El mensaje de Caacupé no debería caer en saco roto

Un duro pero a la vez claro y contundente mensaje dejó la homilía de la misa central de Caacupé, pronunciada por monseñor Ricardo Valenzuela, quien criticó con vehemencia a las autoridades corruptas, pero también a los ciudadanos y a la propia Iglesia que no está exenta de errores. Es que si algo nos quedó claro de todo lo vivido en el ámbito moral, es que la vida de sacerdotes y religiosos no siempre corre por los cauces del Evangelio, señaló el prelado, quien cuestionó a los pastores que se apartan de su rebaño presos de sus propios errores y, lo que es más grave, por la comisión de delitos como los abusos de menores y otras aberraciones.

Sin dudas, es preocupante la acentuada crisis de la moral pública y privada que afecta al país, en particular a los que abrazan la carrera política y los responsables de la administración judicial. Ellos son en gran medida -a través de sus actos y decisiones- responsables de la situación de injusticia social y económica de la población. Pero, lo que debemos preguntarnos es dónde se originan estos males. Esto debería ser un motivo de reflexión para todos, no sólo los que dicen profesar la religión católica y los cristianos en general, ya que mucho se habla de la incoherencia entre lo que uno dice ser y su vida, pues, hay muchos que se dicen cristianos pero en su vida profesional, política, laboral o en su familia, se comportan sin tener en cuenta los valores o sus creencias.

Claro, la responsabilidad es mayor cuando se trata de aquellos que han optado por el servicio público y han recibido la confianza de la ciudadanía a través de las urnas, por eso, la actuación de varias autoridades y dirigentes políticos, al no tener programas bien pensados y de un comportamiento no adecuado a su investidura, está creando malestar y descontento de grandes sectores de nuestra patria, al decir del obispo de Caacupé, lo que nos lleva a decir: ¡Basta ya a la desvergonzada corrupción e impunidad a la que se ha llegado!

En referencia a la Justicia, lo preocupante es que se ha perdido el respeto y hay una desconfianza hacia los que están encargados de impartirla, seguramente porque son los mismos políticos quienes tienen sometidos a los jueces y fiscales mediante organismos manejados por ellos.

El mensaje de la Iglesia en Caacupé, describió el malestar de la ciudadanía hacia varios de nuestros representantes, porque se han alejado de los temas centrales de la sociedad y además llevan sobre sus espaldas serios cuestionamientos, como son el tráfico de influencias, las protecciones mutuas, los privilegios, salarios altos, mecanismos de presión, etc. “¡El país está cansado! El pueblo está cansado de esta clase de autoridades. Cansado de las injusticias…”, entre otras cosas insistía Valenzuela para describir el hartazgo de la ciudadanía ante tantas arbitrariedades que sufren a diario los sectores más carenciados.

Sin embargo, existe una esperanza y es que a pesar todas las adversidades, debemos saber que no estamos definidos por el mal. Por eso, más allá de todas las denuncias que se puedan hacer desde el púlpito, el trabajo más importante que tienen por delante nuestros pastores es devolver la esperanza y la confianza a la población, a ese pueblo sufrido que se volcó estos días a implorar la bendición y los milagros de la Madre de Dios en Caacupé. Es de esperar que el mensaje llegue a quienes va dirigido y a todos quienes se sientan aludidos, pues cuando un grupo de creyentes se lanza a la política, se espera que no sean “más del montón”. La razón única del compromiso de los mismos en política, es la búsqueda del bien común, la defensa y promoción de la dignidad y libertad del hombre, así como la promoción de los máximos ideales culturales que forman una nación.

¿Qué clase de médicos estamos lanzando al mercado?

El reciente escandaloso caso que involucra a la Universidad María Serrana, donde un grupo de estudiantes logró culminar sus carreras de Medicina de manera meteórica mediante certificados truchos, nos hace cuestionar el nivel de enseñanza de los futuros profesionales de un ámbito sumamente sensible como lo es la salud.  

Una noticia que no pasa desapercibida en estos días es la clausura de las dos carreras de Medicina de la Universidad Privada María Serrana, luego de que el Consejo Nacional de Educación Superior (CONES) haya constatado irregularidades en la expedición de títulos. Esta situación se dio luego de pillarse que unos 11 alumnos de esa casa de estudios supuestamente falsificaron sus certificados de estudios para recibirse más rápido.

El proceso de intervención comenzó en junio de 2021 a partir de comunicaciones recibidas desde el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) sobre presuntas irregularidades en la emisión de títulos. Durante la intervención, el ente rector descubrió casos de estudiantes que habían falsificado firmas de certificados de estudios para poder recibirse de médicos y así recibir sus respectivos títulos universitarios. En este caso, acudían hasta la Universidad María Serrana con los certificados de estudios donde figuraba que habían seguido parte de la carrera en otro lugar, a fin de convalidar las materias, entonces se libraban de cursarlas en la institución.

Esto sin dudas ocasionará necesariamente a futuro una baja calidad a la hora de brindar atención a los pacientes. Es sumamente peligroso que estudiantes universitarios de la carrera de Medicina estén burlando los delineamientos de enseñanza con el simple fin de recibirse más rápido y es el doble de perjudicial que las instituciones educativas se presten, ya sea por falta de mecanismos de control o por complicidad, a este tipo de artimañas.

Todos somos conscientes del actual pésimo sistema sanitario paraguayo, con precarias infraestructuras, escaso plantel y con la falta de insumos y medicamentos. Si a todo lo anterior le sumamos malos profesionales, nos estamos yendo a pique.

Es urgente una depuración de las carreras de Medicina, las cuales abundan a tutiplén y escapan del control de los organismos correspondientes. Es imperioso poner mano dura a la cuestión para garantizar buenos profesionales de la medicina para el futuro, porque CON LA SALUD NO SE JUEGA.

 

Casi, casi, venden “La Patria”

No hay margen para la menor distracción. De no ser por alguien que alertó en las redes sociales lo que el Fondo Ganadero y no sabemos quiénes más estaban tramando, a las 11:00 horas de hoy, viernes, la “Estancia La Patria”, fundad por el coronel Rafael Franco a poco de finalizar la guerra del Chaco, hubiera dejado de ser de… la Patria, perdiéndose con ello todo el valor histórico y cultural que representa para el Paraguay y los paraguayos.

La información se propagó rápidamente, acompañada del aviso comercial que por ley está obligado a realizar el rematador, en este caso, Carlos Roberto Trabuco: “Superficie, 15.000 hectáreas. Sus linderos son la Estancia Toro Blanco, separada por la picada 108, del señor Tranquilo Favero y la Estancia La Patria, separada por la ruta Py09. Superficie explotada, 1.710 hectáreas. Monte, 13.290 hectáreas… en la zona existe un acuífero”, señala parte del anuncio.

En ninguna parte se señala que la propiedad es una fracción de “La Patria”; algo que la institución lo mantuvo en absoluto sigilo, muy en el “Fondo”, hasta las 22:30 horas de la víspera del remate, cuando informó que la operación quedaba “temporalmente suspendida”, al que siguió esta maña otro comunicado, aclarando que la suspensión es definitiva, “pese a la total transparencia y legalidad del proceso”, según su presidente Fredis Estigarribia Cardozo.

Una perfecta tomadura de pelo, o dos, porque nadie puede invocar transparencia cuando pretendió llevar a cabo un negocio (¿negociado?) de un bien público, en secreto, y porque si hubiera sido tan “transparente y legal” como afirma Estigarribia, no habría motivo alguno para dejarlo sin efecto.

No haremos conjeturas de lo que tenían entre manos. Los responsables del ente dicen que la enajenación de las 15.000 hectáreas fue dispuesta en el mes marzo, no nos consta, y si buscamos noticias de la época, lo único que encontraremos es que una comitiva oficial, encabezada por el presidente Mario Abdo Benítez, visitó el lugar en abril para evaluar su eventual uso como albergue, de acuerdo a la versión oficial.

Probablemente escucharemos que en el “caso La Patria”, como en otros, “todo se hizo de manera legal”, que “no puede haber ilícito porque el remate no se llevó a cabo” y otras cuestiones por el estilo, pero el intento de despojarle al Estado de un patrimonio histórico existió y debe ser investigado.

No hay derecho a tener que dormir con un ojo abierto, ni estar a expensas de que alguien renuncie o “filtre” datos para recién entonces enterarnos de cuestiones que son de carácter público y de sumo interés nacional.

¡Sanos y salvos!

Vivimos días oscuros, a nadie ya le cabe la menor duda. Una epidemia que se expande sin cesar, al igual que el desempleo y la pobreza, más escándalos de corrupción no resueltos, ya eran detonantes suficientes para desencadenar una crisis aguda, a los que ahora se incorporó otro factor que nunca nos abandonó pero que se hallaba en estado latente: La violencia.

Su reaparición se dio primero en el confuso episodio que protagonizaron efectivos de la Fuerza de Tarea Conjunta(FTC) y del autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), en Yby Yaú, que arrojó como saldo la muerte de dos niñas de 11 años. Y este miércoles, apenas 7 días después, se hizo nuevamente presente con el secuestro del exvicepresidente de la República, Óscar Denis, y de un empleado a su cargo, Adelio Mendoza, ocurrido en la zona de Bella Vista norte (Amambay), que se le atribuye a la misma banda criminal.

Cualquier secuestro conmociona, como lo demostraron todos los casos anteriores, pero cuando se trata de una persona pública de vasta trayectoria política, como Denis, en un contexto de por sí “volátil”, como el actual, las cosas se tornan aún más complicadas y sus consecuencias difíciles de prever.

El gobierno reaccionó esta vez con más cautela, al menos hasta ahora. Su porta voz, el ministro del Interior Euclides Acevedo, anunció el “despliegue de fuerzas en la zona” con el fin de rescatar a los secuestrados. Pero algo más, también deslizó una caracterización de lo acontecido al señalar la connotación política que reviste el hecho, lo que genera mayor incertidumbre respecto al posible curso de los acontecimientos.

¿Por qué lo de la incertidumbre? Porque si bien esta se halla presente en actos similares que persiguen objetivos extorsivos, en estos casos se presume que al aceptar las demandas de los captores o acordar lo que fuere en esta materia, se pondría fin al cautiverio, pero si el móvil fuera político, como dice Euclides, el escenario que se abre es más incierto.

Siguiendo el hilo que dejó abierto el ministro, en gran medida compartido por periodistas, analistas y otros actores, las preguntas serían si la banda criminal quiere negociar algo, que desconocemos, o si es un acto de venganza, una “réplica” a lo sucedido en Yby Yaú, lo que disminuiría sensiblemente las posibilidades de que todo esto termine de manera favorable.

Nosotros, demás está decirlo, no lo sabemos y sería irresponsable avanzar en este terreno, hasta tanto surjan más informaciones al respecto, sea porque se pronuncien los secuestradores o por los datos que divulguen el Gobierno y los organismos de seguridad, que claramente fueron sorprendidos por este desgraciado acontecimiento, lo cual deberá ser motivo de análisis y necesarias rectificaciones posteriormente.

La prioridad ahora es bregar por la recuperación de Denis y Mendoza sanos y salvos. Ese es nuestro mayor deseo, por ellos, por sus seres queridos, que están pasando por una de las peores angustias que pueda sufrir cualquier ser humano, y también por el país, que de otro modo se hundiría en un remolino de disputas y confrontaciones del cual sería más difícil salir.