El extraño del Parque Emeri

El terror que sentía al cruzar una plaza pública en Villa Hayes no era casualidad. Basilia llevaba el almuerzo a sus hermanos todos los días y la asechaban. La investigación científica terminó por aclarar quién cometió el crimen de la pequeña de 10 años.

Por Óscar Lovera Vera, periodista

El suelo árido del Chaco y su alta temperatura no fecundaba más que transpiración y polvo. El viento soplaba indómito y trepaba su larga cabellera, se anidaba en los recovecos de la nariz y se sacudía la arenilla de las orejas. Era día tras día lo mismo. Basilia tenía 10 años y cada vez que se acercaba el mediodía sabía que debía dejar aquella descabezada muñeca a un lado, el grito ensordecedor de su madre anunciaba el momento de los mandados.

Era como un juego para ella, se hizo costumbre.

Basilia era una de las 10 descendencias de don Pedro Castillo, de 49 años, y doña Silvera Paredes, de 33 años. Iba al segundo grado en la escuela de su municipio, y vivía su niñez dentro de muchas carencias y la dura batalla de sobrevivir día a día como familia numerosa.

Parte de esa necesidad era su rutina, debía llevar el almuerzo a sus dos hermanos mayores: Pablo de 14 años e Ignacio de 12 años. Ambos trabajaban en una carbonería en la ciudad de Villa Hayes.

Tal vez dejar por momentos su infancia no era tan grato –como ver sus caricaturas en la televisión–, pero lo hacía porque su madre le recordaba, a cada instante, sobre la pobreza que sufrían. No había otra opción y debían ahorrar al máximo.

Llegó el viernes, era un 27 de agosto del 2004. Se cerraba una semana con muchas preocupaciones para la familia. Pedro acababa de conseguir un trabajo por cierto tiempo y no podía dejarlo escapar.

Sin embargo, la noche anterior eso le quitó el sueño. Quería ser él el que llevara la vianda a sus dos muchachos para evitar que Basilia lo siga haciendo. La pequeña contó que un hombre la asechaba al cruzar la plaza pública del barrio. Le silbaba y gritaba cosas que no alcanzaba a comprender.

LA OPORTUNIDAD LE COSTÓ CARA

A don Pedro eso le remordía la conciencia, pero el trabajo que obtuvo le daría oxígeno en las cuentas y podía pagar algo de sus deudas y comer mejor. Tuvo que disipar de su mente ese tormento y renunciar a la idea. Al día siguiente todo sería igual.

Un movimiento pendular, las dos cacerolas al viajar. Los golpes en el utensilio confesaban la batalla en sobrevivencia de la familia. El fuego dejó tatuado su oscura labor tras el fogón en leña o carbón. El vapor del puchero chocaba contra la tapa y una pequeña abertura se complotaba para dejarla pasar. Basilia la cargaba con dificultad, debía hacerlo durante 20 minutos. El kilómetro no siempre presentaba demora, salvo por aquel extraño del Parque Emeri.

Se acercó a aquel lugar y para acortar su camino, lo decidió tomar. El miedo no permitió que se vuelva a apoderar y afrontando el tormento prefirió continuar. Al final del trayecto Pablo e Ignacio le esperaban ansiosos, el hambre no daba tregua.

Al final del parque soltó un suspiro de alivio, no estaba aquel que siempre le gritaba cosas que no entendía, pero sí le provocaban miedo. Sonrió, recordó una canción y la tarareó.

Las piedras crepitaron a su espalda, sintió que alguien se acercaba. Su presencia era fuerte y prefirió continuar su lenta marcha. Pero la silueta invasiva de una bicicleta se asomó a un costado y no pudo evitar mirar. Era un hombre y este le habló.

“¿A dónde vas, pequeña?”. Con voz suave y tímida respondió: a llevarle comida a mis hermanos…

El hombre insistió: “¿Y eso dónde es?”. En la carbonería, dijo Basilia. “Cerca de Acepar”, agregó.

