El furor en los 70 y 80: los juegos universitarios paralizaban el país

Era una fiesta deportiva que convocaba a estudiantes y uno de los pocos espacios de libertad que tenían los jóvenes en plena dictadura stronista. Una charla con algunos de los protagonistas y testigos de aquellas jornadas que marcaron historia.

“Mirá la fuerza que tenían los juegos universitarios que durante los 15 días que duraba el evento, el Gobierno dejaba sin efecto el edicto”, dice Pedro García, o mejor don Pedrito García, palabra mayor en esto de hablar sobre lo que fueron los juegos uni­versitarios en nuestro país. Y cuando habla del edicto se refiere al célebre y triste edicto Nº 3, mediante el cual el régimen estronista obli­gaba a toda la gente a tener que despejar las calles antes de la medianoche.

Pedrito García nos recibe en su casa del centro mismo de Asunción. De sus 70 años, 56 los dedicó cubriendo deporte para su querida Corporación Deportiva Fénix. Conocedor como pocos de los deportes amateurs, la invitación para dialogar sobre los juegos uni­versitarios es para él un viaje en el tiempo.

Recuerda aquellas jornadas y se muestra muy seguro para afirmar que era “la verdadera fiesta del deporte” de Para­guay, ya que no solamente convocaba a los universita­rios, sino a toda la gente que esperaba con ansias los meses de agosto para disfrutar de los atletas, de los partidos, de los juegos. En principio, las dos universidades que participa­ron de estos eventos fueron la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y la Univer­sidad Católica (UCA), a través de sus diferentes facultades.

En rigor, los juegos univer­sitarios se convirtieron en una fiebre juvenil imposible de parar. El evento arrancó primeramente en el ex esta­dio Comuneros de Asunción, recinto polideportivo más importante que tenía el país en ese entonces. El Comune­ros fue el estadio que en aque­lla época cobijó los eventos deportivos más importantes que tuvieron trascendencia mundial como, por ejemplo, el primer partido de fútbol de salón en el mundo entre las selecciones de Paraguay y Argentina, que se disputó en el mismo año, 1965.

Además, el Comuneros sir­vió para sudamericanos de basquetbol y otras discipli­nas que en los 60 congre­gaba mucha gente. En enero de 1978, una tormenta tro­pical derrumbó los pilares del futuro tinglado que iba a tener el polideportivo. Tras este hecho, el gobierno de Stroessner decidió expro­piar el lugar.

Cuenta Pedrito García que debido al crecimiento que iban teniendo los juegos, se fue cambiando de escenario para la jornada de apertura. Después del Comuneros, se utilizó el Adriano Irala, de Cerro Porteño. Posterior­mente, el estadio Manuel Ferreira, de Olimpia, hasta que se tuvo que llegar al mítico Defensores del Chaco.

“Los juegos universitarios no solamente eran una fiesta en los días de las competencias, sino en todo lo que se gene­raba ya antes. Una semana

antes los estudiantes de las facultades estaban en el esta­dio, cuidando sus lugares, juntando las cosas que iban a preparar para la presenta­ción. Eso siempre era muy importante porque uno de los premios fundamentales era para la mejor hinchada”, dice Pedrito García.

LA COBERTURA MEDIÁTICA

Las crónicas de aquellas épo­cas hablan de jornadas for­midables a pleno deporte. Un partido de fútbol de salón congregaba a mil o dos mil personas. Un encuentro de balonmano podía meter fácil­mente esa misma cantidad de público. Lo mismo con otros deportes que no son demasia­dos populares, como la nata­ción o el remo. Ni hablar de lo que era el fútbol de campo, deporte ya de por sí masivo.

El conjunto de los juegos uni­versitarios era acompañado por una cobertura mediática total. Los medios impresos de esa época, como Abc Color, Última Hora y Hoy, le dedica­ban páginas y páginas, inclu­yendo tapas y contratapas. El evento tenía ese acompaña­miento por lo que generaba en la gente.

Además, las radios estaban con informes en forma cons­tante y los canales de televi­sión, primero canal 9 y luego canal 13, también se sumaron a alguna cobertura. Es decir, los juegos en sí estaban en los medios porque eran impor­tantes, no porque salían en los medios.

En aquellos tiempos, la jor­nada inaugural se hacía en el Defensores y después se empezaba con la ronda de los deportes. Eran días muy intensos. “Terminábamos las jornadas ya de madru­gada. Había años que se jun­taban los partidos por facto­res ajenos, alguna lluvia, una cancha que no se podía usar, entonces se tenía que repro­gramar. Muchas veces, la jor­nada se extendía hasta bien entrada la noche en alguna cancha con luz”, recuerda Pedrito, que ya en esa época relataba todos los partidos que podía.

El periodista recuerda que una cuestión que caracteri­zaba a aquellas jornadas era la cantidad de gente por las calles de Asunción. Resulta que los partidos de los dife­rentes deportes se calenda­rizaban en clubes de la capi­tal. Entonces, si la Facultad de Ingeniería jugaba con su equipo de fútbol de salón en el Clemente y luego un par­tido de voleibol en Cerro Por­teño, entonces su hinchada salía del primero e iba como caravana a la otra sede. Y esa misma situación se planteaba con todas las dos universida­des y sus diferentes faculta­des. Era una marea de jóve­nes por las calles.

Pedrito, que tiene tantos recuerdos intactos como canas, habla además de la trascendencia que tenían los juegos para los mismos deportistas que encontra­ban en este evento una opor­tunidad para mostrarse. Era prácticamente una pequeña olimpiada para los estudian­tes que además practicaban deporte.

“En los juegos universitarios brillaban los mal llamados deportes menores, pero que en realidad son los que traje­ron las alegrías más grandes a nuestro país a lo largo de la historia”, asegura el perio­dista.

EXPRESIÓN SOCIAL Y CULTURAL

“Para nosotros fue siempre una manera de expresar­nos. Los juegos universita­rios fueron un espacio total de los jóvenes, de todos los estratos sociales, en donde aprendimos a ser atletas y también a ser dirigentes”, expone Marcelo Bedoya, quien fue miembro de la Confederación Universita­ria de Deportes del Para­guay (CUDP), el organismo que se encargaba desde fina­les de los años 70 de organi­zar todo el evento.

El dirigente expone una situación que sirve además para graficar la fuerza que tenían estos juegos. “Nunca, durante todos los juegos que la CUDP organizó, se permi­tió el ingreso de la Policía a ninguna de las canchas que se utilizaron para jugar, ni uno solo”, asegura Bedoya.

Actualmente, Bedoya es el presidente de la Confedera­ción Sudamericana de Bas­quetbol (Consubasquet), miembro de la Federación Internacional de Basquet­bol (Fiba). El dirigente recibe a La Nación en su despacho que está adornado con reco­nocimientos, fotos y recor­tes de periódicos que guar­dan relación con su carrera dirigencial.

Para él, hablar de los juegos universitarios es un placer y significa rescatar recuerdos, anécdotas y grandes momen­tos que vivió siguiendo los deportes que se tenían en estos juegos. “Para nosotros fue una enorme escuela, una gran escuela que formó a extraordinarios dirigentes y dio oportunidades a muchos jóvenes para que, a través del deporte, puedan acceder a una carrera universitaria”, dice.

Sobre este último punto, Bedoya explica que los cen­tros de estudiantes o facul­tades ya tenían sus propios “ojeadores” que iban pregun­tando en los colegios sobre los estudiantes que tenían algún talento para el deporte, de tal modo de poder inscribirlo en la universidad y así defender sus banderas.

“Si bien los juegos empezaban entre agosto o setiembre, los trabajos ya empezaban entre noviembre o diciembre del año anterior porque la gente ya preguntaba en los colegios qué alumno o alumna era bueno para voleibol, para el atletismo, para algún deporte que pueda significar tener un buen elemento para com­petir en los juegos”, expone Bedoya.

El dirigente deportivo agrega que los juegos pasaron a ser una expresión popular y polí­tica, más allá de lo deportivo. “Era una época en la que se sabía cómo era el Gobierno, pero igual se organizaba y dentro de lo que fue la CUDP, jamás se mezclaron las cosas. Nosotros estuvimos ahí por un ideal que fue siempre el deporte, hacer que eso sea para todos”, dice Bedoya.

Por eso cree que los juegos universitarios se transfor­maron con los años en la mayor fuerza expresiva de la juventud. “En 1977, para la inauguración de los juegos de ese año se vendieron 58 mil entradas en el Defenso­res del Chaco. Dos días antes ya no había tickets, era una verdadera locura aquello”, recuerda Bedoya.

Las anécdotas le sobran como los nombres de dirigentes que estuvieron y se formaron con los juegos universitarios y ni hablar de los deportistas que a lo largo de los años forma­ron parte de los juegos.

De hecho, Bedoya sostiene que la gran motivación que tenían muchos deportis­tas jóvenes que salían de los colegios era participar de los juegos universitarios, ya que acceder a esa competen­cia significaba una oportu­nidad única, por todo lo que implicaba.

Pedrito García dice que si bien el fútbol de campo desde siempre convocaba a las masas, durante los juegos universitarios las demás dis­ciplinas como artes marcia­les, la natación, el fútbol de salón, el atletismo, ajedrez, entre otros, ganaban notorie­dad y, sobre todo, un público entusiasta de seguir a nuevos valores deportivos.

“Después de los juegos uni­versitarios se tiene algo mucho más grande a nivel mundial, que son las univer­siadas, que se realizan en los años impares. Estos juegos convocan a los atletas gana­dores de cada competencia de sus juegos universitarios, por lo que tiene una impor­tancia muy grande. De hecho, las universiadas están reco­nocidas por el Comité Olím­pico Internacional (COI)”, dice García.

Y hay que darle fe a lo que dice Pedrito. La universiada de este año se realizó en Nápo­les, Italia. La ceremonia inau­gural fue en el histórico San Paolo, estadio del club Nápo­les, el pasado 3 de julio. Hubo 60 mil espectadores.

EL FUEGO SE FUE APAGANDO

Sobre la razón del porqué los juegos universitarios en nuestro país dejaron de tener esa enorme trascen­dencia que tenía hasta fina­les de los 80, Pedrito Gar­cía encuentra una serie de razones, pero sintetiza en dos puntos: la politización exagerada de los centros de estudiantes, lo que acarreó con eso la corrupción y, por ende, el descreimiento de lo que se venía haciendo; por el otro lado, los malos manejos de algunas facultades.

Para Bedoya, otra de las razo­nes fue el crecimiento a dis­creción de la cantidad de universidades a diferentes escalas y eso hizo que se haga difícil organizar a todos, por lo que probablemente esto también haya influido en la baja en cuanto a la atracción de los juegos.

Con el paso de los años, la CUDP también dejó de tra­bajar y nació así la Asociación Nacional Deportiva Universi­taria del Paraguay (ANDUP), que es la organización que nuclea a las universidades y la organizadora de los juegos universitarios actualmente.

Si bien los mismos siguen generando su propio entu­siasmo a nivel estudiantil, está lejos de ser lo que mues­tran los archivos y los recuer­dos de quienes participaron en aquellos juegos universi­tarios de los 70 y 80, años en que un grito deportivo era también uno de libertad, de juventud y una efímera rebeldía.

La educación cívica como herramienta para corregir la vida política

La educación cívica busca preparar a los ciudadanos para impulsar el desarrollo de la sociedad y reclamar los espacios de decisión que, a entender de Isócrates, debían quedar en poder de los mejores preparados, y no siempre a merced de los más votados y/o populares.

Por Gonzalo Cáceres-periodista

En diferentes momentos y en diferentes lugares, la educación cívica adoptó diversas formas y enfoques, reflejando las necesidades y valores específicos de cada sociedad. Sin embargo, su propósito fundamental ha sido siempre el mismo: promover una ciudadanía activa, informada y comprometida con el bienestar de la comunidad y el respeto por los derechos y la justicia.

La educación cívica tiene sus raíces en la antigua Grecia, donde se valoraba la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, especialmente con Isócrates, su principal referente.

¿QUIÉN FUE ISÓCRATES?

Isócrates fue un destacado orador y educador griego cuya influencia perdura a lo largo de los siglos. Su larga vida (436 a.C.-338 a.C.) atestigua una época bastante convulsa de su natal Atenas como de los conflictos entre las ciudades-Estado de Grecia y el enfrentamiento con el Imperio Persa, cuando apenas se veían superadas las guerras Médicas (492 a.C.-449 a.C.).

Este gran pensador se enmarcó en un ideal democrático diferente a las concepciones más directas de las que se practicaban en su tiempo. Aunque apoyaba el concepto general de la democracia (como forma de gobierno), tenía reservas sobre la forma en que se llevaba a cabo en la práctica, por lo que abogaba por una ‘versión’ modificada y más equilibrada del sistema democrático.

CIVISMO

Isócrates creía en la palabra como “transformadora” del régimen político y puso por delante la razón en lugar de la fuerza, porque el “punto crucial para mejorar a una sociedad” es la educación y, en especial, “la educación cívica como vía para recuperar y fortalecer a la democracia”.

Es por ello que se dedicó fervientemente a la enseñanza de la retórica y la formación de líderes, esmerándose en su instrucción para que estos puedan expresar sus ideas y opiniones con claridad, en pro de influir en la toma de decisiones y, así, promover el bienestar común de la sociedad, a través de la participación.

Y marcó distancia de los sofistas, que a menudo enseñaban retórica con fines lucrativos, al sostenerse adrede en ciertos argumentos sin necesariamente basarse en la verdad o la moralidad. Al contrario, Isócrates dotó a su método pedagógico de un componente moral y ético, con el fin de inculcar virtudes cívicas como la justicia, la tolerancia y la moderación.

Su oratoria más suave, en contraposición a los estilos más agresivos y confrontacionales de otros oradores contemporáneos como Demóstenes, se centró en el arte de la persuasión, la práctica de la escritura y análisis de otros modelos de discurso.

IDEAL DEMOCRÁTICO

Isócrates evitó involucrarse en la vida política y, de una manera práctica, mantuvo una postura mesurada para, consecuentemente, tener voz ante la celosa élite de la Atenas clásica.

Se alineó con un ‘tipo’ de democracia en la que los ciudadanos estuvieran educados -y comprometidos- con el bien común. No creía en una “democracia directa” en la que las decisiones se tomasen exclusivamente mediante votaciones populares, ya que podría haber tendencias a la demagogia y la manipulación de masas por parte de líderes carismáticos (no necesariamente sabios o éticos).

No rechazaba por completo las votaciones o la participación ciudadana, pero creía que una “democracia efectiva” requería un equilibrio entre la participación popular y el liderazgo experto.

“Los estadistas que hicieron grande a esta ciudad no eran gente de la calaña de los actuales demagogos y agitadores. Fueron hombres de elevada cultura y espíritu superior los que expulsaron a los tiranos e instauraron la democracia y los que luego vencieron a los bárbaros y unificaron a los griegos liberados bajo la dirección de Atenas”, escribió.

Isócrates fue contra las tiranías “donde una sola persona habla y las demás callan” y apeló al corte de las democracias porque “todos los hombres hablan y todos escuchan”. Dio cuenta de que “la democracia es ante todo una forma de discurso que no puede ser monopolizado por alguna persona en específico”, que ese discurso “sólo puede ser aprendido en medio de muchas voces”.

Pero también apuntó contra los “ciudadanos indiferentes” y “poco instruidos en los asuntos públicos”, que en momentos de agitación y ante la carencia de una educación cívica adecuada “viran al extremo opuesto” (fanatismo). “Son presa de los demagogos o de movimientos radicales que proclaman, precisamente, la dictadura revolucionaria”, escribió.

Un punto fundamental entre sus argumentos fue la promoción del buen gobierno democrático como subordinación a la ley, la honestidad, la formación de una conciencia social, el respeto por los bienes ajenos, la rendición de cuentas, la sobriedad en las costumbres, entre otros. Estos generarían las condiciones ideales para la prosperidad, porque de lo contrario, solo habría inestabilidad, indiferencia y pobreza.

“La pobreza envilece al pueblo. Lo transforma en una masa vulnerable. Esa masa empobrecida y sumida en la ignorancia es proclive a ser manipulada por los charlatanes. Hacen leva de ella diciéndole lo que quiere oír, no lo que debe escuchar. Son los ‘lobos con piel de oveja’ que al final terminan sojuzgando al mismo pueblo que los elevó al poder”, escribió.

Discípulo de los sofistas Gorgias y Proágoras, Isócrates estableció su propia escuela, a la que atrajo a numerosos estudiantes, muchos de los cuales pertenecían a las familias más adineradas y quienes llegaron a desempeñar roles importantes en la política de la época. Instó a los mismos a “practicar sus derechos” y a no temer a “las libertades para que sean reales” y “no se queden en simples pronunciamientos”; ser “parte de la koiné (la vida pública) y no quedarse arrinconados en la idia (la vida privada)”; actuar “con base en la razón y no ser arrastrado por las pasiones”.

Entre sus alumnos sobresale Timoteo, prominente general, Nicocles, rey de Salamina y Chipre, y dos grandes historiadores: Ephorus, quien escribió una historia universal, y Theopompus, quien escribió la historia de Filipo II de Macedonia (padre de Alejandro Magno).

El legado de Isócrates repercute en la tradición intelectual occidental. Sus obras llenan todos los requisitos para ser enlistadas dentro de los grandes libros de filosofía política y de educación. Algunos de sus discursos más famosos incluyen “Panegírico”, “Areópago” y “Para Nicocles”.

Isócrates nos lo dejó bien claro: la educación cívica y la democracia van de la mano; uno no puede ser sin el otro. Un gobierno que se crea ‘del pueblo’ jamás será ejercido con eficiencia por quienes carecen de la formación necesaria como para anteponer el bien común a sus propios intereses.

Domingo de Ramos y pindo karai: una tradición que combina la fe y la convivencia familiar

Trenzados en ramos de forma artesanal y adornados con romero, ruda y el color lila de la siempreviva (Ghomprena globosa), el “Pindo Karai” (palma en el idioma guaraní) copan este Domingo de Ramos, uno de los festejos más tradicionales que da inicio a la Semana Santa paraguaya.

El Domingo de Ramos es una celebración religiosa profundamente arraigada en la tradición y la cultura del país, marcando el inicio de la Semana Santa con solemnidad y devoción. Durante esta festividad, se conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, donde fue recibido con ramas de palma y aclamaciones de “Hosanna”, en los días previos a su crucifixión y muerte.

Una de las principales costumbres durante el Domingo de Ramos (y días previos) es la elaboración de los pindo, los cuales son bendecidos en las iglesias y luego llevados en procesión o colocados en los hogares como símbolo de protección y bendición.

Las iglesias suelen estar adornadas con palmas, flores y otros elementos simbólicos para recibir a los fieles que acuden a las misas especiales dedicadas al Domingo de Ramos. Durante la liturgia, se recuerda la Pasión de Cristo y se reflexiona sobre el sacrificio redentor que culminará en la celebración de la Pascua.

Además de las ceremonias religiosas, el Domingo de Ramos en Paraguay también se vive en un ambiente festivo y familiar.

EN PANDEMIA

Vale recordar que, esta tradición se interrumpió en parte hace cuatro años, en el contexto de la pandemia que obligó en su momento a millones de personas en todo el mundo a permanecer en sus hogares, sin posibilidad de participar de ninguna celebración litúrgica.

En el 2020, el Domingo de Ramos se vivió de una manera distinta en Paraguay, con los templos católicos cerrados al público y la participación de los fieles en la misa a través de las transmisiones en radio, televisión o redes sociales (principalmente Facebook).

Así también, varios sacerdotes y obispos se ingeniaron para llegar hasta los fieles. En algunas parroquias, los curas optaron por salir a las calles y realizar la tradicional bendición del “pindo karai” casa por casa, a fin de evitar la aglomeración de personas y dando cumplimiento a la cuarentena. Uno de ellos fue el padre Miguel Ángel Castro, de la parroquia Santa Catalina de Fernando de la Mora. Otro fue el arzobispo de Asunción, Monseñor Edmundo Valenzuela.

De esa situación, cuando reinaba la incertidumbre, la preocupación, pero la fe seguía intacta, quedaron anécdotas como ese peculiar Domingo de Ramos. Hoy, miles de familias paraguayas se vuelcan en alegría a las iglesias para participar de la celebración religiosa que combina la fe, la tradición y la convivencia en torno a una festividad que marca en esta jornada el inicio de una Semana Santa llena de reflexión, recogimiento y esperanza para los creyentes.

El Niño va cediendo en la región y La Niña podría empezar a manifestarse en agosto

Pese a que los pronósticos indicaban que el fenómeno de El Niño podría tener una evolución intensa en el país, desde la Dirección de Meteorología e Hidrología afirman que su intensidad fue moderada. Alcanzó su máximo nivel en octubre y noviembre del año pasado, pero comenzó a ceder desde diciembre. Actualmente, está camino a una etapa de transición donde, en un 80% de probabilidad, La Niña ingresaría a robar protagonismo en la región.

En noviembre de 2023, Meteorología proyectaba que El Niño iba a presentarse con una calificación que pasaría de moderada a fuerte en enero de este año, pues, las lluvias intensas, tornados, inundaciones y crecida de los ríos en varias zonas de la región, daban todas las señales.

El Lic. Carlos Salinas, gerente de Climatología, explicó que, el niño rozó los valores de fuerte entre octubre y noviembre del año pasado, meses donde alcanzó la intensidad máxima, pero siempre presentó una calificación moderada.

“Ese fue el momento en donde se llegó a la intensidad máxima rozando los valores de fuerte. Podemos considerar al Niño como moderado. En este momento los índices ya están descendiendo y nos muestrna que ya está cediendo y está camino a pasar a una etapa denominada neutral”, comentó el Lic. Salinas en conversación con HOY/Nación Media.

De acuerdo a sus declaraciones, la fase neutral es un periodo de transición en el que, los valores de los índices indican que podría pasarse de un fenómeno a otro, es decir, El Niño comienza a apagarse y comienza a dar paso a La Niña.

Agregó que, El Niño se manifestó con mayor intensidad por la zona del centro, sur y este de la Región Oriental, siendo Misiones, Itapúa y Alto Paraná algunos de los departamentos más golpeados.

El gerente de climatología, al ser consultado sobre si el comportamiento actual del clima, la falta de precipitaciones y el intenso calor de los últimos días, guardan relación con la fase neutral, explicó que, todas las manifestaciones todavía corresponden a El Niño.

“No está comprobado que el fenómeno El Niño esté asociado a la sequía en la región. En lo que respecta a Paraguay, las consecuencias del El Niño están más bien asociadas a precipitaciones por encima de lo normal”, agregó.

FASE NEUTRAL Y LA NIÑA

La fase neutral, es decir, el periodo de transición y finalización de El Niño se daría entre los meses de abril, mayo y junio. Salinas sostuvo que cualquier evento climático que se presente en ese tiempo, no se podría atribuir ni a El Niño ni a La Niña.

“A partir de julio, agosto y septiembre recién estamos esperando que sea un fenómeno de La Niña. Hay altas probabilidades. Hay 80% de probabilidad”, agregó el gerente.

Por un lado, El Niño es un fenómeno natural que tiene su origen en el océano Pacífico tropical y trae temperaturas de la superficie del mar más cálidas que lo normal. En tanto, La Niña se origina en el mismo lugar, pero presenta condiciones más frías.

Para el gerente de Climatología, es improbable que La Niña se origine, según indican en los pronósticos, pero si se manifiesta, tendría una duración de 12 meses.