El padre de la publicidad

Hace 65 años, don Enrique Biedermann creaba su empresa de publicidad y con ello cambiaba el rumbo de ese rubro en el país. La Nación trae la parte más íntima de la historia de un hombre que empezó vendiendo con parlantes atados a su automóvil para luego revolucionar la publicidad y convertir su apellido en una verdadera marca registrada.

  • Aldo Benítez aldo.benítez@gruponacion.com.py

  • Fotos Aníbal Gauto y Gentileza
  • 1954 no fue un año más en la vida del Paraguay. En mayo de ese año, un golpe militar derrocaba al gobierno de Federico Chaves y ponía a Alfredo Stroessner en el poder meses después. En medio de aquel torbellino político, en noviembre, don Enri­que Biedermann, un joven entusiasta emigrante ale­mán, se animó a una tra­vesía: inaugurar su propia empresa de publicidad. Una de las primeras en el país. Así fue que llegó al todavía pequeño mundo publicita­rio paraguayo la empresa Biedermann Publicidad. Hoy, 65 años después, la firma se convirtió en marca por sí sola y el joven entu­siasta en una leyenda de la publicidad paraguaya.

    Quienes recuerdan a don Enrique lo hacen con una sonrisa y el primer punto en el que coinciden sobre él es en su afición al trabajo. “Él falleció un domingo de madrugada. Ese viernes anterior él estuvo en su oficina trabajando hasta la noche”, comenta Sonia, una de sus 11 nietas y nietos.

    “Papá hacía eso que ahora hacen los que compran chatarrerías o los chure­ros. Ponía sobre su auto un parlante y con eso ofrecía la publicidad. Así recorría los barrios de Asunción”, cuenta Hugo Biedermann, el hijo de don Enrique que se hizo cargo de la publici­taria. Sus hermanos, Walter y Carlos Jorge, trabajan en otros sectores, pero tam­bién vinculados al rubro.

    “Así empezó él, práctica­mente de la nada”, expone don Hugo.


    El piso 23 de la torre 2 del Paseo Galería está llena de computadoras y el lugar da la sensación de ser una zona de renovaciones. De que al día siguiente, todo lo que está puede cam­biar de lugar. Hay oficinas, espacios para reuniones, pizarras con anotaciones y varios bloques con gente con computadoras traba­jando, ideando, haciendo cosas. Allí funciona desde abril del 2018 las oficinas de Biedermann Publicidad, que hoy tiene 82 empleados aproximadamente y que se asoció hace años con la McCann World-group para tener un salto inter­nacional. En 1954, la firma empezó con dos personas; Don Enrique y un secreta­rio.

    “Llevar el apellido más que responsabilidad es una carga. Porque para todos, hasta ahora, a pesar de que ya tengo mi propio cartel e hice mi propio camino, nunca voy a dejar de ser el hijo de”, expone Hugo.

    En la oficina de Hugo están algunos de los 11 nietos de don Enrique que trabajan en la publicitaria. Todos tie­nen un recuerdo del abuelo. El abuelo que acompañaba a viajes a Buenos Aires para ver un concierto juvenil. El abuelo que participaba de los juegos de fin de semana. El abuelo que invitaba siempre para ir a la oficina. Y, sobre todo, el abuelo que hacía de la puntualidad una norma de vida. “Era abso­lutamente respetuoso con eso. Llegaba siempre media hora antes de cualquier reu­nión, de cualquier evento”, recuerda Sandra, otra de las nietas.

    “Es lo único por lo que se podía enojar, la impuntua­lidad”, dice Enrique, otro de los nietos.

    Hay un dejo de nostalgia en don Hugo cuando habla de su padre. Lo recuerda como a alguien que era extrema­damente perfeccionista en todo, pero cuya exigen­cia era más consigo mismo que con los demás. “Estaba constantemente pensando en ideas. Buscando cosas que puedan servir para el negocio, para el trabajo”, dice.

    “Papá fue un tipo total­mente noble, un excelente papá”, resume don Hugo.

    EL TRABAJO COMO MOTOR

    Cuenta don Hugo que desde chico acompañaba a su padre a la oficina o a encuen­tros de trabajo. Dice que nunca encontró eso como una obligación, sino que era algo que le gustaba. Proba­blemente era una cuestión de don Enrique, que de esa forma acercaba a sus hijos a las tareas de la oficina, considera hoy Hugo. Pero los nietos cuentan que esa “estrategia” también usaba con sus nietos.