Aquel desconocido insistió en su conversación y le propuso: subite, yo te llevo. Vas a llegar más rápido. Basilia detuvo su marcha al instante, la idea no le desagradó. El caldo arremetió contra la pared de la olla por fuerza de la inercia. Miró al hombre arrugando los ojos, el sol le daba de pleno y resplandecía en su rostro. En su inocencia lo vio de confianza. Levantó una pierna por encima del eje del biciclo y se acomodó en él. Los brazos velludos del conductor la rodearon para sostener el manubrio y la marcha se emprendió.

12.30. NO ERA HABITUAL

Las tripas les crujían, el organismo les pedía reforzar lo ingerido en el desayuno. Ignacio se acercó a Pablo y le preguntó ¿no llegó Basilia, mba’e la oikóa (qué sucede)? Pablo pensó que –tal vez– su madre se retrasó con la comida y por eso su pequeña hermana no llegó a tiempo.

Eran las 12.30. Basilia aún continuaba montada en la bicicleta, lo irregular del terreno provocaba algunos brincos y ella se aferraba a las cacerolas de su madre, el repiqueteo del metal le ponía música al paseo y con ello se distrajo. Algo mortal. Su mente la llevó inconscientemente lejos del lugar y perdió la orientación.

El desconocido lo aprovechó y sin que ella se percatara retomó la senda en dirección al Parque Emeri. Al llegar, la bajó. Aparcó recostando su bicicleta por un árbol. Ella le preguntó qué hacían ahí, que ya pasó antes por ese sitio.

Él contestó que olvidó algo importante y que solo debía esperarlo, no demoraría mucho. Pero si tenía miedo, podía acompañarlo, caminando por un sendero detrás de los arbustos que rodeaban la propiedad.

La pequeña pensó unos segundos. Era eso o quedarse en ese sitio, que bastante espanto le provocaba. Decidió acercarse y su pequeña figura se fue mezclando con la vegetación a medida que se alejaba.

De pronto la marcha se detuvo, ella miró detrás y ya no alcanzaba a ver la calle principal. El hombre la sujetó del brazo y comenzó arrastrarla, ella gritó. El jadeo de su respiración iba cada vez más en frecuencias cortas. Sus pies buscaban sujetarse a algo que la permita soltarse y escapar.

Ya no tenía fuerzas, él no la miraba. Su mentón apuntaba al horizonte y los ojos de la niña estaban llenos de húmedo clamor. No lograba huir.

Llegaron hasta un frondoso árbol de karanday. Ahí la lanzó contra la tierra, el pequeño cuerpo se desplomó. Arrancó su ropa y desgarró el lienzo de su inocencia y tras ello –con ambas manos– descargó su ira irracional.

Su vida se fue apagando, su pecho se inflaba con dificultad, le costaba respirar. La soltó. Quedó inconsciente.

El asesino miraba fijamente el cuerpo, buscando algún signo de vida. A un costado reconoció una piedra, la tomó con la mano derecha y se aseguró que no sobreviva. Su brutalidad no cesó, recolectó hojas secas de alrededor y cubrió el cadáver con ellas, tomó unos fósforos que usaba para encender sus cigarrillos y arrojó la llama sobre la hierba. El fuego fue consumiendo su atrocidad, las llamas se reflejaban en sus dilatadas pupilas, reflejando su cobarde acción.

Se arregló las ropas y giró sobre sí. A sus espaldas seguía incinerándose a medio cuerpo y la otra mitad semidesnuda. Él huyó.

Cuatro horas después. Dos mujeres iban conversando entretenidas, sujetaban a sus vacas a las que llevaban a pastar, se internaron en el sendero, detrás del Parque Emeri, donde la hierba era abundante para el ganado. Cuando llegaron a la mitad del camino vieron ambas con estupor una pequeña figura humana, el susto las inmovilizó y se quedaron sin hablar hasta mirarse una a la otra. No podían entender la crueldad en el cuerpo de esa niña, ni saber de qué se trató. El fuego consumió el rostro.

La policía y el forense llegaron al lugar en simultáneo. El médico determinó que la pequeña murió a consecuencia de un traumatismo craneoencefálico, asfixia por compresión mecánica (con las manos) y quemaduras graves.

