Cuando «literalmente» ya no es literal

Se nos gastó literalmente de tanto usarlo. Desde hace tiempo, no es raro encontrárselo en contextos en los que no hay nada de literal en lo que se dice.


Fuente: Fundéu, Elena Álvarez Mellado

 

 

Habitualmente, la palabra literalmente se ha usado para indicar que lo que se está diciendo no es una exageración o una forma de hablar: si algo ocurre de forma literal, quiere decir que ocurre tal y como lo estamos verbalizando, en un sentido no metafórico. Resulta que buena parte de lo que expresamos cuando hablamos no describe al pie de la letra la acción que ocurre, sino que lo hace de forma figurada. Subirse por las paredes, ponerse las botas, tirar la toalla, estar hecho polvo, partirse de risa, tomar el pelo. El habla cotidiana está cuajada de giros, exageraciones y frases hechas cuyo significado no es igual a la suma de los significados de las palabras que los componen. Los chistes (y también no pocos disgustos de los estudiantes de castellano) se nutren en buena medida de estos dobles significados no evidentes.

La palabra literalmente funciona pues como una especie de desactivador de frases figuradas. Cuando decimos que algo ha ocurrido literalmente, estamos avisando a nuestro interlocutor de que, en este caso, lo que estamos diciendo describe al pie de la letra lo que pasó. Cuando me calzo antes de salir de casa, me pongo literalmente las botas. Spiderman está que se sube por las paredes, literalmente. Este ha sido el uso tradicional de literalmente.

Pero se nos gastó literalmente de tanto usarlo. Desde hace tiempo, no es raro encontrárselo en contextos en los que no hay nada de literal en lo que se dice

Racismo, macaco y xenofobia, lo que significan para la RAE

En ámbitos futbolísticos, políticos y sociales, recientes episodios impulsaron el debate sobre lo que se considera racismo y sobre si una palabra resulta ofensiva o no en determinadas culturas. Analizamos el significado de cada término, desde la óptica lingüística.

Según el diccionario de la lengua española (el oficial de la RAE), las definiciones de estas palabras son las siguientes:

Racismo: m. Creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conduce a la discriminación o persecución social.

Sin.: segregación, segregacionismo, discriminación.

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Macaco: m. y f. Cuadrumano muy parecido a la mona, pero más pequeño que ella, con cola y el hocico saliente y aplastado. U. en m. ref. (usado en masculino en referencia) a la especie.

En la tercera acepción encontramos una más próxima a la que se le pretende dar para los agravios: m. y f. coloq. Persona insignificante. U. t. c. insulto. (utilizada también como insulto) En Arg., u. en sent. despect.

Aquí el diccionario aporta una referencia geográfica en cuanto al uso que se le da en el sentido despectivo y sostiene que esa acepción es propia de la Argentina, es decir en el vecino país utilizan el término en su faceta peyorativa.

Xenofobia: f. Fobia a lo extranjero o a los extranjeros.

Misoginia: Aversión a las mujeres

Aversión: Rechazo o repugnancia frente a alguien o algo

Con lo expuesto, queda a interpretación de cada uno concluir si determinadas palabras constituyen un insulto racista o no. Sin embargo, para los hermanos brasileños, el término macaco es una forma de racismo cuando se dirige a ellos.

La sección RAE del diario HOY tiene como fin promover el buen uso del idioma español, con el sustento de lo que dicta la RAE, máxima autoridad de la lengua que, con el correr de los años, va cambiando algunas reglas y proponiendo adaptaciones, según la necesidad.

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RAE valida el uso de Jose sin tilde

Muchos de los que llevan el nombre José, cariñosamente son llamados Jose, sin tilde, es decir, cargando la voz en la primera sílaba. Esta opción es admitida por la Real Academia Española.

Al ver escrita la palabra Jose sin tilde, es probable que el corrector de Word o de Google Doc automáticamente subraye un error: la falta de tilde en la e.

Y es que si recurrimos al diccionario de la lengua española, no encontraremos ningún vocablo escrito de esa manera. Sin embargo, en una reciente actualización emitida días atrás, la Real Academia Española compartió una novedad al respecto.

La máxima instancia de la lengua castellana reconoce, por un lado, que el nombre José va con tilde por tratarse de una palabra aguda terminada en vocal.

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En cambio, por otro lado, confirma que también existe la forma «Jose», que representa la pronunciación [jóse], propia del hipocorístico acentual usado familiarmente.

Un hipocorístico es la forma abreviada o diminutiva de los nombres propios, es decir, lo que comúnmente conocemos como apodo. Ejemplos: Gabi, de Gabriela; Dani, de Daniel, Leti, de Leticia, entre otros.

El diccionario de la lengua española se actualizó en diciembre del 2024 y su nueva edición incluyó 609 palabras y 4.074 modificaciones. Estas incorporaciones son el reflejo de la adaptación de la RAE a la actualidad de los hispanohablantes.

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La curiosa incidencia del guaraní en una palabra del español

Una palabra utilizada con frecuencia para referirse a los pequeños trozos de algo, sea vidrio o cualquier material. La RAE no solamente la incluye en su diccionario, sino que también confirma que el origen está en el idioma guaraní. Veamos los detalles.

El diccionario de la lengua española da una explicación muy importante de la palabra curuvica antes de contar su definición:

Del guar. (guaraní) curuví ‘fragmento, trozo’ y el suf. dim. Esp. (sufijo diminutivo español) -ica.

Posteriormente, el significado dice:

f. Arg. y Par. Fragmento diminuto que resulta de la trituración de una piedra, y, por extensión, de cualquier otro material sólido. U. t. en sent. Fig. (usado también en sentido figurado).

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En tanto, si vamos a nuestro ñe’ẽryru, recordamos que la palabra de origen a la que hace alusión la RAE es kuruvi (con k, no con c). La traducción dice: cascajo, migaja. Es decir, la utilizamos no solamente para aludir materiales sólidos, pues las migajas pueden ser también de panes, galletitas y otros.

En conclusión, la Real Academia Española reconoce la existencia de la palabra curuvica como originaria del guaraní, pero sostiene que su uso se da mayormente en Argentina y Paraguay (aparecen así, estrictamente por motivos de orden alfabético), no así en otros países hispanohablantes.

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