El juego de las escondidas

Todo comenzó como un juego, un día más de diversión. Emanuel y sus amigos se encontraron para disfrutar de una mañana del mes de junio del 2006, pero luego nunca más regresó a la casa. Su madre y vecinos lo buscaron por días hasta encontrarse con el desenlace del misterio.

  • Por Óscar Lovera Vera
  • Periodista

Ella la buscaba casa por casa, su instinto mater­nal sucumbía en varia­bles sobre el paradero de su pequeño hijo de ocho años, Emanuel. Algo inquieto, curioso y por demás desobediente, típico de esa edad. Estaba extraviado hace varias horas y con ello aumentaba su desesperación. Mirtha Ver­gara se debatía entre estallar por el pánico, sentarse a llorar desconsoladamente, o, quizás, ambas opciones. La Policía le pedía tiempo para declararlo perdido y ella no lo tenía. Quería a su hijo en ese mismo instante. Lo que no entendía es que esto acababa de comenzar.

Cada casa era visitada por la mujer, su impotencia acrecen­taba con las respuestas negati­vas que acumulaba. Emanuel no aparecía y se recriminaba el permiso que le concedió, él solo quería jugar en las calles con otros niños y en ese momento –aunque reticente a hacerlo– no quería ser autoritaria y lo dejó, sabía que su barrio era por demás tranquilo.

“Solo ocho años tiene. Dios mío, que no le pase nada…”, clamaba Mirtha. El pequeño salió tem­prano y no retornó para almor­zar. Mirtha acudió a la casa de todos los amigos de Emanuel, pero fue como si lo tragara el vacío, no sabían de él. Uno de los niños dijo que se separa­ron luego de dos horas de jugar a las escondidas. La noche fue desplazando la luz natural y de a poco los pocos alumbra­dos públicos destellaban en las calles de la fracción Los Clave­les, en el barrio Itapuamí de la ciudad de Luque.

El mes de junio abrigaba días frescos con noches largas en aquel 2006. Eso más aún la consternaba porque sabía que su pequeño no llevaba mucha ropa puesta, tendría frío y, tam­bién, hambre debido a las doce horas de ausencia. Ese miedo escurrido en las mejillas de Martha se propagó entre los vecinos. Todos estaban acon­gojados por la falta de noticias.

DE PUERTA EN PUERTA

El misterio de la desapari­ción de Emanuel desenfundó comentarios de todo tipo, más de uno sacaba sus propias con­clusiones. Ninguna era espe­ranzadora, al menos después de esa primera noche.

“Quizás está escondido, saben que los niños son traviesos y de seguro que está probando qué tanto puede aguantar”, men­cionó uno de los vecinos que se acercó a la casa de Mirtha.

La vivienda se convirtió en un centro de reuniones de los padres del vecindario. Ellos trataban de consolar a la mujer mientras la búsqueda conti­nuaba, organizada en grupos. Pero sin mucho éxito.

Mirtha no logró conciliar el sueño, solo faltaban un par de horas para que se complete el primer día de desaparición. La burocrática Policía al fin se sumó a la búsqueda y repasaron –con la madre– cada minuto desde que Emanuel salió de la casa hasta las preguntas a cada vecino del barrio. Pero todo fue lo mismo, nada cambió.

Nadie lo vio, fue como si lo hayan llevado a otro lugar. Nada tenía sentido, no tenían ene­migos ni problemas para que se tomaran con ella o su hijo. Para los agentes fue aún más confuso. Suponían que en apa­riencia era una travesura, pero lo hacía difícil el que no logren encontrarlo después de dos ras­trillajes por cada calle, en cada vecindario de la ciudad. Otro día se escapaba de sus manos y el sufrimiento iba creciendo.

Cada jornada de búsqueda fue terrible, Mirtha estaba des­echa. Dejó de trabajar debido al suplicio de la angustia, aguar­dando que a su puerta llegue el pequeño por su cuenta, sin heridas y con el rostro pin­tado en mugre después de jugar hasta el hartazgo, feliz y pidiendo perdón por no llegar a la hora prometida. Ella, entre sollozos, gritaba que lo abra­zaría y perdonaría, pero que regrese, que ya fue suficiente el juego de las escondidas. Pero no fue así, su desazón se propa­garía por ocho días.

