II Domingo de Adviento (A)

“Muestren, pues, los frutos dignos de conversión, en vez de confiarse en que son los hijos de Abraham” (MT 3,8)

El tiempo del Adviento es marcadamente un tiempo de preparación para recibir al
Señor que viene. Existen tres venidas de Cristo. La primera fue como un niñito en la Gruta
de Belén, es el misterio de la encarnación, la última será al final de los tiempos, como el
Señor de la historia, pero existe también su venida de cada día, en los hermanos
necesitados, en la comunidad cristiana, en su Palabra, en los sacramentos. En este sentido
el mensaje de Juan Bautista, que sirvió para preparar a las personas a acoger la presencia
de Jesús, nos sirve también para colocarnos en el mismo clima de apertura y conversión,
necesarios para poder reconocer a Jesús, que viene cada día y que vendrá en el ultimo día.
Juan insiste sobre el tema de la conversión, y nosotros algunas veces ya
meditamos sobre este argumento, pero como nuestra vida es dinámica y a cada día se nos
presentan nuevas situaciones, haciéndonos descubrir nuevas tentaciones, este es un tema
siempre actual y exigente.
Convertirse es cambiar profundamente. Es tomar otra dirección. Es ver con otros
ojos. Es juzgar con otros criterios. Es aprender a amar con todo el corazón… Pero, en
general esto sucede en un proceso lento y fatigoso, pues es casi imposible hacerlo de
golpe. Perseverar en el camino de la conversión exige tener un espíritu decidido, un firme
deseo y una atención constante a los detalles.
Indudablemente la conversión no puede ser un juego de palabras, y mucho menos
solamente una buena intención. Ella parte de lo profundo de nuestras vidas, pero llega
hasta las realidades más concretas y cotidianas. Por eso, nos dice Juan Bautista:
“Muestren frutos dignos de conversión.”
Es interesante que él no solamente nos dice que debemos producir frutos, además
que estos frutos deben ser dignos. Sin dudas, estos frutos no pueden ser la maldad, el
egoísmo, el rencor, la injusticia… pero no basta eliminar el mal de nuestras vidas, es
necesario producir frutos dignos.
Son muchos los que piensan que ser cristianos es simplemente no hacer el mal. Es
muy común escuchar a algunas personas que dicen: “Yo no mato, no robo, no cometo
adulterio…” creyendo que ya es suficiente para ser cristiano. Claro que evitar estas cosas
es bueno, pero hasta una persona con el uso tan solo de la razón, puede descubrir esto,
sin necesitar de la fe. Cuando uno se encuentra verdaderamente con Jesús, descubre que
ser cristiano es mucho más que esto. Descubre que, no basta evitar el mal, es necesario
promover el bien. No basta ser un bautizado, creerse un hijo de Abraham, es necesario
vivir en Cristo.
“Muestren frutos dignos de conversión”. ¿Cómo puedo mostrar a los demás que
realmente yo soy cristiano? A parte de las cosas que ya hago, ¿qué nueva actitud yo
puedo asumir a partir de este Adviento y que revelará mi firme decisión de dar un paso
adelante en dirección a Cristo?

Tal vez el propio Juan Bautista nos pueda sugerir un fruto digno de conversión.
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te de la PAZ.
Hno. Mario, capuchino.

“Dai, pois, frutos de verdadeira penitência. Não digais dentro de vós: Nós temos a Abraão

por pai!” (MT 3,8)