    “Alguno de sus nietos siem­pre estaba en la oficina. Ayu­dando en algo, pasando algo o simplemente hablando con él o haciendo lo que sea, pero siempre que podía le traía a uno de sus nietos para compartir con él en la oficina”, expone Hugo, otro de sus nietos que está en la publicitaria trabajando.

    Ese apego al trabajo de don Enrique se extendió además a otros ámbitos. En efecto, don Enrique arrancó en los medios antes de su publici­taria, específicamente en la radio. Cuenta don Hugo que el primer trabajo de su padre fue secretario de radio Stentor, luego ya fue locutor.

    “Después, según me contó papá, él preguntó si podía escribir sus propias publici­dades. En la radio le dijeron que sí y ahí fue que arrancó”, dice don Hugo. De escribir sus propias publicidades en su programa, don Enrique encontró que el sector publicitario era práctica­mente un campo sin explo­rarse aún.

    Recorrió los barrios de Asunción con su parlante y haciendo los anuncios. A la par, seguía trabajando en la radio. Don Enrique, en ese sentido, fue un gran admirador de la música paraguaya. Tenía un buen manejo del guaraní y si bien pocas veces lo habló, nunca perdió el idioma ale­mán como lengua prima­ria. “Después de los 18 años él mismo decidió tener la nacionalidad paraguaya”, cuenta don Hugo.

    Don Hugo dice que de entre las cosas que admira de su padre, lo que resalta es aquella capacidad que tenía para buscar siempre ideas innovadoras, que sea algo que pueda sorprender a la gente. “Nosotros fuimos la primera empresa publicita­ria en tener cámaras a color. Incluso, antes que los cana­les”, recuerda.

    Dice que tal vez uno de sus defectos era que nunca tuvo una ambición monetaria sobre las cosas. “Él bien pudo abrir su propio canal, su propio medio, pero a él nunca le interesó. No estaba pensando en esas cosas para ganar plata, sino para crecer”, expone don Hugo.

    Para los referentes de la industria publicitaria actual, don Enrique Bieder­mann es uno de los padres de la publicidad en el país. Se dedicó de lleno al sector desde los años 50, junto a otros pioneros como César Riquelme Aguirre, dueño de R Publicidad, probable­mente la primera agencia publicitaria del país, inau­gurada en 1943. También aparecen otros apellidos que dieron vida a la publi­cidad en el país como Vla­dimir Lizan, Daniel Nasta, Sara Musi Carísimo y Aní­bal Romero Sanabria, según un homenaje realizado por el Círculo de Creativos del Paraguay en el 2003.

    CERRO PORTEÑO, ESA PASIÓN

    Enrique Biedermann es el nieto con la mochila más pesada, quizás por lle­var el nombre mismo. Sin embargo, lo asimila como un gran desafío y habla de que una de las grandes cosas que dejó su abuelo como herencia fue la semi­lla azulgrana en el corazón de la familia Biedermann.

    “Podemos decir que mi abuela le hizo hincha de Cerro, pero después él se volvió mucho más faná­tico y por supuesto que hizo que todos nosotros seamos hinchas de Cerro”, explica Enrique.

    Cuenta don Hugo que su padre pensaba en algún momento ser dirigente del club, pero que finalmente no alcanzó porque no tenía realmente tiempo. En ese sentido, su nieto, Enrique, sí llegó a formar parte de la dirigencia del club de Barrio Obrero. “En el 89 realmente me enchufó a mí formar parte de la direc­tiva”, recuerda con una son­risa don Hugo.

    Los hijos, los nietos y hasta los bisnietos por­tan también la bandera azulgrana. Es casi, a estas alturas, como una tradi­ción familiar.

    CHIQUITUNGA, LA COMPAÑERA DE VIDA

    “No puede haber un hom­bre bueno si no tiene una mujer buena a su lado y viceversa”, dice don Hugo, haciendo referencia a doña Chiquitunga Montaner, su madre y esposa de toda la vida de don Enrique. Y todos los nietos se muestran de acuerdo con esa asevera­ción. Para Hugo, doña Chi­quitunga era una parte inse­parable de don Enrique. Es decir, una pareja que forjó todo lo que hoy vino para la familia que tienen.

