El viaje que haré con papá al kilómetro 43
Tres años de sufrimiento llevaron a Sonia a decir basta y terminar su relación con el padre de su hijo. Regresó de la Argentina y se instaló en la casa de sus padres, dejando atrás su padecimiento. Pero el terror no terminaría. Con los meses, la peos de sus pesadillas se cumpliría en el kilómetro 43 de Chaco'i.
Por Óscar Lovera, periodista
Pensó que sería el último suspiro del 2014, exhaló profundo y luego soltó el aire liberador por la boca. En ese breve instante terminó por convencerse; era momento de dejarlo. Tres años en Buenos Aires, siendo cada uno de esos días un calvario. Harta de los golpes y maltratos, tomó una decisión: separarse de él y volver a Paraguay. Ella sabía que era una peligrosa determinación, recordando las amenazas de venganza que recibió si hacía eso. Pero no le importó, su hijo -de 3 años- estaba en medio del conflicto y ya no permitiría más abusos.
Juntó cada una de sus ropas. Las del pequeño y la suya, mientras tomaba con una mano el osito y con la otra el escarpín de su hijo, Jesús. Recordó esos breves buenos momentos que tuvieron como pareja al principio, pero, como un latigazo a su memoria, rápidamente recordaba el puño cerrado azotando su rostro durante las madrugadas, en especial los fines de semana cuando Julio César González llegaba ebrio; tambaleante y a gritos desataba un infierno. Desde lo más intenso hasta lo que parecía ínfimo, como no poder contar un chiste, reír o escribirse con otras personas; todo por celos. Ello borraba por completo el romance poco después del nacimiento del pequeño. Ya había soportado demasiado.
Al llegar al país, Sonia Mabel Benítez, también puso un final a su matrimonio y estableció un régimen de visitas para Julio. Pero sin saber que esto detonaría aún más la ira de ese hombre, quien asumiría una postura normal para aparentar como si aceptara la ruptura, pero dentro suyo ocultaba una decisión atroz.
Era enero de 2015. Jesús tenía cinco años, pasaron dos años de la ruptura y algunas amenazas intermitentes se hicieron cotidianas, pero nada que ponga en riesgo la decisión que Sonia tomó.
Julio fue a buscar a su hijo a la casa de su ex mujer, lo llevó el fin de semana como establecía el acuerdo. Pero las horas pasaron y el fin de semana se extendió, Julio no regresó nunca con el niño, ni contestó las llamadas. La desesperación de Sonia comenzó a incrementarse y todo tipo de pensamientos invadían su cabeza, esperaba lo peor. Julio se llevó a su hijo fuera del país para alejarlo de ella en venganza por la separación.
Pero Sonia lo subestimó. Julio finalmente respondería a las llamadas a mitad de semana. Comenzó con un mensaje escalofriante. “Voy a matar a Jesús, a nuestro hijo…”. Esto a Sonia le revolvió el estómago. No sabía cómo reaccionar. Fue hasta la Comisaría 11ª de Arroyo Seco, en los límites de las ciudades de Villa Elisa y San Lorenzo. Pidió hablar con el jefe de la dependencia y le explicó la situación. Para ese entonces Jesús llevaba tres días sin volver a la casa. El jefe de la Comisaría, un experimentado hombre de 42 años, le dio una alternativa: fingir que ella accedería a volver con él, y retirar la denuncia policial, ya que eso era lo que exigía Julio para que Jesús retorne a la casa de su madre.
Sonia evaluó la situación, la vida de su hijo estaba en riesgo, ella ya no sabía qué esperar de aquel hombre que en algún momento le juró amor. Ahora estaba convertido en el verdugo del motor de su vida, su pequeño hijo. Lo único que le traía algo de tranquilidad era asumir que Julio nunca dañaría al pequeño y que solo hacía eso para presionarla y que ella acceda a volver con él.
NUEVE Y SEIS, LA SUERTE DE CADA LADO
A ella no le quedó de otra. Accedió al plan del jefe de Policía y prometió darle esa respuesta a la próxima que Julio se comunique con ella. Pasaron los días, la desesperación aumentaba. Sonia no sabía nada de Jesús. El niño solía decir que su padre era malo, que quería ser como el hombre araña para rescatar a su mamá.