O tempo do Advento é marcadamente um tempo de preparação para receber o Senhor
que vem. Existem três vindas de Cristo. A primeira foi como um menino na gruta de
Belém, é o mistério da encarnação, a última será no final dos tempos, como o Senhor da
história. Mas existe também a sua vinda de cada dia, nos irmãos necessitados, na
comunidade cristã, em sua Palavra, nos sacramentos. Neste sentido a mensagem de João
Batista, que serviu para preparar as pessoas para acolher a presença de Jesus, nos serve
também para nos colocar no mesmo clima de abertura e conversão, necessários para
poder reconhecer Jesus, que vem a cada dia e que virá no último dia.
João insiste sobre o tema da conversão, e nós já meditamos algumas vezes sobre este
argumento, mas como a nossa vida é dinâmica e a cada dia se nos apresentam novas
situações, fazendo-nos descobrir novas tentações, este é um tema sempre atual e
exigente.
Converter-se é mudar profundamente. É tomar outra direção. É ver com outros olhos. É
julgar com outros critérios. É aprender a amar com todo o coração… Mas, em geral, isto
acontece em um processo lento e fatigoso, pois é quase impossível fazê-lo de um só
golpe. Perseverar no caminho da conversão exige um espírito decidido, um desejo firme e
uma constante atenção aos detalhes.
Indubitavelmente a conversão não pode ser um jogo de palavras, e muito menos somente
uma boa intenção. Ela parte do profundo de nossas vidas, mas chega até as realidades
mais concretas e quotidianas. Por isso, nos diz João Batista: “Dai, pois, frutos de
verdadeira penitência.”
É interessante que ele não somente nos diz que devemos produzir frutos, mas que estes
frutos devem ser dignos. Sem dúvidas, estes frutos não podem ser a maldade, o egoísmo,
o rancor, a injustiça… mas não basta eliminar o mal de nossas vidas, é necessário produzir
frutos dignos.
Há muitos que pensam que ser cristão é simplesmente não fazer o mal. É muito comum
escutar pessoas que dizem: “Eu não mato, não roubo, não cometo adultério…”
acreditando que isto basta para se dizer cristão. Claro que evitar estas coisas é bom, mas
uma pessoa também pode descobrir esta realidade apenas com o uso da razão, sem
precisar da fé. Quando alguém se encontra verdadeiramente com Jesus, descobre que ser
cristão é muito mais do que isto. Descobre que não basta evitar o mal, é necessário
promover o bem. Não basta ser batizado, acreditar ser um filho de Abraão, é necessário
viver em Cristo.

“Dai, pois, frutos de verdadeira penitência.” Como posso mostrar aos demais que
realmente sou cristão? Além das coisas que faço, que nova atitude eu posso assumir a
partir deste Advento e que revelará minha firme decisão de dar um passo avante em
direção a Cristo?
Talvez o próprio João Batista nos possa sugerir um fruto digno de conversão.

Que o Senhor vos abençoe e vos guarde.
Que o Senhor vos mostre a sua face e vos seja favorável!
Que o Senhor volva o seu rosto misericordioso e vos de a paz.
Frei Mariosvaldo Florentino, capuchinho.

Viernes de la sexta semana de Pascua

“La mujer, cuando nace su hijo, se olvida de su dolor, por la alegría del nuevo niño”. Jn 16, 21


Para conseguir llegar a una victoria, tenemos que pasar sí o sí por la batalla. No siempre es fácil soportar los dolores y las renuncias, perseverar en el esfuerzo, sobrellevar el cansancio para llegar a conquistar algo, pero, cuando lo logramos, la alegría de la victoria es tan intensa que nos hace redimensionar el dolor pasado y decir que valió la pena todo el sufrimiento. Quizás hoy, en esta cultura del mínimo esfuerzo o del evitar cualquier dolor, se está perdiendo también el sabor de la victoria. La mediocridad destiñe nuestra vida y la hace sin sabor. Paz y bien.

Etiquetas:

Jueves de la sexta semana de Pascua

“Ustedes estarán tristes, pero esta tristeza se convertirá en alegría”. Jn 16, 20


Nuestra vida en este mundo está siempre llena de momentos difíciles, exigentes y a veces tristes. Se llegó a decir que esta tierra es un “valle de lágrimas”. Sin embargo, el consuelo nos viene de las palabras del Señor, que nos garantiza que la tristeza de los cristianos es pasajera y se transformará en alegría y gozo. La esperanza de la felicidad nos sostiene aun cuando estamos apenados y nos da la fuerza para continuar en la lucha. Señor, mira nuestros dolores, frustraciones, duelos, vicios, privaciones, decepciones; visítanos y transforma nuestras tristezas en alegrías. Adelanta en nuestra vida el tiempo de la felicidad. Paz y bien.

Etiquetas:

Miércoles de la sexta semana de Pascua

“Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena”. Jn 16, 13


El Espíritu Santo es el motor de la Iglesia. Es él quien obra secretamente a lo largo de los tiempos y va conduciendo a la esposa de Cristo para que, renovándose siempre, igual se mantenga fiel a su divino esposo. Por su acción, la Iglesia va profundizando la verdad revelada y va llegando a nuevas conclusiones o va dándose cuenta de implicaciones evangélicas que antes eran impensables. Este Espíritu aún no terminó su misión, sino que continuamente está trabajando y guiándonos, pues la verdad plena la tendremos solo al final de los tiempos. Paz y bien.

Etiquetas: