Martes de la séptima semana de Pascua

 

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“Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo”.

Jn 17, 3

 

Conocer en el lenguaje bíblico no es solo tener una información intelectual, sino hacer experiencia real, viva y fuerte. La Vida eterna empieza en nosotros cuando experimentamos concretamente al Dios verdadero, el Padre de Jesucristo, que en Él nos adopta como hijos suyos, perdona nuestros pecados, nos llena de amor y nos hace coherederos del cielo. Mientras esto no sucede, nuestra vida es muy limitada, estamos en la oscuridad, en la aridez, en la penuria, o como marionetas del acaso. Solo el encuentro con el Dios vivo, revelado por Jesús, nos abre las puertas de la eternidad. Paz y bien.

Jueves de la quinta semana de Pascua

- “Permanezcan en mi amor”. Jn 15, 9


Jesús trajo al mundo el amor de Dios y nos amó hasta el extremo, entregando su vida por nosotros. Él nos pide que permanezcamos en su amor; esto es, que no nos alejemos de él, que no cerremos nuestro corazón y que no despreciemos su palabra. Debo, por lo tanto, estar en alerta al amor de Dios en mi vida, cuidarlo para que esta llama de amor que él incendió en mi corazón no se apague por la maldad o por el egoísmo. Permanecer en el amor de Cristo significa ser canal del bien, instrumento de paz y promotor de la verdad y de la justicia. Paz y bien.

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Miércoles de la quinta semana de Pascua

“A las ramas que dan fruto, el Padre las poda para que den más todavía”. Jn 15, 2

Ser podado es siempre una experiencia muy dolorosa. Sin embargo, sabemos que una vid que no es podada va perdiendo su fuerza y va dejando de dar frutos. A veces, nos preguntamos por qué surgen pruebas en nuestra vida si estamos tratando de hacerlo todo bien. Aquí tenemos la respuesta: a quien produce, el Padre poda para que pueda dar aun más frutos. Las pruebas son, por lo tanto, ternura del Viñador que nos cuida y sabe que podemos producir más, que no quiere que nos acomodemos y vayamos perdiendo nuestro vigor. Aunque duela, digamos siempre: gracias, Señor, por las podas. Paz y bien.

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Martes de la quinta semana de Pascua

“Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la del mundo”. Jn 14, 27

La paz que viene de Cristo es una paz que nace de lo profundo del corazón de quien se siente amado y se compromete a amar y servir. No es ciertamente la paz mediocre del mundo, que finge estar bien o la paz del políticamente correcto. Tampoco la paz de lo superficial, la paz del consumismo, la paz de lo desechable, la paz de quien pone moñitos a la basura. La paz de Cristo es una paz inquieta, es la paz cansada de quien se hace disponible, es la paz herida de quien, en el ayudar a los demás, se lastima. Paz y bien.

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