La agente fiscal –una determinante mujer con experiencia de años en casos de crímenes– Rafaela Fernández ordenó a los policías que trasladen el cuerpo a la morgue de la ciudad. Tomó unos guantes, juntó a los agentes de Criminalística y recogió todo lo que encontró en un radio de 15 metros, una en particular: los rastros de neumático de una bicicleta que quedaron impregnados en el suelo. La evidencia era fundamental para identificar al criminal.

Horas después, el médico Alfredo Chirife confirmó las lesiones encontradas en la escena del crimen. A ello sumó un golpe en el rostro y el desprendimiento del himen. Abusaron de la niña, doctora. Dijo con impotencia el especialista. No podía evitar la congoja. Chirife hizo una pausa y luego le mostró un recipiente de laboratorio y explicó “Tomé muestras de fluido seminal, sometidos a una prueba tendremos al autor de este asesinato…”. Gracias doc, respondió la fiscala. Se mostró fuerte, pero sentía que por dentro se derrumbaba, no encontraba explicación para esa bestialidad.

LAS CACEROLAS DE MAMÁ

Aún faltaba identificar a la pequeña. El rumor comenzaba a introducirse en los caminos vecinales, su propagación fue veloz que en minutos llegó a oídos de sus hermanos. Pablo e Ignacio salieron de la carbonería y presurosos llegaron al parque. La marcha se detuvo cuando reconocieron las ollas, estaban en el suelo, el caldo se había secado. La tierra lo succionó. Estaban estupefactos. ¡Es de mamá!, dijo Ignacio a Pablo. Iban recogiendo los trastos hasta encontrar los residuos del fogón. ¿Qué pasó acá?, preguntó Pablo a un policía que quedó a resguardar el lugar. El agente contestó: “Encontraron el cuerpo de una nena, parece. Estaba quemado…”. Pablo e Ignacio se miraron y supieron que se trataba de Basilia.

La policía de Homicidios comenzó con la ronda habitual de interrogatorio. El casual y particular. El casual les permitió colectar las características del sospechoso: un hombre de estatura promedio, de contextura delgada, de piel morena, barba saliente y que se paseó horas antes del crimen con una niña montada en la bicicleta. Conversando con sus pares de la comisaría local se permitieron escribir una lista rápida de presuntos autores.

Esto los llevó a dos viviendas del barrio María Auxiliadora. La primera era de Félix Octavio, recogieron prendas de vestir, cuchillos, una escopeta y una bicicleta. Sus sospechas aumentarían al cotejar su identidad con la base de datos policial: Octavio poseía antecedentes por abuso sexual y lesión en niños. Para ellos este era el autor. Horas después llegaron a la segunda casa, pertenecía a Domingo Giménez, tío de Basilia. En la casa encontraron algunas vestimentas con manchas similares a la sangre y hallaron –también– una bicicleta. Para ese entonces pasaron cuatro días, tenían dos sospechosos, pero un perturbador instinto policial les decía a los policías que esto no podía ser tan fácil.

Ampliaron las declaraciones casuales, volvieron a recorrer el barrio y se entrevistaron con todos los vecinos. Un tercer sospechoso brotó en esas conversaciones. Era un nombre a quien todos temían. Pero lo que más les extrañó es la declaración de un agente de policía, poblador de ese lugar. Ese hombre entrenado y agudizado en el olfato también vio a la pequeña viajar en aquella bicicleta, con el peligroso extraño, y no dijo nada.

Una operación sigilosa –luego de días de vigilancia– permitió dar con el tercer sospechoso. En la casa encontraron prendas con las características que dieron testigos, tenían sangre. Hallaron una bicicleta y zapatos. Las manchas de sangre fueron sometidas a un análisis forense y finalmente la duda se disipó. Era él. Los exámenes dieron positivo y su ADN coincidía con el fluido seminal encontrado en el cuerpo de su víctima.

Dos años después. Mario Ramón Ruiz Díaz enfrentó a un tribunal. La condena fue de 25 años de cárcel como único autor del crimen de Basilia. Domingo y Octavio fueron puestos en libertad tras corroborarse que no estaban vinculados al asesinato.