El 13 de junio, pese a la angustia que invadía al barrio, los vecinos estaban dispuestos a celebrar la festividad católica de San Anto­nio ese martes. Había bullicio en las calles, los colores y estam­pas que se mezclaban con el ros­tro de tristeza y tormento de Mirtha. No podía unírseles en los festejos y sus vecinos buscaban que –al menos– por un instante recupere la fe.

Una bandita koygua se oía a lo lejos, desde muy temprano de ese frío amanecer. En con­traste, el Sol intentaba recupe­rar terreno haciéndose lugar entre al manto gris en el cielo. Los globos que adornaban los portones intentaban romper el monocromático despertar y aguardar por información sobre Emanuel.

Los reportes de su desapari­ción estaban regados en las comisarías de los alrededo­res. Mirtha se aferraba a su rosario, rogando por miseri­cordia ese día.

UN LADRIDO CORTÓ LA PROCESIÓN

Mientras, el barrio se dividía en dos: una parte se alistaba para la procesión y la otra, el grupo de vecinos buscadores, recorría las calles buscando algún indicio. Wilfrido Espínola, uno de los más comprometidos en encon­trar una respuesta a la insólita desaparición, le hablaba a su perro, como siempre.

“Rocky, hoy de nuevo. Hoy le vamos a encontrar, así que olfateá todo lo que puedas”. La mascota jadeaba y lo miraba con fijación, aguardando que le ordene para salir como pro­yectil percutido. Era mejor si lo dejaba suelto y de encontrar algo, Wilfrido estaba seguro que el can ladraría sin cesar.

El Sol se hizo un espacio de pri­vilegio a mitad del cielo, faltaba una hora para el medio día y en ese momento Rocky comenzó a ladrar insistente y nervioso. Cada vez más fuerte, a medida que Wilfrido se le acercaba.

Sintió que lo advertía sobre algo y él lograba comprender lo que trasmitía. Estaba a cin­cuenta metros de él, por lo que apresuró su marcha. Cuanto más se acercaba al sitio, asi­milaba por qué estaba inquieta la mascota, un olor nausea­bundo percibía. Se coló en la nariz intempestivamente, se resistió sonándola con dureza, hiperventiló y respiraba sin llevar mucho aire a sus pulmo­nes, pensando que así sentiría menos el putrefacto aroma.

Escuchó cómo la cola de su amigo azotaba las ramas de un arbusto, estaba metido en medio de la maleza de una propiedad abandonada. Desde lejos no se veían más que árboles y vegetación muy alta. Fue muy difícil distin­guir a su perro de entre las hojas, salvo que se penetre hasta el interior, donde en parte no crecían plantas.

Rocky ladraba observando fijamente un montículo cubierto de ramas y tierra. De ahí provenía la pestilen­cia y aún no identificaba de qué se trataba. Dio un paso y sintió que algo crujió bajo sus pies, era una rama seca. Tomó uno de los pedazos y la usó como palanca para lim­piar lo que cubría el bulto. Cuando sus ojos compren­dieron lo que descubrió, ter­minó horrorizado.

Era parte del cuerpo de un niño. Solo las piernas, aún vestía una bermuda y el cinto de cuero que sujetaba la prenda, calzados y nada más. Su espanto aceleró su corazón al máximo y aún más cuando escuchó un ruido que identificó no muy lejos del lugar donde estaba parado; quedó inerte. Notó que era una silueta, ¡también la de un niño!

“¡¿Vos quién sos?! ¡Salí pues de ahí nde mitã’i!”.

El chico era Mauricio González, un adolescente de catorce años, de vez en cuando se unía a los juegos donde participaban su pequeño hermano y Emanuel.

Wilfrido sabía que ese chico escondía algo, sabía qué pudo ocurrir. No tenía sentido que esté en ese lugar y más aún con los restos de un cadáver. El hombre salió con el niño hasta la calle principal para notificar a la Policía. Horas después, el baldío fue rodeado por agentes de Criminalística, la Policía de Homicidios y el fiscal.

SIN RASTROS DEL ASESINO

La búsqueda para Mirtha ter­minó con el peor desenlace y la escena fue escalofriante. La mujer logró identificar por la ropa a Emanuel al no estar completo el cuerpo, no encon­traron el torso y el cráneo se encontraba a unos metros de ese sitio donde Wilfrido halló la pelvis y piernas.

Uno de los investigadores sugi­rió que los animales destroza­ron el cadáver y el forense coin­cidió con ello al no encontrar rastros de mutilación provo­cada por algún arma.

Los días se tornaron aún más difíciles, la identidad solo pudo ser confirmada mediante mues­tras dentarias. No encontraron más rastros que ese.

La escena era compleja y con muchas variantes para la Policía. No existía rastros de los asesinos, pero la presencia de Mauricio apuntó directo a la familia González como sospechosos. No gozaban de buen prestigio. Eran dieci­nueve personas en la casa y la mayoría contaba con antece­dentes policiales, tres de ellos en la cárcel.

“Che ra’y, vamos a la casa de esa gente. Tengo la impresión de que esa familia sabe algo más; si Emanuel se quedó a jugar en las inmediaciones de esa casa, ahí vamos a encontrar las res­puestas”, mientras sostenía su teléfono celular y la cacha de su arma calibre 9 mm. Era Antonio Gamarra, un comi­sario con mucha experiencia en casos complejos como este. En contra tenía a la familia González, todos se cerraban a aportar datos y se molestaban ante las insistentes visitas de los investigadores. En ese justo momento llegó Mirtha, algo alterada por los medicamen­tos que tomaba para tranquili­zar sus nervios y la ansiedad de madre que buscaba una rápida respuesta al crimen.

“Comisario, yo fui con Ema­nuel ese cinco de junio a bus­car leña y cuando volvíamos para la casa, él me pidió para quedarse a jugar con Carlos y Mauricio, los dos hijos menores de mi vecina, Visitación Gonzá­lez. Le dije que un rato nada más y luego ya no volvió”.

Esto convenció aún más a Gamarra, intuía que la familia tuvo que reportar algo en los ocho días de búsqueda y no lo hizo. La presencia de uno de los pequeños en la escena del crimen, todo apuntaba a ellos.

En el barrio la tensión en torno a los González creció. Fueron hostigados apenas se supo del hallazgo del cadáver y eso los obligó a abandonar el barrio. Esa misma noche que­maron su casa en venganza de lo que había pasado.

Buscando romper el cerco de silencio que imponían los sos­pechosos, el comisario Gama­rra apuntó al mayor de los her­manos. Confiaba en que uno de ellos podría contradecirse y obtener respuestas.

Salvador fue llevado a su ofi­cina, él mantuvo una relación amorosa con la madre de Ema­nuel y –tal vez– tendría cone­xión con el asesinato.“Comisa­rio, yo solo escuché ese día que ese mitã’i lloraba, parecía con mucho dolor y nada más. Él jun­taba yuyos, parece, en ese bal­dío. Mis hermanos estaban con él, Carlos y Mauricio. Corretea­ban y no dije nada porque pensé que era un juego”.

Salvador hizo contacto visual con el comisario Gamarra, intentaba asegurarse que lo estuviera escuchando y, por sobre todo, creyendo. Pero el policía no hacía ninguna mueca y su mirada seca se imponía junto a su tupido bigote que no dejaba leer qué pensaba. Su ros­tro estaba indiferente, Gama­rra sabía cómo mostrarse abstraído, jugando con lo psi­cológico. Después de varios minutos rompió su silencio y dijo: “Sin embargo, tu mamá dijo que vos tenías algo con la madre de ese chico, pensamos que se trató de un abuso sexual por una venganza. Y eso quedó descartado, pero no se entiende por qué tu hermano de catorce años mataría a otro niño de ocho, explícame”. Gamarra estaba determinado a ponerlo nervioso, sabía que si mentía, entraría en contradicciones.

“Mi mamá no puede decir eso, sabe que ese día no estuve y si eso es cierto, puede que solo quiera salvar a mi hermano…”.

El comisario Gamarra asumió la determinación de Salvador, su coartada tenía algo de sen­tido, pero no abandonó la teoría de responsabilidad en uno de los hijos de Visitación González.

UNA CONFESIÓN…

Día tras día, Gamarra visitaba a la familia González buscando respuesta. Hasta que en una de esas, Mauricio no soportó y terminó contando lo que ocu­rrió. Él golpeó con una pala a Emanuel después de que el niño mató a su paloma con una resortera. Sintió tanta frustra­ción y tristeza que quiso ven­garse golpeándolo, después de eso ya no despertó. Escondió el cuerpo en la propiedad aban­donada y durante ocho días iba y lo cubría con tierra para que nadie lo encuentre…

Con sus catorce años, estuvo detenido cuatro meses, deam­bulando de sede en sede. De la comisaría al juzgado del menor. Su confesión no pudo tomarse en cuenta por la edad y las garantías que ello conllevaba.

Finalmente, lo absolvieron al calificar el crimen como accidente.

Fin.

Autoridades y estudiantes avanzan en el diálogo y acuerdan ampliar la mesa de trabajo

En la tarde de este viernes se llevó a cabo una extensa reunión entre los estudiantes autoconvocados y autoridades del gobierno, en relación a la ley de arancel cero. Ambas partes sellaron un compromiso de seguir avanzando en el diálogo para una solución.

La reunión en las oficinas del Puerto de Asunción se inició alrededor de las 14:00 y tuvo una duración de casi 6 horas, donde los estudiantes expresaron sus inquietudes y dudas al respecto de la ley de Arancel Cero universitario.

Las autoridades presentes se encargaron de responder a las consultas de los universitarios, para finalmente llegar a un compromiso de avanzar en el diálogo en un plazo no mayor a 15 días.

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En ese sentido, el compromiso es integrar a todas las mesas de trabajo existentes hasta la fecha e incluir a todos los sectores involucrados en el arancel cero universitario.

Desde el gobierno reiteraron que la ley arancel cero está garantizada con Recursos del Tesoro y posee un blindaje extra a través de la misma.

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Por su parte, los universitarios insisten en una ley que abarque además de la financiación del arancel cero, otros programas sociales y referentes a la educación superior.

Preparan visita de presidente de Chile, Gabriel Boric, a Paraguay

En julio de este año, se prevé la visita del presidente chileno a nuestro país para repasar la agenda bilateral entre Paraguay y Chile. En la ocasi+pn, Gabriel Boric se reunirá con el mandatario Santiago Peña y los viceministros inician con los preparativos.

El viceministro de Relaciones Exteriores, Víctor Verdún, fue recibido ayer por la subsecretaria de Relaciones Exteriores de Chile, Gloria de la Fuente González, en la sede de la Cancillería chilena.

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En la oportunidad, conversaron sobre algunos puntos principales y sobre la próxima visita del presidente de Chile, Gabriel Boric, a la República del Paraguay prevista para julio del año en curso.

Boric vendrá a Paraguay para reunirse con Peña, en un encuentro donde se abordarán temas de la agenda bilateral.

En noviembre pasado fue Santiago Peña quien visitó Chile y se reunión con su homólogo, empresarios y parlamentarios.

El presidente chileno vendrá por segunda vez a nuestro país, la primera fue en agosto del 2023, cuando llegó para asistir a la asunción presidencial de Santiago Peña.


Che roga porâ: inicia etapa de evaluación de proyectos habitacionales

Desde la próxima semana la plataforma web de “Che Róga Porã” estará habilitada para que las empresas puedan cargar sus proyectos habitacionales, anunció este viernes el ministro de Urbanismo, Vivienda y Hábitat, Juan Carlos Baruja, en el cierre de las jornadas de capacitación para desarrrolladores inmobiliarios.

Estas propuestas serán evaluadas y calificadas por el MUVH antes de que estén a disposición de la ciudadanía.

Durante la segunda fase de capacitaciones concluida hoy, inmobiliarios, fiscalizadores, tasadores y organismos de control aprendieron sobre los componentes para la formulación de costos y plantearon consultas sobre temas específicos. Al mismo tiempo, los profesionales se registraron en la plataforma www.cherogapora.gov.py y cumplieron los requerimientos establecidos por el MUVH.

“Hoy es un día especial porque cerramos oficialmente las capacitaciones. Estamos muy contentos con cómo se vinieron desarrollando. El Gobierno del Presidente Santiago Peña ha mostrado una apertura con la participación de diferentes cámaras y de la academia para generar un producto auténticamente paraguayo, en el que han participado diferentes instituciones”, expresó el ministro del MUVH durante el cierre de capacitación.

Che Róga Porã beneficiará a familias de todo el territorio nacional con ingresos de entre 1 hasta 4 salarios mínimos, las cuales podrán acceder a una vivienda propia de hasta G. 400.000.000 con financiación de hasta 30 años, a 6,5% de interés anual.