Al noveno día, Julio se comunicó y dijo por teléfono: ¿y… qué decidiste? Increpó a Sonia con un tono de poder, como si tuviera el control de toda la situación. Del otro lado, la mujer no esperó mucho para responder. Quería demostrar seguridad y que él no notara el engaño. “Sí Julio, está bien. Pensé las cosas y voy a retirar la denuncia, volveremos a ser una familia feliz como me pediste…”. Sonia lo citó no muy lejos de la comisaría, sobre la ruta Acceso Sur. Él la aguardaba con el pequeño a su lado, lo tomaba de la mano.
Poco después del saludo, de ese beso de “todo estará bien”, la Policía lo rodeó y le ordenó que suelte al pequeño y lleve ambas manos detrás de su nuca. Al verse intimidado por los agentes, a Julio no le quedó otra salida que entregarse, pero, al mismo tiempo que obedecía a los policías, miró fijamente a su ex esposa, sus ojos se clavaron en los de Sonia. Esa mirada que prometía venganza.
Las manos en la espalda, sujetas con el frío metal de las esposas. Iba sentado en la patrullera C-432. Julio era llevado directamente a un calabozo de la Comisaría 11ª Central. Un joven agente que iba con él de custodia se atrevió a preguntar: “¿dónde estuviste todo este tiempo?” Mucho se te buscó. Julio, giró levemente la cabeza, dejando el horizonte a través del parabrisas, para dirigirse al policía. “En casa de mi mamá, en Paraguarí. Nunca me moví de ahí” Al llegar a la Comisaría, lo encerraron a espera de la orden que reciban de la Fiscalía. Horas después conocería su destino, el fiscal apenas dio un mandato de arresto de diez días, nada más.
Pero como si esa determinación parecía sorna, la del juzgado sería aún peor. Entendieron que no hacía falta tantos días de prisión y redujeron la petición a seis días. Julio tenía aún más suerte que cualquiera, algo que a Sonia le arrebató nuevamente la paz. Un magistrado agregó -a exigua resolución- algunas medidas restrictivas como portar armas, consumir drogas y alcohol, y no tener contactos con la víctima.
Apenas pasó un mes de la medida dictada, todo quedó en la nada. Como si nunca haya ocurrido. Julio estaba decidido a contraatacar y fue hasta la Defensoría de la Niñez en la ciudad de Fernando de la Mora, donde inició una demanda de filiación. Hasta ese entonces no había reconocido a Jesús como su hijo. Prometió cambiar, olvidar a Sonia y dedicarse a su hijo; asignándole una mensualidad para su manutención.
El nueve de marzo una jueza del Menor le concedió la demanda. El pequeño portaba su apellido desde ese instante. Pero no fue todo, la Defensoría también le estableció un nuevo régimen de visitas. “Acá está, ya podés visitar a tu hijo, Julio”, dijo la asistente del juez: Lourdes Bareiro, mientras extendía el brazo derecho para entregarle el documento con su rúbrica. Julio le agradeció estrechando su mano.
MI ÚLTIMA DESPEDIDA
El sábado 14 de marzo, Julio se presentó en la casa de Sonia. Sonriente y con una actitud amable -como un hombre nuevo- saludó con cariño a Jesús, lo abrazó, tomó su pequeña mochila y se retiraron.
Sonia los miraba alejarse, algo en el pecho la presionaba. No dejó que su angustia se agudice, pero la atormentaba, pues ante la ley no podía hacer nada. Los ojos se le llenaron de lágrimas y elevó una oración pidiendo la guarda de su pequeño.
Por la tarde, esa fobia a la distancia se consumaría en un presagio. Su teléfono sonó y era Julio. De fondo –a lo lejos- se escuchaba su voz que daba una orden: “tomá, despedite de tu mamá” Al segundo, Sonia escuchó la voz gimoteando de Jesusito y dijo: “hasta siempre mamá, es la última vez que habló contigo…”. Luego la llamada se terminó.
Sonia, desesperada, intentaba encontrar consuelo en su familia. Ellos la calmaban diciendo que solo era parte del perverso accionar de Julio, que todo pasaría, ya que esta vez una orden judicial estaba de por medio.
Cada hora desde aquel momento fue un terrible y constante presentimiento. No lograba dormir, no podía estar tranquila. Llegó el domingo y solo esperaba que el reloj de pulsera le marcara las 20, el momento en que terminaba el régimen de visita para ese hombre.
Las manecillas cargaban una tonelada, el paso del tiempo se le hacía lento y de suplicio. Al dar las ocho de la noche, Sonia miró fijamente a la puerta principal de la casa. Nadie la golpeaba, nadie aplaudía. No había mensajes, ni llamadas en su teléfono. La voz de su intuición retumbaba agresiva en su conciencia, pero la rechazaba. Decidió creer que se trataba solo de un retraso por el tráfico o salieron tarde de la casa de su madre en Paraguarí.
Se hizo medianoche y la madre de Jesús entendió que Julio lo hizo de nuevo. Volvió a quedarse con el niño para presionarla a volver, era la cuarta vez que hacía lo mismo. A diferencia de las anteriores lo planificó mejor, demandando reconocerlo y prometiendo que todo sería diferente.
Lunes 16 de marzo. Sonia estaba desesperada, llamaba insistente a Julio, pero él no contestaba. Con la idea puesta en que se trataba de otra jugada de su ex pareja para obligarla a estar juntos, fue hasta la Comisaría de la ciudad de Fernando de la Mora para denunciar la falta del cumplimiento del régimen de relacionamiento. La Policía hizo poco. Solo escribieron todo lo que ella decía, pero esas letras se imprimían estériles en un cuaderno de novedades. Nada la calmaba.
Finalmente llegó un mensaje, uno que le dejaría pasmada. Dejó de respirar y repasó cada línea de lo que leía intentando convencerse que no era real. El texto decía: “le maté a Jesusito y su cuerpo está en el kilómetro 43,5. Antes de llegar a Puerto Elsa, a 50 metros de la ruta, en el monte”. Era Julio, avisando que asesinó a su hijo. Sonia comenzó a llorar, incontenible, todos sus miedos se confirmarían, todas las amenazas desde que partió de Buenos Aires para dejar todo su pasado violento comenzaron a revivirse.
Su hermano se acercó, se puso de cuclillas entre las piernas de Sonia y sosteniendo con ambas manos su rostro le preguntó “¿qué pasó hermana, decime? Lo mató, Julio mató a Jesús y me envió el lugar donde abandonó su cuerpito”, respondió sollozando.
“Y entonces vamos, hay que confirmar si es real o este tipo está jugando contigo”, dijo el hombre. Sonia se contuvo y esas palabras de su hermano despertaron algo de ilusión. Quizás sea cierto y está manipulándome de nuevo, se consoló la mujer.
Ambos tomaron un bus en dirección al municipio de Puerto Elsa. Seguían atentamente el paso de los kilómetros en el andar cansino de ese camión, iba atestado de comerciantes que se dirigían al lado argentino para aprovechar las ventajas de los precios, algo que invadía día a día la ciudad fronteriza.
Llegaron al punto, bajaron y encendieron una linterna, comenzaron a buscar incesante, según la descripción que le dio Julio. Iban apartando con las manos las malezas, se habían adentrado en ese matorral más de 50 metros y no hallaban rastro del pequeño, gritaban su nombre, pero no había respuesta. Sonia pensaba en Jesús, apenas tenía cinco años y estaba viviendo todo ese infierno.
Se recriminaba como madre si hizo bien en dejar a su padre, si era mejor soportar ella la violencia, los golpes, los insultos a cambio que su “bebé” esté bien. No me perdonaré decía para ella, y menos a él. ¡Jesús! Gritaba una vez más, esperando que la oscuridad y el tenue viento norte les devuelva una tierna voz dándoles su ubicación, pero fue inútil. No encontraron nada.
“Sonia, hermana, tenemos que irnos. Se hace tarde y acá no hay nada. Ese loco te esta usando para hacerte sentir mal, te esta manoseando para que vuelvas con él, como ya lo hizo varias veces”, atinó con calma su hermano. Tratando de convencerla que ese sitió Jesús no estaba.
Ella accedió y dijo: “vamos a casa, voy a esperar que llame de nuevo y veremos luego con la Policía”, respondió.
Martes 17 de marzo. El teléfono celular de Sonia, comenzaba a repicar al unísono con el vibrador que sucumbía sobre una mesa de madera. Su mente se despabiló, pensaba a lo lejos, buscando una respuesta. Tomó rápidamente el móvil y contestó: “¡¿Hola?!” –“Sonia, Julio soy”, contestó al otro lado.
“¿Dónde está Jesús, Julio, qué hiciste con él?” Replicó ella. “¿todavía no encontraste el cuerpito de Jesús? ¿Vos ya hiciste la denuncia, Sonia?” –“ya me fui Julio, ¡quiero saber dónde esta mi hijo!” Se podía sentir que rompería nuevamente en llanto, su voz se quebraba. –“pobrecito… seguramente ya tiene gusanos… Anda búscalo vos, ya que la Policía no hace nada”. Luego de eso cortó la llamada.
Sonia tomó rápidamente sus pertenencias y salió de la casa, su hermano la alcanzó y dijo: ¿a dónde vas tan apresurada? Me voy a buscar a mi hijo, contestó la madre. – “Ah, ya te lo va a entregar?” preguntó insistiendo su hermano. La mujer solo atinó a decir: “no, iré a encontrarlo en el lugar que Julio me dijo…” Ambos nuevamente fueron en busca del pequeño.
EL RASTRO DEL PEQUEÑO
Nuevamente tomó un bus a Puerto Elsa, el calor se intensificaba en la tarde. El viento noreste soplaba firme y calaba profundo en sus fosas nasales, un hedor se impregnó y les dio un alerta, se miraron fijamente, como si pensaran exactamente lo mismo.
Ese olor se hacía más intenso a medida que llegaba al punto que indicó Julio. Ambos se levantaron de sus asientos y, -Sonia- de un golpe secó estiró el cordel del timbre. El chofer frenó con firmeza, y tras unos metros las llantas pararon su marcha. Los hermanos se internaron en la misma zona, siguieron las indicaciones. Esta vez la luz del día iluminaba y eso ayudaba.
La fetidez era cada vez mayor, hasta que la mujer vio algo que la dejaría inmóvil. Era la pequeña mochila de Jesús, estaba entre los matorrales. Encima de ella una carta dirigida a ella, acompañado de su número de teléfono. Julio escribió eso con su caligrafía, para que alguien la notifique si encontraba el cuerpo.
Su hermano se acercó a ella, y dijo: “Sonia, allá hay algo. Una toalla, pero no quiero que vayas” –“dejame ir, yo sabré si es la toalla de mi hijo”, contestó. La tristeza sucumbió en su hermano, ya no podía sostenerlo y estalló en llanto, la abrazó y posando su fuerte mentón en el rostro de su sangre le dijo: “Sonia, es el cuerpo de Jesusito… está muerto”
Julio asesinó a su hijo asfixiándolo. Tapó con sus manos la diminuta boca y nariz del pequeño, hasta que dejara de respirar. Arrojó su inerte cuerpo en medio de un matorral, junto a su bolso, cargado siempre de la ilusión de que algún día su papá deje de lastimar a su mamá.
EL PRÓFUGO AMENAZABA
En el sepelio de Jesusito no había paz. Los mensajes de hostigamiento de Julio aún llegaban. El hombre advertía con volver para terminar su trabajo: asesinarla y también a sus padres. Pasaron tres meses y no había rastros de él, más que algunos rumores sobre su huida a la Argentina.
Una vez que confirmaron esta pista, la Policía de Homicidios planificó un engaño. Uno de los agentes dijo ser médico de Sonia, lo convenció que ella quería volver con él, que estaba enferma y necesitaba de su ayuda. Durante un mes conversaron, constantemente hasta que se convenció y accedió a verse con el supuesto doctor en la Terminal de Retiro de Buenos Aires.
Pero eso no ocurrió, apenas confirmaron su identidad, un grupo de policías de Interpol lo detuvo y entregó a Julio a las autoridades paraguayas.
Dos años después -a mediados de agosto de 2017- un tribunal pospuso el juicio oral por una acción dilatoria de la defensa. Pero un mes después la audiencia se llevó a cabo y el 21 de septiembre, en plena primavera, la esperanza renacería por justicia. El juez bajó el martillo de cedro sentenciando a 27 años de cárcel a Julio César González Cáceres.
Empleo doméstico en Paraguay: años de lucha y victorias que hoy son letra muerta
Pese a años de luchas y reivindicaciones, con importantes logros en materia de derechos laborales, el empleo doméstico sigue siendo uno de los sectores más olvidados en nuestro país, no solo por las autoridades, sino también por los mismos empleadores que, en ocasiones, carecen de empatía con aquellos que los acompañan en su día a día.
Por Robert Bourgoing (@robertb_py)
Muchas llegan por recomendación, otras simplemente consiguen el puesto mediante algún anuncio en redes sociales. En el peor de los casos, se trata de adolescentes que son forzadas a trabajar bajo el régimen del criadazgo y en la modalidad “sin retiro”.
Nos referimos a las empleadas domésticas, mujeres que con sacrificio y esmero dedican gran parte de su jornada, olvidando a veces el cansancio o la fatiga, para trabajar en residencias particulares al servicio de alguna familia.
Según datos de la Encuesta Permanente de Hogares realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), cerca de 214.000 personas se desempeñaban como trabajadores domésticos al cierre del último trimestre del 2023. En su mayoría, se encuentran en el área urbana.
Con el transcurrir de los años, este sector ha logrado importantes reivindicaciones en materia laboral, siendo la más importante la obtenida en el año 2019 cuando fue aprobada la modificación de la Ley Nº 5407 “Del Trabajo Doméstico”.
QUÉ DICE LA LEY
A partir de la promulgación de la nueva ley, los trabajadores domésticos (entre los que se incluye también a jardineros, choferes de familia, niñeras, mucamas, cocineras, mandaderos, entre otros) tienen derecho a cobrar el 100% del salario mínimo legal vigente, que hoy día equivale a G. 2.680.373.
Así también, adquirieron el derecho a acceder al seguro social del Instituto de Previsión Social (IPS), que automáticamente les brinda el beneficio de contar con cobertura médica y sumar sus aportes para la jubilación.
La vigente Ley de Trabajo Doméstico establece que la jornada laboral de trabajo no debe exceder las 8 horas diarias o 48 horas semanales cuando se trata de jornada diurna, mientras que, el límite en el horario nocturno es de 7 horas de trabajo y 42 horas semanales.
Asimismo, también se contempla el pago de horas extra en caso de superar las 8 horas diarias de trabajo o desempeñar las actividades en el horario nocturno. Para este último escenario, se estipula la bonificación adicional del 30%.
Las personas que desempeñan su actividad laboral bajo la modalidad sin retiro tendrán derecho a un descanso intermedio mínimo de 2 horas, mientras que aquellos que realicen su actividad bajo la modalidad con retiro tendrán derecho a un descanso intermedio de 1 hora. En ambos casos, no se computan como horas trabajadas.
El Artículo 7 de la Ley 5407/15 estipula que es obligatoria la firma de un contrato escrito entre el empleador y el trabajador doméstico, independientemente de la labor que desempeñe en el hogar donde cumple funciones. El modelo se encuentra disponible para su descarga gratuita en la página del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTESS).
DEL DICHO AL HECHO…
Ante los datos expuestos, vale hacernos la pregunta obligada de ¿cuál es la realidad actual de las empleadas domésticas en Paraguay?, ¿se cumple la ley o, como en tantos otros casos, es solo “letra muerta”?
Para Myriam Agüero, presidenta del Sindicato de Trabajadoras Domésticas del Paraguay (Sintradop), la situación aún sigue siendo difícil, pese a los logros y victorias que han obtenido con el paso de los años.
Sobre este punto, confirma lo que ya suponíamos: pese a la promulgación de la ley y los últimos cambios introducidos, el porcentaje de trabajadoras domésticas formalizadas y con seguro de IPS sigue siendo escaso.
Por si fuera poco, aún son miles las que siguen sin percibir el salario mínimo estipulado por ley, excediendo, en muchos casos, las 8 horas de trabajo diarias. “Lastimosamente la gente está acostumbrada a eso. No hay una fiscalización, entonces nadie hace caso”.
LOS “PATRONES” Y LA FALTA DE EMPATÍA
Agüero lamenta que hasta hoy día tengan que seguir hablando de estas injusticias laborales y exigiendo el cumplimiento de lo que les corresponde por ley, siendo conscientes de que no es mucho lo que pueden llegar a conseguir al ser víctimas de un sistema que las obliga a trabajar sin descanso para llevar el pan de cada día a la mesa.
“Muy poco se cumple (la ley), hay algunos que sí, pero son pocos”, refirió la titular del primer sindicato de empleadas domésticas de Paraguay, que a la fecha aglutina a cerca de 300 mujeres de diferentes puntos del país. Según estimaciones del gremio, apenas llegaría al 10% el porcentaje de colegas que son aportantes y figuran en IPS.
Esta situación tiene su origen en la falta de conciencia y empatía por parte de quienes ellas acostumbran a referirse usualmente como “patrones”. A esto se le suma el menosprecio, la discriminación o el rechazo que sufren en ocasiones, cometidos por los mismos que han decidido contratarlas para cumplir diversas labores en la casa.
A más de 5 años de la última reforma en la ley que rige el empleo doméstico, quienes forman parte de este segmento siguen elevando su voz para exigir que se respeten sus derechos y se pueda dar cumplimiento a lo que está escrito, pero principalmente, por lo que tanto han luchado.
Parkinson: el conocimiento del doctor Mime, la historia de Pinsón y las posibles salidas
El pasado 11 de abril se conmemoró el “Día Mundial del Parkinson”, en relación a la enfermedad neurodegenerativa y más frecuente después del Alzheimer. En nuestro país, una de las voces calificadas para hablar del tema era el doctor Mime, quien dejó innumerables conocimientos sobre el padecimiento. Actualmente, uno de los casos más sonados es el del periodista deportivo argentino, Emiliano Pinsón, cuya historia la repasaremos a continuación.
Por Juan Riveros (@JuancitoRiveros)
El “Día Mundial del Parkinson” se viene conmemorando desde el año 1997, cuando la Organización Mundial de Salud decidió declarar esa fecha en honor al médico clínico y neurólogo inglés James Parkinson, por describir por primera vez este trastorno.
El Parkinson tiene como característica al temblor de las extremidades en reposo, rigidez, lentitud en los movimientos, cambios en la expresión facial en la postura y en voz, así como problemas para deglutir.
Uno de los más conocedores de la materia en nuestro país siempre fue el Dr. Miguel Ángel Velázquez (+), conocido como el Dr. Mime, quien ya no está con nosotros, pero dejó interesantes aportes desde su experiencia y sabiduría sobre la neurociencia.
En relación al Parkinson, Mime indicaba que la falta de dopamina en el cerebro es la causa principal de la enfermedad y que los síntomas ya mencionados anteriormente, pueden ir empeorando con el tiempo. De acuerdo a lo explicado por el neurólogo, no existe una cura, pero sí tratamientos que pueden ayudar a controlar los síntomas.
Afirmaba también que el Parkinson no solo afecta el movimiento, sino que también puede tener un impacto en la función cognitiva, el estado de ánimo y la calidad de vida en general. “Los estudios sugieren que el ejercicio regular puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad, así como mejorar la salud general de los pacientes”.
En una de sus últimas columnas para el Diario La Nación, en referencia al Parkinson, Mime hablaba de “la luz al final del túnel”, en relación a los avances en la investigación y el tratamiento para mejorar la calidad de vida de los pacientes, abriendo nuevas vías para comprender la enfermedad.
Entre uno de los avances destacados por el neurólogo, se encuentra la identificación de biomarcadores, que son medidas objetivas que se pueden utilizar para diagnosticar la enfermedad y monitorizar su progresión. Según Velázquez, esta herramienta podría ayudar a los médicos a identificar el trastorno en sus etapas tempranas, cuando los tratamientos pueden ser más efectivos, y también podrían ayudar a los investigadores a entender mejor los procesos subyacentes que lo causan.
Asimismo, mencionaba que los investigadores están explorando nuevas opciones de tratamiento para el Parkinson, incluyendo el uso de tecnología wearable y dispositivos de estimulación neuromuscular.
LA CONMOVEDORA HISTORIA DE EMILIANO PINSÓN
Los amantes del deporte crecimos con el programa “Fútbol para todos”, transmitido cada siesta por el canal Fox Sports. Uno de sus conductores era el periodista argentino Emiliano Pinsón, cuya historia actualmente conmueve a toda la Argentina y América Latina, por su lucha contra la enfermedad del Parkinson.
Emiliano padece Parkinson desde el 2021, haciendo que tenga que cambiar su ritmo de vida para encarar el tratamiento. Desde ese entonces, se volvió un ejemplo para todos aquellos que tienen el mismo padecimiento, con muestras de fortaleza, dedicación y a través de su rol de comunicador, como portavoz de conciencia sobre dicho mal.
Con el correr de los años, la enfermedad de Pinsón se fue agravando y días atrás sorprendió a todos con un conmovedor anuncio de que dejaba su labor en radio para enfocarse de lleno a sus tratamientos.
“Tengo un Parkinson atípico, condicionotomía. Eso quiere decir que no es el Parkinson rígido como estaba diagnosticado. Es un Parkinson que tiene un inconveniente que no está muy bien estudiado porque justamente varía en su desarrollo. El temblor común ya está estudiado. Tiene una conducta muy parecida durante tantos años y después o estás más rígido o menos y tembloroso igual, y es operable porque se encuentra en el hipotálamo, en el cerebro”, explicó Pinsón.
Agregó que, del síntoma de la rigidez, ya pasó a un cuadro de atrofia, perdiendo fuerzas. “Si vos leés los libros, que no hay que leerlos, no, hoy no hay que googlear, es... me queda poco tiempo. No es broma. Vamos a tratar de que no. Siempre las estadísticas están hechas para romperse, así que yo pienso ser uno que rompe estadísticas”, refirió el periodista, quien cuenta con el apoyo de toda una afición deportiva local e internacional.
Neuronas espejo: por qué los niños aprenden más rápido de lo que ven, que de lo que escuchan
El descubrimiento de las neuronas espejo fue uno de los más interesantes de la neurociencia a finales del siglo XX. Esto permitió comprender que los niños aprenden más de las acciones que de las palabras. En ese sentido, todos los adultos tienen la gran responsabilidad de educar con el ejemplo.
Hay una frase conocida a nivel popular que menciona que los “niños son como esponjas”, absorben todo lo que ocurre a su alrededor e imitan el comportamiento de los que los rodean, especialmente el de sus padres. Por eso es muy importante que todo padre, madre o encargado del cuidado de un niño o niña sea consciente del tipo de comportamientos y actitudes que asume en determinados sucesos o eventos de la vida cotidiana.
Pero ¿a qué se debe este comportamiento tan particular de los pequeños?
La respuesta la dio la ciencia, específicamente la neurociencia en el año 1996. Y se debe a las “neuronas espejo” que justamente son uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX vinculados al aprendizaje.
Observar el día a día de la convivencia familiar parece suficiente para entender el gran peso que tiene el comportamiento de los padres en la educación de sus hijos. Sin embargo, en la actualidad, vamos un poco más allá y sabemos que hay, además, una justificación científica.
La neuropsicología y la neurociencia nos aportan una explicación objetiva del porqué de esta influencia. De por qué los niños aprenden de las personas que están a su cargo con tanta facilidad. Y de cómo sus aprendizajes no se refieren solo a contenidos. También repercuten en las emociones, las intenciones y las conductas.
En ese contexto, el pediatra Robert Núñez explicó que las “neuronas espejo” son un grupo de células nerviosas o neuronas que se activan durante una actividad concreta y también al observar a otra persona que realiza la actividad.
“Estas células constituyen el sustrato cerebral de la imitación y la empatía. Son decisivas para el aprendizaje, tanto de acciones como de emociones e intenciones. El estudio y conocimiento del cerebro avalan una idea básica sobre el aprendizaje y es que este se produce más por lo que se ve que por lo que se dice. Por lo tanto, tenemos una gran responsabilidad a la hora de guiar a los niños, porque somos modelos para ellos”, argumentó el doctor.
🧠NEURONAS ESPEJO🧠
— Dr. Robert Núñez 🇵🇾 (@drrobertnunez) April 5, 2024
Las neuronas espejo son un grupo de células nerviosas o neuronas que se activan durante una actividad concreta y también al observar a otra persona que realiza la actividad.
Estas células constituyen el sustrato cerebral de la imitación y la empatía.
Son… pic.twitter.com/fNrWcnVjlv
El secreto de la imitación
El hallazgo de las neuronas espejo fue fortuito.
En 1996, un grupo de investigadores liderados por Giacomo Rizzolatti realizaba pesquisas con unos macacos, cuyos cerebros tenían monitorizados. Sin buscarlo, se dieron cuenta de que unas células neuronales situadas en la zona motora del lóbulo frontal y en una parte del lóbulo parietal se activaban, no solo cuando los animales realizaban un movimiento, sino también cuando veían que lo hacían los investigadores.
Ante este descubrimiento tan destacado, siguieron adelante con sus estudios. Finalmente, llegaron a la conclusión de que en el cerebro humano existen también este tipo de neuronas. Y no solo eso. Demostraron, además, que están conectadas con el sistema que regula las emociones, la memoria y la atención.
En palabras simples, estas neuronas se asemejan en su comportamiento al de un espejo. Reflejan la acción que observamos en otro individuo en nuestro cerebro y este realiza las mismas conexiones neuronales que si dicha acción la estuviéramos realizando nosotros.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando vemos a alguien hablar. Nuestras regiones cerebrales encargadas de la fonación y el habla se activan como si fuéramos nosotros los que hablamos, se produce esa conectividad neuronal.
Además, estas neuronas no solo producen el reflejo en el plano motor, sino que también funciona en el ámbito emocional, ya que están vinculadas al sistema límbico, responsable de la regulación de las emociones. Por ejemplo, cuando vemos a otra persona sonreír, nuestras neuronas espejo crean una simulación interna de su sonrisa en nuestro cerebro. A su vez, se conectan con el sistema límbico y hacen que acabemos compartiendo ese sentimiento alegre.
Así pues, la risa contagiosa, la emoción que se traspasa de una a otra persona, leyendo un libro o viendo una película, y los bostezos “que se pegan” son otros casos de activación de estas neuronas.
¿Qué relación tienen las neuronas espejo con la educación?
Con este descubrimiento nos encontramos con la apasionante idea de que, hagamos lo que hagamos en la educación de nuestros hijos, tendrá una gran repercusión en ellos. El estudio y conocimiento del cerebro avalan una idea básica que siempre hemos tenido.
La relativa a que el aprendizaje se produce más por lo que se ve, que por lo que se dice.
Por lo tanto, los adultos tenemos la gran responsabilidad a la hora de guiar a los niños, porque somos modelos para ellos. De fortalezas, de debilidades, de nuestras respuestas ante sus demandas y preguntas, y de actitudes que favorecen o complican las enseñanzas que nos proponemos darles.
El ambiente que generamos en la familia, las voces templadas o los gritos, la tranquilidad y la armonía o la crispación, serán representaciones mentales en los cerebros de los pequeños, cuyas neuronas espejo ensayan silenciosamente durante 24 horas al día para poder actuar en el momento en el que se presente la ocasión.
Si observamos los comportamientos de padres y madres, es posible darse cuenta de que muchas veces corrigen lo mismo que, sin querer, ellos han enseñado.
Pretendemos que los niños no griten a sus compañeros cuando se enfadan, pero a menudo los adultos se enfadan y reaccionan gritando. De este modo pierden la capacidad de actuar y la oportunidad de enseñar la habilidad del autocontrol.
Por ello, es importante comprender que siempre se enseña o aprende algo, aunque en ocasiones sea negativo. Esto invita a la reflexión, no solo sobre la capacidad para guiar a nuestros hijos, sino también sobre la manera de hacerlo.
La clave está en sustituir los discursos magistrales por interacciones, resolución conjunta de problemas y trabajo cooperativo.
En ese contexto, el doctor Núñez indicó que los niños necesitan adultos responsables que los atiendan con afecto y comprensión, que dediquen tiempo para mirarlos, escucharlos, acompañarlos, guiarlos y compartir todas las experiencias de su vida. Que les permitan equivocarse y aprender tanto de sus errores como de sus aciertos.
“Los niños aprenden por neuronas espejo, cuando sos honesto, tu hijo aprende a ser honesto y a asumir sus responsabilidades”, aconsejó.