Empleo doméstico en Paraguay: años de lucha y victorias que hoy son letra muerta

Pese a años de luchas y reivindicaciones, con importantes logros en materia de derechos laborales, el empleo doméstico sigue siendo uno de los sectores más olvidados en nuestro país, no solo por las autoridades, sino también por los mismos empleadores que, en ocasiones, carecen de empatía con aquellos que los acompañan en su día a día.

Por Robert Bourgoing (@robertb_py)

Muchas llegan por recomendación, otras simplemente consiguen el puesto mediante algún anuncio en redes sociales. En el peor de los casos, se trata de adolescentes que son forzadas a trabajar bajo el régimen del criadazgo y en la modalidad “sin retiro”.

Nos referimos a las empleadas domésticas, mujeres que con sacrificio y esmero dedican gran parte de su jornada, olvidando a veces el cansancio o la fatiga, para trabajar en residencias particulares al servicio de alguna familia.

Según datos de la Encuesta Permanente de Hogares realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), cerca de 214.000 personas se desempeñaban como trabajadores domésticos al cierre del último trimestre del 2023. En su mayoría, se encuentran en el área urbana.

Con el transcurrir de los años, este sector ha logrado importantes reivindicaciones en materia laboral, siendo la más importante la obtenida en el año 2019 cuando fue aprobada la modificación de la Ley Nº 5407 “Del Trabajo Doméstico”.

QUÉ DICE LA LEY

A partir de la promulgación de la nueva ley, los trabajadores domésticos (entre los que se incluye también a jardineros, choferes de familia, niñeras, mucamas, cocineras, mandaderos, entre otros) tienen derecho a cobrar el 100% del salario mínimo legal vigente, que hoy día equivale a G. 2.680.373.

Así también, adquirieron el derecho a acceder al seguro social del Instituto de Previsión Social (IPS), que automáticamente les brinda el beneficio de contar con cobertura médica y sumar sus aportes para la jubilación.

La vigente Ley de Trabajo Doméstico establece que la jornada laboral de trabajo no debe exceder las 8 horas diarias o 48 horas semanales cuando se trata de jornada diurna, mientras que, el límite en el horario nocturno es de 7 horas de trabajo y 42 horas semanales.

Asimismo, también se contempla el pago de horas extra en caso de superar las 8 horas diarias de trabajo o desempeñar las actividades en el horario nocturno. Para este último escenario, se estipula la bonificación adicional del 30%.

Las personas que desempeñan su actividad laboral bajo la modalidad sin retiro tendrán derecho a un descanso intermedio mínimo de 2 horas, mientras que aquellos que realicen su actividad bajo la modalidad con retiro tendrán derecho a un descanso intermedio de 1 hora. En ambos casos, no se computan como horas trabajadas.

El Artículo 7 de la Ley 5407/15 estipula que es obligatoria la firma de un contrato escrito entre el empleador y el trabajador doméstico, independientemente de la labor que desempeñe en el hogar donde cumple funciones. El modelo se encuentra disponible para su descarga gratuita en la página del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTESS).

DEL DICHO AL HECHO…

Ante los datos expuestos, vale hacernos la pregunta obligada de ¿cuál es la realidad actual de las empleadas domésticas en Paraguay?, ¿se cumple la ley o, como en tantos otros casos, es solo “letra muerta”?

Para Myriam Agüero, presidenta del Sindicato de Trabajadoras Domésticas del Paraguay (Sintradop), la situación aún sigue siendo difícil, pese a los logros y victorias que han obtenido con el paso de los años.

Sobre este punto, confirma lo que ya suponíamos: pese a la promulgación de la ley y los últimos cambios introducidos, el porcentaje de trabajadoras domésticas formalizadas y con seguro de IPS sigue siendo escaso.

Por si fuera poco, aún son miles las que siguen sin percibir el salario mínimo estipulado por ley, excediendo, en muchos casos, las 8 horas de trabajo diarias. “Lastimosamente la gente está acostumbrada a eso. No hay una fiscalización, entonces nadie hace caso”.