    Además de transferirle el amor por Cerro Porteño, doña Chiquitunga fue sos­tén de don Enrique, amiga y compañera de toda su vida. Se casaron un año antes de que se fundara la agencia de publicidad, en 1953, y desde ese momento estuvieron juntos, en todo momento.

    “Yo no sé si papá iba a llegar hasta donde llegó si mamá no era su esposa”, dice Hugo y agrega: “Cuando las cosas no iban bien, porque no todo era feliz en la vida, ella siempre le apuntalaba, le levantaba”.

    Los sábados de tarde, el juego de la generala era sagrado para don Enrique y un mínimo e íntimo grupo de amigos. Se juntaban en su casa y se escapaban de todo en esas horas de juntata con sus amigos de siempre.

    En el recuerdo cariñoso de don Hugo está por ejem­plo las veces que doña Chi­quitunga se enojaba por las horas que su padre se pasaba en estos encuen­tros. Eran quizás, los únicos momentos en el que el hom­bre no estaba pensando en el trabajo. “Mirá, eso sí que era absolutamente sagrado, no había forma de que ese encuentro se pueda suspen­der. No había fuerza mayor”, expone Hugo.

    “Creo que uno de los días más felices de su vida habrá sido cuando hubo cable en Paraguay porque veía fútbol de todos lados”, dice Enri­que, el nieto. El hijo de Enri­que, el primer bisnieto de don Enrique, compartió momentos con él que eran del abuelo. “Había activi­dad en su escuela. Él se iba a ver a su bisnieto. Quería ir a algún lado, él le acom­pañaba, esa conexión con sus nietos mantuvo incluso con el primer bisnieto que tuvo”, dice Hugo.

    Otro recuerdo de los nietos son las siestas infaltables de don Enrique. A pesar de que no faltaba un día a la ofi­cina, eran algo religioso las siestas para ir a la casa, al almuerzo con doña Chiqui­tunga y quizás una pequeña siesta reparadora. “Él con 15 o 20 minutos quizás ya estaba hecho y volvía como para seguir”, dice Sandra. “Por ahí, hasta ni siquiera ya era una cuestión de ir a dormir, sino la costh2>BREVE RESEÑAmamá”, razona don Hugo.

    “Cuando uno ve que tanta gente lo quería, que tanta gente lo respetaba, entonces uno se da cuenta que hizo un buen trabajo, que hizo bien las cosas como ser humano”, expone don Hugo, en referen­cia a las muestras de aprecio y cariño que le llegan de todos lados en cada aniversario de la publicitaria, que cumplió este mes 65 años.

    En una de las oficinas de Bie­dermann, a lo alto de la torre y con una vista privilegiada de lo hermosa que se ve –desde este lugar– Asunción, hay una máquina de escribir que usaba don Enrique en sus tiempos, para hacer sus notas, sus pedidos, para pro­yectar sus ideas. En el papel atascado, un mensaje escrito con esa máquina y que era de cabecera de don Enrique Biedermann:

    “Lo único constante es el cambio”.

    BREVE RESEÑA

    Don Enrique Biedermann, hijo de Josep Biedermann y de Margareth Lowe, nació en Alemania y llegó a Paraguay en 1936. Tuvo cinco hermanos y una hermana. La familia Bie­dermann salió de Europa con destino a Buenos Aires, pero la humedad y el frío de la capital argentina no fueron del agrado principalmente del padre, por lo que, tras finalizar la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, probó suerte en nuestro país.

    Siendo muy joven, don Enrique inició su carrera como locutor de radio, en principio, donde justamente conoció el mundo de la publicidad. A los 19 años decidió adoptar la nacionali­dad paraguaya. Se casó a los 25 años con Chiquitunga Mon­taner y un año después fundó su propia empresa de publi­cidad, que hoy día sigue vigente y en manos de sus hijos y nietos, Biedermann Publicidad. Tuvo tres hijos: Hugo, Car­los Jorge y Walter.

    Don Enrique fue presidente del Centro de Regulación, Nor­mas y Estudios de la Comunicación (Cerneco) y durante muchos años llevó adelante programas de música nacional en diferentes radios. Durante el gobierno de Juan Carlos Was­mosy (1993-1998) fue condecorado con la Orden Nacional al Mérito Gran Maestre. Con su agencia publicitaria recibió decenas de reconocimientos y premios.

    El 20 de mayo del 2012, a los 83 años, don Enrique Bieder­mann Lowe falleció cuando estaba durmiendo en su casa.

    La educación cívica como herramienta para corregir la vida política

    La educación cívica busca preparar a los ciudadanos para impulsar el desarrollo de la sociedad y reclamar los espacios de decisión que, a entender de Isócrates, debían quedar en poder de los mejores preparados, y no siempre a merced de los más votados y/o populares.

    Por Gonzalo Cáceres-periodista

    En diferentes momentos y en diferentes lugares, la educación cívica adoptó diversas formas y enfoques, reflejando las necesidades y valores específicos de cada sociedad. Sin embargo, su propósito fundamental ha sido siempre el mismo: promover una ciudadanía activa, informada y comprometida con el bienestar de la comunidad y el respeto por los derechos y la justicia.

    La educación cívica tiene sus raíces en la antigua Grecia, donde se valoraba la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, especialmente con Isócrates, su principal referente.

    ¿QUIÉN FUE ISÓCRATES?

    Isócrates fue un destacado orador y educador griego cuya influencia perdura a lo largo de los siglos. Su larga vida (436 a.C.-338 a.C.) atestigua una época bastante convulsa de su natal Atenas como de los conflictos entre las ciudades-Estado de Grecia y el enfrentamiento con el Imperio Persa, cuando apenas se veían superadas las guerras Médicas (492 a.C.-449 a.C.).

    Este gran pensador se enmarcó en un ideal democrático diferente a las concepciones más directas de las que se practicaban en su tiempo. Aunque apoyaba el concepto general de la democracia (como forma de gobierno), tenía reservas sobre la forma en que se llevaba a cabo en la práctica, por lo que abogaba por una ‘versión’ modificada y más equilibrada del sistema democrático.

    CIVISMO

    Isócrates creía en la palabra como “transformadora” del régimen político y puso por delante la razón en lugar de la fuerza, porque el “punto crucial para mejorar a una sociedad” es la educación y, en especial, “la educación cívica como vía para recuperar y fortalecer a la democracia”.

    Es por ello que se dedicó fervientemente a la enseñanza de la retórica y la formación de líderes, esmerándose en su instrucción para que estos puedan expresar sus ideas y opiniones con claridad, en pro de influir en la toma de decisiones y, así, promover el bienestar común de la sociedad, a través de la participación.

    Y marcó distancia de los sofistas, que a menudo enseñaban retórica con fines lucrativos, al sostenerse adrede en ciertos argumentos sin necesariamente basarse en la verdad o la moralidad. Al contrario, Isócrates dotó a su método pedagógico de un componente moral y ético, con el fin de inculcar virtudes cívicas como la justicia, la tolerancia y la moderación.

    Su oratoria más suave, en contraposición a los estilos más agresivos y confrontacionales de otros oradores contemporáneos como Demóstenes, se centró en el arte de la persuasión, la práctica de la escritura y análisis de otros modelos de discurso.

    IDEAL DEMOCRÁTICO

    Isócrates evitó involucrarse en la vida política y, de una manera práctica, mantuvo una postura mesurada para, consecuentemente, tener voz ante la celosa élite de la Atenas clásica.

    Se alineó con un ‘tipo’ de democracia en la que los ciudadanos estuvieran educados -y comprometidos- con el bien común. No creía en una “democracia directa” en la que las decisiones se tomasen exclusivamente mediante votaciones populares, ya que podría haber tendencias a la demagogia y la manipulación de masas por parte de líderes carismáticos (no necesariamente sabios o éticos).

    No rechazaba por completo las votaciones o la participación ciudadana, pero creía que una “democracia efectiva” requería un equilibrio entre la participación popular y el liderazgo experto.

    “Los estadistas que hicieron grande a esta ciudad no eran gente de la calaña de los actuales demagogos y agitadores. Fueron hombres de elevada cultura y espíritu superior los que expulsaron a los tiranos e instauraron la democracia y los que luego vencieron a los bárbaros y unificaron a los griegos liberados bajo la dirección de Atenas”, escribió.

    Isócrates fue contra las tiranías “donde una sola persona habla y las demás callan” y apeló al corte de las democracias porque “todos los hombres hablan y todos escuchan”. Dio cuenta de que “la democracia es ante todo una forma de discurso que no puede ser monopolizado por alguna persona en específico”, que ese discurso “sólo puede ser aprendido en medio de muchas voces”.

    Pero también apuntó contra los “ciudadanos indiferentes” y “poco instruidos en los asuntos públicos”, que en momentos de agitación y ante la carencia de una educación cívica adecuada “viran al extremo opuesto” (fanatismo). “Son presa de los demagogos o de movimientos radicales que proclaman, precisamente, la dictadura revolucionaria”, escribió.

    Un punto fundamental entre sus argumentos fue la promoción del buen gobierno democrático como subordinación a la ley, la honestidad, la formación de una conciencia social, el respeto por los bienes ajenos, la rendición de cuentas, la sobriedad en las costumbres, entre otros. Estos generarían las condiciones ideales para la prosperidad, porque de lo contrario, solo habría inestabilidad, indiferencia y pobreza.

    “La pobreza envilece al pueblo. Lo transforma en una masa vulnerable. Esa masa empobrecida y sumida en la ignorancia es proclive a ser manipulada por los charlatanes. Hacen leva de ella diciéndole lo que quiere oír, no lo que debe escuchar. Son los ‘lobos con piel de oveja’ que al final terminan sojuzgando al mismo pueblo que los elevó al poder”, escribió.

    Discípulo de los sofistas Gorgias y Proágoras, Isócrates estableció su propia escuela, a la que atrajo a numerosos estudiantes, muchos de los cuales pertenecían a las familias más adineradas y quienes llegaron a desempeñar roles importantes en la política de la época. Instó a los mismos a “practicar sus derechos” y a no temer a “las libertades para que sean reales” y “no se queden en simples pronunciamientos”; ser “parte de la koiné (la vida pública) y no quedarse arrinconados en la idia (la vida privada)”; actuar “con base en la razón y no ser arrastrado por las pasiones”.

    Entre sus alumnos sobresale Timoteo, prominente general, Nicocles, rey de Salamina y Chipre, y dos grandes historiadores: Ephorus, quien escribió una historia universal, y Theopompus, quien escribió la historia de Filipo II de Macedonia (padre de Alejandro Magno).

    El legado de Isócrates repercute en la tradición intelectual occidental. Sus obras llenan todos los requisitos para ser enlistadas dentro de los grandes libros de filosofía política y de educación. Algunos de sus discursos más famosos incluyen “Panegírico”, “Areópago” y “Para Nicocles”.

    Isócrates nos lo dejó bien claro: la educación cívica y la democracia van de la mano; uno no puede ser sin el otro. Un gobierno que se crea ‘del pueblo’ jamás será ejercido con eficiencia por quienes carecen de la formación necesaria como para anteponer el bien común a sus propios intereses.

    Domingo de Ramos y pindo karai: una tradición que combina la fe y la convivencia familiar

    Trenzados en ramos de forma artesanal y adornados con romero, ruda y el color lila de la siempreviva (Ghomprena globosa), el “Pindo Karai” (palma en el idioma guaraní) copan este Domingo de Ramos, uno de los festejos más tradicionales que da inicio a la Semana Santa paraguaya.

    El Domingo de Ramos es una celebración religiosa profundamente arraigada en la tradición y la cultura del país, marcando el inicio de la Semana Santa con solemnidad y devoción. Durante esta festividad, se conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, donde fue recibido con ramas de palma y aclamaciones de “Hosanna”, en los días previos a su crucifixión y muerte.

    Una de las principales costumbres durante el Domingo de Ramos (y días previos) es la elaboración de los pindo, los cuales son bendecidos en las iglesias y luego llevados en procesión o colocados en los hogares como símbolo de protección y bendición.

    Las iglesias suelen estar adornadas con palmas, flores y otros elementos simbólicos para recibir a los fieles que acuden a las misas especiales dedicadas al Domingo de Ramos. Durante la liturgia, se recuerda la Pasión de Cristo y se reflexiona sobre el sacrificio redentor que culminará en la celebración de la Pascua.

    Además de las ceremonias religiosas, el Domingo de Ramos en Paraguay también se vive en un ambiente festivo y familiar.

    EN PANDEMIA

    Vale recordar que, esta tradición se interrumpió en parte hace cuatro años, en el contexto de la pandemia que obligó en su momento a millones de personas en todo el mundo a permanecer en sus hogares, sin posibilidad de participar de ninguna celebración litúrgica.

    En el 2020, el Domingo de Ramos se vivió de una manera distinta en Paraguay, con los templos católicos cerrados al público y la participación de los fieles en la misa a través de las transmisiones en radio, televisión o redes sociales (principalmente Facebook).

    Así también, varios sacerdotes y obispos se ingeniaron para llegar hasta los fieles. En algunas parroquias, los curas optaron por salir a las calles y realizar la tradicional bendición del “pindo karai” casa por casa, a fin de evitar la aglomeración de personas y dando cumplimiento a la cuarentena. Uno de ellos fue el padre Miguel Ángel Castro, de la parroquia Santa Catalina de Fernando de la Mora. Otro fue el arzobispo de Asunción, Monseñor Edmundo Valenzuela.

    De esa situación, cuando reinaba la incertidumbre, la preocupación, pero la fe seguía intacta, quedaron anécdotas como ese peculiar Domingo de Ramos. Hoy, miles de familias paraguayas se vuelcan en alegría a las iglesias para participar de la celebración religiosa que combina la fe, la tradición y la convivencia en torno a una festividad que marca en esta jornada el inicio de una Semana Santa llena de reflexión, recogimiento y esperanza para los creyentes.

    El Niño va cediendo en la región y La Niña podría empezar a manifestarse en agosto

    Pese a que los pronósticos indicaban que el fenómeno de El Niño podría tener una evolución intensa en el país, desde la Dirección de Meteorología e Hidrología afirman que su intensidad fue moderada. Alcanzó su máximo nivel en octubre y noviembre del año pasado, pero comenzó a ceder desde diciembre. Actualmente, está camino a una etapa de transición donde, en un 80% de probabilidad, La Niña ingresaría a robar protagonismo en la región.

    En noviembre de 2023, Meteorología proyectaba que El Niño iba a presentarse con una calificación que pasaría de moderada a fuerte en enero de este año, pues, las lluvias intensas, tornados, inundaciones y crecida de los ríos en varias zonas de la región, daban todas las señales.

    El Lic. Carlos Salinas, gerente de Climatología, explicó que, el niño rozó los valores de fuerte entre octubre y noviembre del año pasado, meses donde alcanzó la intensidad máxima, pero siempre presentó una calificación moderada.

    “Ese fue el momento en donde se llegó a la intensidad máxima rozando los valores de fuerte. Podemos considerar al Niño como moderado. En este momento los índices ya están descendiendo y nos muestrna que ya está cediendo y está camino a pasar a una etapa denominada neutral”, comentó el Lic. Salinas en conversación con HOY/Nación Media.

    De acuerdo a sus declaraciones, la fase neutral es un periodo de transición en el que, los valores de los índices indican que podría pasarse de un fenómeno a otro, es decir, El Niño comienza a apagarse y comienza a dar paso a La Niña.

    Agregó que, El Niño se manifestó con mayor intensidad por la zona del centro, sur y este de la Región Oriental, siendo Misiones, Itapúa y Alto Paraná algunos de los departamentos más golpeados.

    El gerente de climatología, al ser consultado sobre si el comportamiento actual del clima, la falta de precipitaciones y el intenso calor de los últimos días, guardan relación con la fase neutral, explicó que, todas las manifestaciones todavía corresponden a El Niño.

    “No está comprobado que el fenómeno El Niño esté asociado a la sequía en la región. En lo que respecta a Paraguay, las consecuencias del El Niño están más bien asociadas a precipitaciones por encima de lo normal”, agregó.

    FASE NEUTRAL Y LA NIÑA

    La fase neutral, es decir, el periodo de transición y finalización de El Niño se daría entre los meses de abril, mayo y junio. Salinas sostuvo que cualquier evento climático que se presente en ese tiempo, no se podría atribuir ni a El Niño ni a La Niña.

    “A partir de julio, agosto y septiembre recién estamos esperando que sea un fenómeno de La Niña. Hay altas probabilidades. Hay 80% de probabilidad”, agregó el gerente.

    Por un lado, El Niño es un fenómeno natural que tiene su origen en el océano Pacífico tropical y trae temperaturas de la superficie del mar más cálidas que lo normal. En tanto, La Niña se origina en el mismo lugar, pero presenta condiciones más frías.

    Para el gerente de Climatología, es improbable que La Niña se origine, según indican en los pronósticos, pero si se manifiesta, tendría una duración de 12 meses.