpo a responder al ejercicio. Han surgido grupos bacterianos específicos en el intestino “como reguladores clave del rendimiento del ejercicio”, dijeron Agirman y Hsiao. Por lo general, esto ocurre a través de sustancias químicas excretadas por microbios para generar energía, o aquellas que ayudan a eliminar moléculas que conducen al agotamiento físico, como el lactato.

El nuevo estudio se preguntó: ¿puede el microbioma intestinal dar forma directamente a nuestro deseo de hacer ejercicio al afectar la función cerebral?

“Estos hallazgos indican que las propiedades gratificantes del ejercicio están influenciadas por los circuitos interoceptivos derivados del intestino y brindan una explicación dependiente del microbioma para la variabilidad interindividual en el rendimiento del ejercicio. Nuestro estudio también sugiere que las moléculas interoceptomiméticas que estimulan la transmisión de señales derivadas del intestino al cerebro pueden mejorar la motivación para hacer ejercicio”, resumieron los autores del trabajo.

¿Por qué el microbioma intestinal tiene relación con la motivación?

La respuesta parece ser la dopamina. Conocida a menudo como el “químico del placer”, tiene varias funciones en el cerebro que incluyen marcar errores que no se ajustan a las predicciones y dirigir movimientos fluidos. Pero su función más conocida es combinar el movimiento y la recompensa, lo que ocurre en una parte profunda del cerebro llamada cuerpo estriado ventral, una parte del “centro de recompensa” del cerebro.

Al profundizar en los datos del microbioma de los ratones, el equipo descubrió que los ratones atléticos tenían una población de insectos intestinales particularmente buenos para secretar amidas de ácidos grasos (FAA).

Actuando como “llaves”, estos químicos luego activaron un “bloqueo” del receptor: el receptor CB1 que se encuentra en el exterior de un tipo específico de neurona sensorial dentro del intestino (sí, el intestino tiene neuronas, y sí, el receptor CB1 también es el diana de los principales componentes químicos de la marihuana).

Estas neuronas especializadas luego envían señales eléctricas directamente a través de la médula espinal hacia el cuerpo estriado del cerebro, inundándolo con un golpe de dopamina.

Por el contrario, los ratones sin bacterias intestinales no tenían este pico de dopamina. Un poco más de investigación encontró que sus cerebros tenían un alto nivel de una enzima que mastica rápidamente la dopamina, esencialmente acabando con su “euforia del corredor”.

Sin embargo, darles una dosis de FAA como suplemento dietético o transferir bacterias intestinales que producen FAA a sus intestinos mejoró sus juegos de carrera.

Según concluyeron Agirman y Hsiao, “los autores han demostrado que los microbios intestinales modulan los circuitos involucrados en la motivación necesaria para mantener la actividad física en ratones”.

Un bebé recibe el primer tratamiento genético personalizado del mundo

Un bebé que padece una enfermedad rara e incurable se convirtió en el primer paciente del mundo en beneficiarse de una terapia genética personalizada, un logro esperanzador para otras patologías, anunció este jueves un equipo médico estadounidense.

KJ Muldoon, un bebé de cara regordeta y ojos azules de nueve meses, fue diagnosticado poco después de nacer con un trastorno metabólico muy raro y grave llamado “deficiencia de carbamil fosfato sintetasa” o CPS1.

Esta enfermedad es causada por mutaciones en un gen que codifica una enzima clave en la función hepática, e impide a los afectados eliminar ciertas sustancias tóxicas producidas por el metabolismo como el amoniaco generado cuando las proteínas se descomponen.

“Cuando buscas en Google qué es CPS1, ves que es la muerte o un trasplante de hígado”, dijo Nicole Muldoon, la madre del niño, en un video desde el Hospital infantil de Filadelfia, en el noreste de Estados Unidos, donde el bebé recibió tratamiento.

El equipo médico propuso probar algo nuevo: un tratamiento personalizado basado en el uso de tijeras moleculares (Crispr-Cas9), una tecnología revolucionaria galardonada con el Premio Nobel de Química en 2020 que permite editar el genoma.

“Nuestro hijo estaba enfermo. Teníamos que hacerle un trasplante de hígado o darle este medicamento que nunca se le ha administrado a nadie”, recuerda Kyle, padre del bebé.

A pesar de sus temores el matrimonio aceptó y al bebé se le administró el medicamento en febrero y posteriormente otras dos veces.

“El medicamento está diseñado exclusivamente para KJ, por lo que las variantes genéticas que tiene son específicas para él. Es medicina personalizada”, explica la doctora Rebecca Ahrens-Nicklas, especialista en genética pediátrica.

Una vez en el hígado, las tijeras microscópicas contenidas en la solución administrada penetran en el núcleo de las células y buscan modificar el gen en cuestión.

Una terapia con resultados prometedores, según el equipo médico, que publicó este jueves un estudio sobre el tema en el New England Journal of Medicine.

KJ ahora tolera una dieta más rica en proteínas y requiere menos medicación, pero se necesita un seguimiento a largo plazo “para evaluar la seguridad y la eficacia del tratamiento”, afirma la doctora.

Rebecca Ahrens-Nicklas espera que este logro permita al niño vivir “con muy poca o ninguna medicación” y que pueda ser de utilidad para otros.

“Esperamos que éste sea el primero de muchos en beneficiarse de una metodología que pueda adaptarse a las necesidades de cada paciente”, declaró.

Fuente: AFP

Nace por primera vez un bebé en Reino Unido tras un trasplante de útero

Una niña nació en Reino Unido después de que su madre se sometiera a un trasplante de útero, que recibió de su hermana mayor, anunció este martes un hospital de Londres, en el primer nacimiento de este tipo en el país.

La pequeña Amy nació el 27 de febrero en el hospital Reina Carlota y Chelsea de Londres, dos años después de que su madre, Grace Davidson, se sometiera a una cirugía de trasplante de útero. Ambas gozan de buena salud.

“Hemos recibido el mayor don que pudimos haber pedido”, declaró Davidson, de 36 años. La mujer dijo esperar que “hacia adelante eso se convierta en una realidad y brinda una opción adicional para mujeres que de otra forma no podrían tener su propio hijo”.

“La habitación estaba llena de gente que nos ha ayudado en este viaje para poder tener a Amy”, declaró el padre, Angus Davidson, a la agencia noticiosa Press Association.

Grace Davidson sufre una enfermedad rara llamada síndrome Mayer-Rokitansky-Kuster-Hauser y nació sin un útero funcional, explicó el hospital en un comunicado.

Se convirtió en la primer mujer del país en recibir un trasplante de útero, el cual fue donado por su hermana Amy Purdie, de 42 años, quien tiene dos hijas de 10 y seis años.

El trasplante fue efectuado en febrero de 2023 en el Centro de Trasplantes de Oxford.

El profesor Richard Smith, un consultor de cirugía ginecológica que dirige el programa británico de donantes vivos, comentó que el nacimiento de Amy fue “la culminación de más de 25 años de investigación”.

Más de 100 trasplantes de útero se han realizado en el mundo desde 2013, cuando se efectuaron los primeros en Suecia. Y cerca de 50 bebés nacieron gracias a esta cirugía hasta ahora y gozan de buena salud.

Fuente: AFP

El curioso trastorno de los que no tienen una voz interior en su mente

¿Se puede vivir sin esa voz interior que nos ayuda a organizar las ideas? Algunas personas sufren anendofasia, un trastorno recientemente identificado por la ciencia que permite entender mejor cómo pensamos.

“No tengo una voz en mi cabeza” explica Mel May, una australiana de 30 años que vive en Nueva York y que descubrió que era una excepción después de leer un artículo sobre el tema.

Esta videasta tuvo que que enfrentarse a la incredulidad de sus familiares hasta que los psicólogos confirmaron su trastorno.

Es una de las pocas personas cuyo pensamiento no va acompañado por un monólogo interior.

El fenómeno era conocido pero no fue hasta el año pasado que un grupo de investigadores propusieron en la revista Psychological Science darle un nombre: anendofasia.

Este trastorno arroja luz sobre cómo formulamos nuestros pensamientos, algo particularmente difícil de estudiar porque no lo puede explicar un observador externo.

“La gente no se da cuenta de las características de su experiencia interior”, dice a la AFP el profesor de psicología Russell Hurlburt de la Universidad de Nevada.

Hurlburt ha realizado varios estudios sobre los procesos del pensamiento, centrándose entre otros en el caso de Mel May.

Uno de los experimentos consistía en pedir a los sujetos que leyeran “La Metamorfosis” de Franz Kafka.

Luego les interrumpían de manera abrupta y aleatoria y les pedían describir lo que pasaba por su cabeza.

En algunos casos, explicaban no tener las palabras del texto en sus cabezas sino solo imágenes, “su propio video” de la historia, según el profesor Hurlburt.

- “No estoy vacía” -

Aunque el caso de Mel May es excepcional por su total ausencia de voz interior, los investigadores subrayan que el monólogo interior no siempre está presente.

Hurlburt estima que solo entre el 20 y el 25% de las veces pensamos en forma de monólogo interior, aunque admite que serían necesarios más estudios para confirmar esa cifra.

Cuando pensamos hay otros procesos en marcha, como las imágenes visuales, las emociones o el llamado pensamiento no simbólico.

El estudio de la anendofasia ha puesto en entredicho algunas certezas. La investigadora francesa Hélène Loevenbruck, una especialista del monólogo interior, admite haber cambiado de opinión.

“Hasta hace poco, pensaba que todos teníamos una voz interior”, dice a la AFP.

Las investigaciones de Loevenbruck apuntan a que este tipo de monólogo mental sirve de “simulación interna” y es esencial para poder luego traducir los pensamientos en palabras.

Sin embargo es difícil evaluar las consecuencias concretas de la ausencia de una voz interior o de otros fenómenos, como la afantasia, la ausencia de imágenes mentales.

Según Daniel Gregory, un filósofo especializado en esta cuestión de la Universidad de Barcelona, la voz interior nos hace “vulnerables a los patrones de pensamiento negativos, a los pensamientos obsesivos”.

Pero también se puede utilizar “para animarse, para enviarse mensajes positivos a uno mismo”, apunta.

Mel May sabe que no tener voz interior tiene “pros y contras” y reconoce que le cuesta evocar recuerdos del pasado.

Pero sí está segura de una cosa: “No estoy vacía por dentro: sé y siento cosas”.

Fuente: AFP