LOS “PATRONES” Y LA FALTA DE EMPATÍA

Agüero lamenta que hasta hoy día tengan que seguir hablando de estas injusticias laborales y exigiendo el cumplimiento de lo que les corresponde por ley, siendo conscientes de que no es mucho lo que pueden llegar a conseguir al ser víctimas de un sistema que las obliga a trabajar sin descanso para llevar el pan de cada día a la mesa.

Muy poco se cumple (la ley), hay algunos que sí, pero son pocos”, refirió la titular del primer sindicato de empleadas domésticas de Paraguay, que a la fecha aglutina a cerca de 300 mujeres de diferentes puntos del país. Según estimaciones del gremio, apenas llegaría al 10% el porcentaje de colegas que son aportantes y figuran en IPS.

Esta situación tiene su origen en la falta de conciencia y empatía por parte de quienes ellas acostumbran a referirse usualmente como “patrones”. A esto se le suma el menosprecio, la discriminación o el rechazo que sufren en ocasiones, cometidos por los mismos que han decidido contratarlas para cumplir diversas labores en la casa.

A más de 5 años de la última reforma en la ley que rige el empleo doméstico, quienes forman parte de este segmento siguen elevando su voz para exigir que se respeten sus derechos y se pueda dar cumplimiento a lo que está escrito, pero principalmente, por lo que tanto han luchado.

Parkinson: el conocimiento del doctor Mime, la historia de Pinsón y las posibles salidas

El pasado 11 de abril se conmemoró el “Día Mundial del Parkinson”, en relación a la enfermedad neurodegenerativa y más frecuente después del Alzheimer. En nuestro país, una de las voces calificadas para hablar del tema era el doctor Mime, quien dejó innumerables conocimientos sobre el padecimiento. Actualmente, uno de los casos más sonados es el del periodista deportivo argentino, Emiliano Pinsón, cuya historia la repasaremos a continuación.

Por Juan Riveros (@JuancitoRiveros)

El “Día Mundial del Parkinson” se viene conmemorando desde el año 1997, cuando la Organización Mundial de Salud decidió declarar esa fecha en honor al médico clínico y neurólogo inglés James Parkinson, por describir por primera vez este trastorno.

El Parkinson tiene como característica al temblor de las extremidades en reposo, rigidez, lentitud en los movimientos, cambios en la expresión facial en la postura y en voz, así como problemas para deglutir.

Uno de los más conocedores de la materia en nuestro país siempre fue el Dr. Miguel Ángel Velázquez (+), conocido como el Dr. Mime, quien ya no está con nosotros, pero dejó interesantes aportes desde su experiencia y sabiduría sobre la neurociencia.

En relación al Parkinson, Mime indicaba que la falta de dopamina en el cerebro es la causa principal de la enfermedad y que los síntomas ya mencionados anteriormente, pueden ir empeorando con el tiempo. De acuerdo a lo explicado por el neurólogo, no existe una cura, pero sí tratamientos que pueden ayudar a controlar los síntomas.

Afirmaba también que el Parkinson no solo afecta el movimiento, sino que también puede tener un impacto en la función cognitiva, el estado de ánimo y la calidad de vida en general. “Los estudios sugieren que el ejercicio regular puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad, así como mejorar la salud general de los pacientes”.

En una de sus últimas columnas para el Diario La Nación, en referencia al Parkinson, Mime hablaba de “la luz al final del túnel”, en relación a los avances en la investigación y el tratamiento para mejorar la calidad de vida de los pacientes, abriendo nuevas vías para comprender la enfermedad.

Entre uno de los avances destacados por el neurólogo, se encuentra la identificación de biomarcadores, que son medidas objetivas que se pueden utilizar para diagnosticar la enfermedad y monitorizar su progresión. Según Velázquez, esta herramienta podría ayu­dar a los médicos a identificar el trastorno en sus etapas tempranas, cuando los trata­mientos pueden ser más efectivos, y también podrían ayudar a los investigadores a entender mejor los procesos subyacentes que lo causan.

Asimismo, mencionaba que los investigadores están explorando nuevas opciones de tratamiento para el Parkinson, incluyendo el uso de tec­nología wearable y dispositivos de estimula­ción neuromuscular.

LA CONMOVEDORA HISTORIA DE EMILIANO PINSÓN

Los amantes del deporte crecimos con el programa “Fútbol para todos”, transmitido cada siesta por el canal Fox Sports. Uno de sus conductores era el periodista argentino Emiliano Pinsón, cuya historia actualmente conmueve a toda la Argentina y América Latina, por su lucha contra la enfermedad del Parkinson.

Emiliano padece Parkinson desde el 2021, haciendo que tenga que cambiar su ritmo de vida para encarar el tratamiento. Desde ese entonces, se volvió un ejemplo para todos aquellos que tienen el mismo padecimiento, con muestras de fortaleza, dedicación y a través de su rol de comunicador, como portavoz de conciencia sobre dicho mal.

Con el correr de los años, la enfermedad de Pinsón se fue agravando y días atrás sorprendió a todos con un conmovedor anuncio de que dejaba su labor en radio para enfocarse de lleno a sus tratamientos.

“Tengo un Parkinson atípico, condicionotomía. Eso quiere decir que no es el Parkinson rígido como estaba diagnosticado. Es un Parkinson que tiene un inconveniente que no está muy bien estudiado porque justamente varía en su desarrollo. El temblor común ya está estudiado. Tiene una conducta muy parecida durante tantos años y después o estás más rígido o menos y tembloroso igual, y es operable porque se encuentra en el hipotálamo, en el cerebro”, explicó Pinsón.

Agregó que, del síntoma de la rigidez, ya pasó a un cuadro de atrofia, perdiendo fuerzas. “Si vos leés los libros, que no hay que leerlos, no, hoy no hay que googlear, es... me queda poco tiempo. No es broma. Vamos a tratar de que no. Siempre las estadísticas están hechas para romperse, así que yo pienso ser uno que rompe estadísticas”, refirió el periodista, quien cuenta con el apoyo de toda una afición deportiva local e internacional.

Neuronas espejo: por qué los niños aprenden más rápido de lo que ven, que de lo que escuchan

El descubrimiento de las neuronas espejo fue uno de los más interesantes de la neurociencia a finales del siglo XX. Esto permitió comprender que los niños aprenden más de las acciones que de las palabras. En ese sentido, todos los adultos tienen la gran responsabilidad de educar con el ejemplo.

Hay una frase conocida a nivel popular que menciona que los “niños son como esponjas”, absorben todo lo que ocurre a su alrededor e imitan el comportamiento de los que los rodean, especialmente el de sus padres. Por eso es muy importante que todo padre, madre o encargado del cuidado de un niño o niña sea consciente del tipo de comportamientos y actitudes que asume en determinados sucesos o eventos de la vida cotidiana.

Pero ¿a qué se debe este comportamiento tan particular de los pequeños?

La respuesta la dio la ciencia, específicamente la neurociencia en el año 1996. Y se debe a las “neuronas espejo” que justamente son uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX vinculados al aprendizaje.

Observar el día a día de la convivencia familiar parece suficiente para entender el gran peso que tiene el comportamiento de los padres en la educación de sus hijos. Sin embargo, en la actualidad, vamos un poco más allá y sabemos que hay, además, una justificación científica.

La neuropsicología y la neurociencia nos aportan una explicación objetiva del porqué de esta influencia. De por qué los niños aprenden de las personas que están a su cargo con tanta facilidad. Y de cómo sus aprendizajes no se refieren solo a contenidos. También repercuten en las emociones, las intenciones y las conductas.

En ese contexto, el pediatra Robert Núñez explicó que las “neuronas espejo” son un grupo de células nerviosas o neuronas que se activan durante una actividad concreta y también al observar a otra persona que realiza la actividad.

“Estas células constituyen el sustrato cerebral de la imitación y la empatía. Son decisivas para el aprendizaje, tanto de acciones como de emociones e intenciones. El estudio y conocimiento del cerebro avalan una idea básica sobre el aprendizaje y es que este se produce más por lo que se ve que por lo que se dice. Por lo tanto, tenemos una gran responsabilidad a la hora de guiar a los niños, porque somos modelos para ellos”, argumentó el doctor.

El secreto de la imitación

El hallazgo de las neuronas espejo fue fortuito.

En 1996, un grupo de investigadores liderados por Giacomo Rizzolatti realizaba pesquisas con unos macacos, cuyos cerebros tenían monitorizados. Sin buscarlo, se dieron cuenta de que unas células neuronales situadas en la zona motora del lóbulo frontal y en una parte del lóbulo parietal se activaban, no solo cuando los animales realizaban un movimiento, sino también cuando veían que lo hacían los investigadores.

Ante este descubrimiento tan destacado, siguieron adelante con sus estudios. Finalmente, llegaron a la conclusión de que en el cerebro humano existen también este tipo de neuronas. Y no solo eso. Demostraron, además, que están conectadas con el sistema que regula las emociones, la memoria y la atención.

En palabras simples, estas neuronas se asemejan en su comportamiento al de un espejo. Reflejan la acción que observamos en otro individuo en nuestro cerebro y este realiza las mismas conexiones neuronales que si dicha acción la estuviéramos realizando nosotros.

Esto ocurre, por ejemplo, cuando vemos a alguien hablar. Nuestras regiones cerebrales encargadas de la fonación y el habla se activan como si fuéramos nosotros los que hablamos, se produce esa conectividad neuronal.

Además, estas neuronas no solo producen el reflejo en el plano motor, sino que también funciona en el ámbito emocional, ya que están vinculadas al sistema límbico, responsable de la regulación de las emociones. Por ejemplo, cuando vemos a otra persona sonreír, nuestras neuronas espejo crean una simulación interna de su sonrisa en nuestro cerebro. A su vez, se conectan con el sistema límbico y hacen que acabemos compartiendo ese sentimiento alegre.

Así pues, la risa contagiosa, la emoción que se traspasa de una a otra persona, leyendo un libro o viendo una película, y los bostezos “que se pegan” son otros casos de activación de estas neuronas.

¿Qué relación tienen las neuronas espejo con la educación?

Con este descubrimiento nos encontramos con la apasionante idea de que, hagamos lo que hagamos en la educación de nuestros hijos, tendrá una gran repercusión en ellos. El estudio y conocimiento del cerebro avalan una idea básica que siempre hemos tenido.

La relativa a que el aprendizaje se produce más por lo que se ve, que por lo que se dice.

Por lo tanto, los adultos tenemos la gran responsabilidad a la hora de guiar a los niños, porque somos modelos para ellos. De fortalezas, de debilidades, de nuestras respuestas ante sus demandas y preguntas, y de actitudes que favorecen o complican las enseñanzas que nos proponemos darles.

El ambiente que generamos en la familia, las voces templadas o los gritos, la tranquilidad y la armonía o la crispación, serán representaciones mentales en los cerebros de los pequeños, cuyas neuronas espejo ensayan silenciosamente durante 24 horas al día para poder actuar en el momento en el que se presente la ocasión.

Si observamos los comportamientos de padres y madres, es posible darse cuenta de que muchas veces corrigen lo mismo que, sin querer, ellos han enseñado.

Pretendemos que los niños no griten a sus compañeros cuando se enfadan, pero a menudo los adultos se enfadan y reaccionan gritando. De este modo pierden la capacidad de actuar y la oportunidad de enseñar la habilidad del autocontrol.

Por ello, es importante comprender que siempre se enseña o aprende algo, aunque en ocasiones sea negativo. Esto invita a la reflexión, no solo sobre la capacidad para guiar a nuestros hijos, sino también sobre la manera de hacerlo.

La clave está en sustituir los discursos magistrales por interacciones, resolución conjunta de problemas y trabajo cooperativo.

En ese contexto, el doctor Núñez indicó que los niños necesitan adultos responsables que los atiendan con afecto y comprensión, que dediquen tiempo para mirarlos, escucharlos, acompañarlos, guiarlos y compartir todas las experiencias de su vida. Que les permitan equivocarse y aprender tanto de sus errores como de sus aciertos.

“Los niños aprenden por neuronas espejo, cuando sos honesto, tu hijo aprende a ser honesto y a asumir sus responsabilidades”, aconsejó.



Etiquetas: