Postales de la tierra del hielo

La tierra de las auroras boreales y del Sol de medianoche, tan fascinante como extrema por su clima. Un territorio al borde del mundo. A través de imágenes y anécdotas, una pareja de paraguayos nos lleva a un recorrido por la lejana Islandia, donde se encuentran viviendo desde hace un año.

Por Arturo Peña, arturopena@gruponacion.com.py

Fotos: Juanjo Ivaldi Zaldívar

La Nación

“Hace 11 grados, estoy acá tomando un café aprovechando que es un día muy lindo y que se puede estar afuera”, cuenta Tessa Rivarola, mientras en el fondo, en el audio, se escucha el balar de un cordero. Es verano en Islandia, época en que la media de temperatura llega a los 14 grados. “Puede haber también un poco más de temperatura, a diferencia del verano pasado que andaba con dos camperas encima. Ahora se disfruta un poquito más la diferencia luego del invierno tan fuerte que nos tocó”, agrega.

Tessa es actriz de teatro. Ella y su pareja, el fotógrafo y chef Juanjo Ivaldi Zaldívar, viven actualmente en una granja en Islandia, a 30 kilómetros de un pueblo llamado Höfn, que tiene unos dos mil pobladores, y a 500 kilómetros de Reykjavik, la capital del país. “Islandia tiene 360 mil habitantes. Hay el doble de ovejas que de personas. Más de 200 volcanes. Tiene el Vatnajökull, uno de los glaciares más grandes del mundo. Hay más de 600 geysers repartidos por todo el país. No hay ejército, ni armada ni fuerza aérea. Es de los países con el agua más pura del mundo. ¡No hay mosquitos!”, cuenta, por su parte, Juanjo en un pantallazo rápido para adentrarnos a este pequeño país insular (se asienta en una isla principal, homónima, y otras más pequeñas, alcanzando 103.000 km², algo más grande que el departamento de Boquerón), ubicado en el extremo noroeste europeo, en las puertas del círculo polar ártico.

Google marca 10.387 km desde Paraguay a Islandia. “Venir de por sí fue una aventura con cosas curiosas que van pasando ya durante el viaje. Son dos días de trayecto, si todo marcha bien”, cuenta Tessa. “Aunque vinimos juntos, cada uno vino desde lugares muy diferentes. Juanjo ya tenía la experiencia de vivir acá cuatro años, en la capital, y yo era una de esas personas como debe haber muchas que nunca escuchó hablar de Islandia. Para mí era uno de esos puntos ciegos en el mapamundi. Lo que sí había escuchado era de las auroras boreales, a través de un maestro noruego que tuve en una clase de posgrado, y desde que él nos mostró las auroras se me quedó el corazón palpitante con el deseo de conocer. La idea era venir los tres meses del verano, pero con la mente abierta también a quedarnos más y nos quedamos”, agrega.

“Las ganas de volver a Islandia se hicieron fuertes en el 2015 después de haber estado en Paraguay un año, por todo lo decepcionante que fue para mí ver la realidad de nuestro país con los ojos de haber vivido cuatro años lejos. Entre el 2009 y el 2013 viví en Islandia, casado con una mujer islandesa. En aquellos años tuve la posibilidad de desarrollar mi mirada fotográfica y aprender más sobre lo profundo de la fotografía. Además me tocó deambular por el mundo gastronómico con sus aromas, sabores y mixturas. El arte culinario aquí es muy rico y también competitivo. Nutridos de toda esa experiencia y de recorridos que hicimos con Tessa por países latinoamericanos, surgió en el 2016 el proyecto gastronómico y cultural La hamaca y la Luna, que eran cenas en casa una vez por mes, en Paraguay. Pero entre el 2016 y el 2019 recibí invitaciones para volver a Islandia a cocinar durante el verano nórdico. Finalmente, en mayo del 2019 dimos el ‘sí’”, relató Juanjo.

ALGO MAGNÉTICO

“Al volver sentí lo que sentí el primer día que llegué en el 2009. Llegamos a un país volcánico. Arribamos sobre un paisaje de playas negras infinitas, donde todo está desnudo, donde se puede ver a kilómetros de distancia porque no hay árboles. Desde el avión se ve ese paisaje volcánico y desde que ponés los pies en esta tierra se siente una energía muy fuerte. Algo magnético”, fue la sensación que recordó el fotógrafo de su llegada a la isla. Para su compañera fue fascinación: “Mi primera experiencia al llegar fue con la vastedad, porque podés mirar y ver lejos, lejos. Nada más llegar ya nos trasladamos 500 kilómetros de la capital, al sur (hay una sola ruta que recorre toda la isla, tiene unos 1.400 kilómetros), yendo por un paisaje cambiante. Fue como entrar en un tubo de magia, una sensación muy fuerte. Además del estado de tontera todavía del viaje, todos esos paisajes, realmente fue un golpe de belleza, de magia y sumado a todo eso que llegaba las 8:00, las 10:00, las 12:00 de la noche ¡y no atardecía! Realmente atardece a eso de la 1 de la madrugada en esa época en que llegamos y se empieza a poner el cielo todo rojo. Así que esa fue nuestra llegada”.

Para Juanjo, el paisaje se ofrecía como una irresistible tentación a disparar su cámara para captar toda esa magia: “Si te gusta el paisaje, lo abstracto, las texturas, Islandia sería lo que fue París o Nueva York para aquellos fotógrafos conocidos como street photographer. Acá la luz toma diversas formas. En los meses de días eternos, el Sol se mueve de lado a lado, no de arriba abajo. Eso hace que todo cambie de forma, de contrastes, de interpretaciones, estando en un mismo lugar. Es difícil viajar unos cuantos kilómetros y no sentir la necesidad de parar a fotografiar en todo momento. En los días nublados, que son mis favoritos, frente a un glaciar se fotografían capas de sonido, capas de silencio, matices de grises”. Las fotos que acompañan este texto hablan de esa experiencia y le dan la absoluta razón.

La palabra Islandia proviene del nórdico antiguo que significa “tierra del hielo”.

Los antiguos navegantes vikingos que llegaron a esos territorios no encontraron mejor forma de definir lo que vieron. Entre las cosas más desafiantes de la isla está el invierno, que se extiende por seis meses o más, con una época de gran oscuridad, especialmente en algunos rincones de la isla, con temperaturas de 0 grados y que bajan hasta -10 como media. “Hay un otoño de dos meses más o menos en que el Sol queda así en un eterno atardecer y luego entre finales de mayo a julio, los días eternos, con el Sol de medianoche, una experiencia loquísima, con la luz que te da una energía que parece que estás sobrepotenciado, con las ganas de estar todo el tiempo activo”, señala Tessa.

Alrededor de la Navidad es la época de mayor oscuridad, que se extiende hasta enero. Incluso hay algunos rincones, algunos fiordos, donde la gente vive alrededor de dos meses sin ver el Sol. “Esta experiencia no nos tocó en el lugar donde estamos, pero sí vivir meses de solo dos horas de luz. Es una experiencia intensa y simpática también, porque no podés decir por ejemplo ‘vamos a beber toda la noche’ porque te vas a pasar pasar bebiendo alrededor de 22 horas”, comenta entre risas la actriz.

Pero, por supuesto, como en cualquier lugar donde uno vaya a buscar oportunidades fuera de su entorno, hay barreras que superar y situaciones a las que adaptarse.

“Algo que es difícil acá, para nosotros los latinos al menos, que somos muy afectuosos, es que las personas son muy hacia adentro y se complica llegar a construir lazos, contactos afectivos. Con el covid hubo dos meses de una cuarentena voluntaria de la gente (el gobierno no la hizo obligatoria). Era también invierno y se sumó lo de la pandemia. Hubo varios contactos, pero muy pocas muertes, se manejó bastante bien todo ese tema”, explica Tessa y suma una reflexión: que en alguna forma, la poca propagación del virus tenía que ver con el propio ‘distanciamiento cultural’. “Hubo un meme muy simpático que decía: ‘terminaron los dos metros de distancia, por fin; ahora podemos volver a nuestros cinco metros de distancia habituales’”, recuerda con humor.

En la isla hay muy pocos animales, en su mayoría ovejas y cabras; los pocos animales salvajes son los renos, que se los ve andando incluso por los pueblos, luego están los zorros, un tipo de comadreja y muchos tipos de pájaros, según relatan los aventureros.

SE FUERON QUEDANDO

El “proyecto Islandia” era en primer término por la temporada de verano, pero hoy ya hace más de un año que Tessa y Juanjo viven allí y el retorno es más bien un incierto. “Algo de por qué nos fuimos quedando fue porque a Juanjo, luego que terminó el verano pasado, le salió un trabajo para cocinar en un restaurante en el pueblo. Ellos nos dieron un departamento por un mes, luego alquilamos otro por seis meses, pero con el covid nos quedamos sin trabajo los dos. Y en esta granja (donde viven actualmente) nos recibieron otra vez. Aquí nos prestaron una pieza a cambio de hacer trabajos en la granja. Es como un pequeño hotelito rural. Ahora Juanjo empezó a cocinar de nuevo, pero todo está muy diferente al año pasado. La cantidad de turismo que hubo no tiene nada que ver con lo que hay ahora”, comentaron.

Islandia es un país que tiene su mayor ingreso en el turismo, sector que quedó muy golpeado por los efectos globales de la pandemia. Tessa dice al respecto: “Nosotros no vinimos como turistas, vinimos a explorar lo que suponíamos sería fértil, no fácil. Por la misma ubicación, por lo insular, es un lugar extremo. A veces a mí me vienen reverberaciones del Chaco, por ejemplo, un lugar también así tan hermoso y a la vez tan extremo. Es una naturaleza sobrecogedora, pero también brutal y hay que tener mucha fuerza para adaptarse.

Este invierno hubo tres avalanchas, hubo semanas enteras de tormentas de nieve. Hay un viento que cualquier día te puede tocar y que es de muchos kilómetros por hora. Para nada nos gusta esa forma en que se vende así turísticamente, porque el turismo también finalmente se vuelve extractivo y esta tierra lo que tiene también de bello es la poca cantidad de humanos con que te encontrás. El año pasado nos tocó ser testigos de la extinción de un glaciar. Los glaciares están retrocediendo. Justo en estos días fuimos a uno y nos dimos cuenta, te das cuenta comparando con el año pasado. Entonces esta isla tiene como ese grito de la naturaleza y la naturaleza se impone acá. Lo humano no es definitorio y eso es algo de lo hermoso que la gente de aquí tiene, es una sumisión a la naturaleza, una sumisión a lo que diga la naturaleza”.

MIRADA EXTRAVIADA

Algo que unió a Juanjo y Tessa, además del espíritu de aventura, es que ambos provienen del mundo de la creación, en este caso de las artes escénicas, por un lado, y de las artes visuales, por el otro. Al emprender destino a Islandia sabían que donde sea que fueran la necesidad de crear iba a estar allí. “Para mí es muy nutritivo creativamente vivir aquí inmersa en la naturaleza y conectada con sonoridades tan extrañas con respecto a lo conocido. En Paraguay, desde hace 14 años estoy en el oficio del teatro y siempre aposté por la idea de que cualquier lugar es un escenario, la calle, la plaza del barrio, una esquina. Aquí, cualquier lugar es un escenario sobrecogedor. Por la inmensidad de las montañas, los glaciares, la vastedad. Así como Juanjo anda con su cámara, yo ando con mi cuaderno anotador, entonces cada vez que tenemos tiempo, nos internamos en alguna lengua de glaciar o si no vamos a una montaña, a algún valle. Después de esas experiencias yo escribo algunas reverberaciones de lo que sentí. Es algo muy subjetivo de lo que sentí o de cómo resuena en mi naturaleza”, dijo Tessa.

A partir de ese ejercicio se abocaron a un trabajo más riguroso de seis meses, donde Tessa trabajó textos y Juanjo preparó una serie fotográfica en blanco y negro, que fue bautizada como “Mirada extraviada – fotografía y poesía”. “Y eso terminó siendo una muestra que debía haberse inaugurado en abril en Islas Canarias, en la Fundación Francis Naranjo, pero por el covid eso quedó suspendido. En principio pasó para noviembre. Son varios racimos de textos que van a acompañar la serie fotográfica. Tanto las fotos y los textos no hubieran sido posibles sin la experiencia del aislamiento, el estar alejados de la ciudad, el estar tan rodeados y envueltos por montañas, glaciares y tanta naturaleza extrema”, agregó. Tessa también hace parte de ese relato en poesía y fotos en un sitio de Facebook denominado: #cosaskescribomientrasespero.

CAZADORES DE AURORAS

Entre las experiencias místicas que se viven en esa parte extrema del planeta, se destacan las auroras boreales, espectaculares fenómenos celestes donde luz y magnetismo se enredan en una danza de colorido inigualable. Cualquier persona tendría como sueño de vida presenciar alguna vez este espectáculo natural. En Islandia, las auroras adornan los cielos cada temporada.

“Pudimos ver las auroras boreales muchas veces, especialmente entre setiembre y octubre. A veces desde la ventana. A veces en el medio de la nada. Tomamos como aventura nocturna salir a ‘cazar auroras’. Y cada vez que se nos daba saltábamos en una pata. Las auroras son arbitrarias. No se ven todas las noches. Así que cada vez que tenés la experiencia de encuentro con las ellas, es la gloria”, explica Juanjo.

“Es realmente un sentimiento sobrecogedor, tienen vida, porque se mueven, bailan, tienen como un sonido y pueden llegar a ser envolventes. Algunas veces nos ocurrió estar en medio de la nada, en una ruta deshabitada y sentir que todo el cielo se estaba cayendo y bailando sobre nosotros. Van cambiando los colores de verdes a violetas. Es realmente una experiencia fuera de todo lo que un humano puede llegar a hacer o imaginar. Es como un vuelo, mezcla de fantasmagórico, mágico y bello. Bellísimo”, añade Tessa.

Ejemplo de servicio en Concepción: realiza vacunaciones casa por casa en bici

Un enfermero de la ciudad de Concepción cobró notoriedad por realizar vacunaciones casa por casa a bordo de su bicicleta, a fin de inmunizar a adultos mayores y personas con problemas de movilidad.

Ejemplos de predisposición, servicio y entrega son dignos de destacar, sobre todo cuando se trata de asuntos que redundan en un beneficio para la ciudadanía.

Este es el caso del licenciado Ariel Casco, enfermero de la Unidad de Salud Familiar (USF) Juan XXIII de Concepción, quien decidió implementar una modalidad práctica e ingeniosa para la vacunación.

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Se trata del recorrido casa por casa en bicicleta, teniendo en cuenta que el mismo forma parte de las brigadas de vacunación que tienen a su cargo las visitas en el barrio Inmaculada de dicha ciudad.

Todo empezó tras un pedido de un poblador de la zona, quien le había solicitado que vaya a su casa para vacunarlo a él y a su esposa. A partir de allí, este enfermero decidió continuar con las visitas en biciclo, logrando una buena recepción de parte de otras habitantes.

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Cabe recordar que actualmente se desarrolla la campaña de vacunación Invierno 2024, impulsada por el Ministerio de Salud Pública, la cual también involucra a agentes comunitarios de las USF y centros de salud distribuidos a nivel país.

Casco decidió ir en bici a cada uno de los hogares, principalmente de personas adultas mayores o quienes poseen problemas de movilidad, para facilitarles el acceso a las dosis contra la influenza y el COVID-19, destaca el portal Concepción al Día.

Alerta en Paraguay por casos de fiebre de Oropouche en la región

En los últimos meses se reportó un aumento de la detección de casos de fiebre de Oropouche, virus trasmitido por mosquito, en cuatro países de América del Sur. Esta situación se suma a la alta circulación de dengue y en nuestro país se encienden las alarmas.

La Dra. Águeda Cabello, directora de Vigilancia de la Salud, comentó que Paraguay se está preparando ante la alerta por casos de fiebre de Oropouche que se reportaron en Bolivia, Brasil, Colombia y Perú.

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Se trata de otra infección que es transmitida a los humanos a través de insectos infectados, algunos de ellos de diversas especies de mosquitos. Normalmente, ubicados en zonas boscosas, como en el Amazonas, según explicó la Dra. Cabello a la 650 AM.

Estamos atentos y en alertas en la región, debido a eso vamos a empezar un taller este lunes, sobre el dengue y otras infecciones. Uno de los temas a abordar es Oropouche, participarán países como Brasil y Bolivia, donde presentarán sus vivencias debido a que dentro del Mercosur ellos tienen experiencias en brotes”, expresó la titular de Vigilancia.

Semanas atrás, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) emitió la alerta epidemiológica a raíz del aumento en la detección de casos de fiebre de Oropouche en algunas áreas de América y emitió una serie de recomendaciones como reforzar las medidas de control vectorial y de protección personal de la población a mayor riesgo.

De acuerdo a la OPS, el cambio climático, la deforestación y la urbanización favorecieron a la propagación del patógeno en la región.


Desde el lunes exigirán certificado REDAM para registrar escrituras de compraventa

La Dirección General de los Registros Públicos a partir del lunes 22 de abril exigirá la presentación del Certificado del Registro de Deudores Alimentarios Morosos (REDAM) para registrar escrituras públicas de compraventa.

La Corte Suprema de Justicia comunicó que, a partir de este lunes, la Dirección General de Registros Públicos requerirá a los escribanos la presentación del Certificado de Antecedentes de Deudores Alimentarios Morosos para la gestión registral de escrituras públicas de compraventa de bienes registrables.

Se trata del conocido comúnmente como “Certificado REDAM”, expedido para aquellos padres o madres que se encuentran adeudando la prestación alimentaria de sus hijos y forman parte del Registro de Deudores Alimentarios (REDAM).

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La exigencia rige tanto para la oficina central de Registros Públicos, ubicada en Asunción, como así también para todas las oficinas registrales distribuidas en el territorio nacional.

Esta medida se enmarca en el cumplimiento de la Acordada N° 1743 de la Corte Suprema de Justicia y la Disposición Técnica Registral N° 02/2024 emitida por la Dirección de Registros Públicos.

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Desde la institución aclaran que no se darán curso a las escrituras públicas de compraventa cuyos otorgantes no cuenten con el Certificado REDAM vigente al momento de la formalización del acto. Por su parte, quienes figuran en el REDAM ya no podrán registrar compraventas de terrenos, vehículos y otro tipo de propiedades.

Cabe recordar que, en la actualidad, también se restringe la expedición y el otorgamiento de registros de conducir a los deudores alimentarios en las distintas municipalidades del país.