La indeleble huella de los afroparaguayos en la Guerra Guasú

Años después de finalizada la Guerra Guasú, el movimiento nacionalista se respaldó en la respetada figura del sargento Cándido Silva, “El Trompa de Curupayty”. Foto: Archivo Nacional de Asunción.

Asalto de embarcaciones, captura de enemigos y otras misiones suicidas, y la construcción de terraplenes y trincheras, además de su sorprendente bravura en el campo de batalla, los hombres y mujeres de ascendencia africana se hicieron notar con sus acciones en la Guerra Guasú. Los “nambi’i” hicieron su presentación en Coímbra y sembraron el pánico entre los aliados a lo largo y ancho de Corrientes, Riachuelo, Humaitá y Curupayty, entre otros. ¿Qué se hizo de ellos y ellas?, exploremos su historia.

Por Gonzalo Cáceres – periodista

El pasado 22 de septiembre se recordaron los 155 años de la victoria paraguaya en la sangrienta batalla de Curupayty, en el marco de la Guerra contra la infame Triple Alianza. Un día después (23) tuvo lugar el Día de la Cultura Afroparaguaya y -a razón del importante, y casi desconocido aporte de estos compatriotas – hablaremos en las siguientes líneas sobre los episodios que atestiguan el paso de los feroces guerreros y guerreras de raza morena; antes, durante y después de la Epopeya Nacional.

ORÍGENES

La presencia afro tiene sus raíces en los albores de la época colonial. Josefina Plá, en su obra “La Esclavitud en el Paraguay”, señala que los primeros esclavos de color llegaron a la región con los conquistadores (españoles y/o portugueses); Alejo García, que descubrió el Paraguay por tierra en 1524, trajo consigo un mulato llamado Pacheco, del cual se sabe que “volvió a la tierra de Guacani, y Guacani lo mató allí”.

Existieron tres grupos principales de cautivos africanos que llegaron a América en los barcos negreros. La primera, la cultura de la Costa Occidental o “de Guinea” (estos preferidos para el trabajo en las haciendas por su resistencia física); la segunda, la cultura bantú (región del Congo y Angola) y; por último, los mandinga.

Por aquella época, Angola era una colonia de la Corona portuguesa, por lo que más de la tercera parte de la trata del Atlántico se dirigía a Brasil (Río de Janeiro y Bahía, entre sus principales puertos) y desde allí hacia las colonias españolas.

De la nación angoleña se desprenden tribus como los cambas, un pueblo bantú que existe hasta hoy día en la provincia oriental de Kenia semiárida. Esta tierra se llama Ukambani o “tierra de los Kambas”. “Kamba” es el término utilizado por los elementos del Ejército Paraguayo en el frente durante la guerra de la Triple Alianza, en especial para referirse a los soldados (esclavos negros y mulatos) del Imperio del Brasil, si bien se cree que este vocablo es de origen guaraní, no lo es.

EN LA COLONIA

Fue durante el siglo XVIII que la encomienda dejo ser el eje de producción de las haciendas para ser sustituido por la esclavitud negra. La demanda aceleró la importación de cautivos desde los puertos brasileños y sus mercados internos hacia el territorio paraguayo.

El censo más antiguo del que se tiene constancia es el realizado por Faustino de Casas en 1678 por orden de la Corona española. El resultado expuso que el Paraguay poseía 38.666 habitantes en aquel entonces, de los cuales 1.134 eran esclavos negros (sin contar los que podían encontrarse en las reducciones de los jesuitas).

En menos de 100 años la población de esclavos negros en Paraguay se había triplicado, para 1762 existían unos 3.500. En 1799, para una suma total de 108.070 personas, existían 12.546 afrodescendientes, de los cuales 7.948 era libres y 4.598 aún esclavos.

PARAGUAY INDEPENDIENTE

En 1821 se registra la entrada de un contingente de afrodescendientes orientales (fuentes divergen entre 200 y 400) con el caudillo uruguayo José Gervasio Artigas (que pidió asilo al Dictador José Gaspar Rodríguez de Francia). “Los morenos que acompañaron a Artigas eran libertos, ninguno era esclavo”, señala el historiador uruguayo Alberto del Pino Menck. De ese grupo se destacó Manuel Antonio Ledesma, celador corregidor de Guarambaré que contrajo matrimonio con la paraguaya Juliana Fretes. De esta unión nacieron seis hijos, dos de los cuales varones murieron al servicio del Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza (Sebastián y Pablo).

En 1846 la población paraguaya alcanzó los 238.862 habitantes, de los cuales 17.181 eran afroamericanos, 8796 libres y 7.866 esclavos. Desde 1843 se comienza a hablar de los ‘libertos de la patria’ (519 personas en el censo), en virtud de la Ley de Libertad de Vientres. Esta Ley, promulgada en 1842 (pero vigente desde el año entrante) para obtener el reconocimiento de la emancipación paraguaya por parte del Imperio Británico, estipulaba que los hijos varones de esclavas negras obtendrían su libertad a los 25 años y las mujeres a los 24 (no era retroactiva).

LLEGA LA GUERRA

La presencia de afrodescendientes en las filas del Ejército Paraguayo fue constante, ya desde la época del Doctor Francia. En el Archivo Nacional de Asunción, Nueva Encuadernación Volumen 860, se observa el informe sobre los ‘pardos lanceros’ en la Caballería paraguaya el 22 de septiembre de 1849, los nombres de estos son los siguientes: Antonino Moreno, Salvador Rojas, Laureano Mongelos y Francisco Aranda.

A puertas de iniciarse la Guerra contra Argentina, el Imperio del Brasil y Uruguay, Francisco Solano López estableció el campamento del Ejército en Cerro León. Se dio la puesta en escena de un batallón que era conformado por los morenos descendientes del grupo que trajo consigo Artigas, entre estos bravos paraguayos se encontraba la legendaria figura del Sargento de Trompa Cándido Silva.

Según la memoria del Ministerio de Guerra y Marina, presentada el 16 de octubre de 1862, día en que fue elevado a la presidencia de la República del Paraguay el General de División Francisco Solano López tras la muerte de Don Carlos Antonio, proporciona algunos datos sobre los batallones de “chaflaneros” (así se les conocía en el ejército por realizar trabajo de zapador): “Todos los Cuerpos de esta guarnición (de Asunción) han seguido gozando de sueldos correspondientes a sus clases. Igual ventaja ha sido acordada a los Batallones No 6 y 7 del Ejército. Estos Cuerpos han sido desprendidos del Ejército y se hallan empleados en los trabajos de terraplén del Ferro-carril, en los que, sin enervar la disciplina militar, han adquirido la práctica necesaria a un Cuerpo de Zapadores, dando a la vez robusto empuje a esta obra monumental”.

EN CAMPAÑA

En las memorias del ingeniero inglés George Thompson, que sirvió al Ejército Paraguayo hasta su rendición y captura en Lomas Valentinas el 30 de diciembre de 1868, se atestigua la participación del batallón de afrodescendientes en la campaña ofensiva al Matto Grosso, donde actuaron desde el asalto al fuerte de Coímbra hasta Corumbá.

Las narraciones de la época señalan que el 24 de diciembre de 1864, ocasión en la que partiría la expedición para invadir a Matto Grosso, se vivía un gran júbilo en Asunción. Señala Thompson: “Entre las tropas embarcadas se encontraban los batallones 6° y 7°. Estos eran los dos mejores batallones del ejército, compuestos de antiguos soldados, todos ellos mulatos, conocidos por el apodo de orejas chicas (nambi’i)”. En el asalto a Coímbra, el Teniente Coronel Luis González llevaba el ataque en persona con el batallón número 6, con 750 hombres; en aquella ocasión perdió 200 plazas, entre muertos y heridos, contándose él entre éstos.

EL COMANDANTE DE LOS “NAMBI’I”

Hablamos del Teniente Coronel Francisco Luis González, conocido como ‘Mangú’, fue parte de la comisión que partió de Asunción a bordo del “Tacuarí” el 27 de setiembre de 1859 con destino a Paraná que logro la firma del “Pacto de San José de Flores”, firmado el 10 de noviembre de 1859, en calidad de edecán. Pertenecía al Estado Mayor del Ejército Paraguayo al inicio de la contienda. Fue oficial de Infantería, en 1865 era Comandante del batallón Artillería de sitio y plaza No. 6.14. Por decreto firmado del 12 de diciembre de 1864 fue designado como segundo comandante de la División de Operaciones de Alto Paraguay.

Así mismo fue integrante de la comitiva del 8 de junio de 1865, en dicha comitiva partió el Mariscal López rumbo a Humaitá. En aquella ocasión al frente siempre del Batallón N° 6 de infantería. Murió a causa del cólera el 29 de mayo de 1867.

CORRIENTES

Durante la campaña de Corrientes se tomaron varios vapores argentinos, en donde fueron encontrados unos 800 machetes los cuales fueron entregados al batallón 6, porque después de su vuelta de Matto-Grosso ya la fama de feroz y temerario le precedía. Expresa lo siguiente Thompson: “Sólo el batallón 6 contaba con machetes, los capturados en los vapores argentinos frente a Corrientes, y devendría en batallón de infantería de marina”.

URUGUAYANA

Un fragmento del diario de León de Palleja hace referencia a unos de los batallones de afrodescendientes paraguayos: “El personal es compuesto todo de gente blanca e indio más o menos cruzados. En el Batallón número 17, las dos terceras partes del personal se componía de negros cruzados con indios. Se conoce que los blancos desdeñan de cruzarse con los negros”.

RIACHUELO

Para la misión en Riachuelo, al sur de Corrientes, fueron escogidos uno por uno, 500 hombres de color del batallón 6, para ser embarcados en los vapores, siendo su misión el abordaje a las naves enemigas ancladas en las aguas del Paraná, bajo las órdenes del almirante Barroso. Fueron condecorados por el Mariscal López con la Orden Nacional de Mérito, siendo ascendidos muchos de sus integrantes, tras haber abordado la corbeta Belmonte e izado hasta el tope la enseña paraguaya.

HUMAITÁ

Hace de nuevo su aparición el batallón de afroparaguayos en la columna del General Vicente Barrios en el asalto a Tuyutí. Aquí combatió codo a codo con otro emblemático batallón, el batallón 40, que había sido diezmado en Estero Bellaco, fue casi exterminado de nuevo en esta nueva acción, retirándose del combate apenas con 80 hombres. Los batallones 6 y 7 quedaron reducidos a 100 hombres cada uno, en 1866 como vemos prácticamente que ya desapareció el batallón 6 en su composición inicial.

Otra aparición se da en los combates de Boquerón del Sauce, siendo integrantes de este batallón los empleados para realizar las fortificaciones. El Teniente Coronel Julián Godoy cuenta en sus memorias: “La prolongación de la línea paraguaya fortificada entre los montes, dando frente al sur al enemigo, se hizo hasta las lagunas Piris y Chichí por los batallones números 6, 7 y 12 al mando del sargento mayor Francisco González, bajo la dirección de Thompson. Estos batallones habían hecho los terraplenes del ferrocarril de la Asunción hasta Sapukai. Estos batallones, 6º y 7º, les llamaban chaflaneros. El 6º era de negros, el de Francisco González. El 7º por el capitán Luis González. El 12º por el teniente Viveros”.

La referencia sobre la participación de los “nambi’i” en Boquerón del Sauce también nos la da Thompson en sus memorias: “Di parte de que la trinchera era practicable, y López determinó abrirla inmediatamente. Con este motivo todas las azadas, palas y picos (que llegaban a 700) fueron enviadas al Sauce, y los batallones 6 y 7, (que habían hecho los terraplenes y trincheras de Humaitá), fueron escogidos para realizar la obra”.

Las mismas referencias da Juan Crisóstomo Centurión en sus memorias sobre esta batalla: “Los batallones 6 y 7 fueron designados para levantar la trinchera, cuentan los historiadores que el lugar donde realizaban la obra estaba plagado de cadáveres de la batalla de Tuyutí del 24 de mayo de 1866”. En esta batalla se daría un encuentro épico: el Batallón Florida, el mejor batallón de infantería uruguaya, contra el mejor batallón de infantería paraguaya.

López en septiembre de 1866 autoriza el reclutamiento de esclavos en el ejército paraguayo, mediante la donación de los esclavos o venta por particulares al gobierno, al mismo tiempo, alrededor de 6.000 esclavos y libertos de las estancias del Estado se alistaron también en el ejército según Josefina Plá. Algunos de los nombres que se,rescatan de los reclutamientos del 10 de septiembre de 1866 del distrito 1° y 2° de la Encarnación, de esclavos y libertos son: Fortunato Espinoza, liberto de 18 años. Juan Luis Espora, esclavo de 33 años. Basilio Recalde, esclavo de 54 años. Vicente Urdapilleta, esclavo de 50 años.

CURUPAYTY

No vemos figurar a un batallón o regimiento de afrodescendientes entre los defensores de Curupayty, el 22 de setiembre de 1866, pero si había varios de ellos, siendo la actuación del legendario sargento Cándido Silva el que pasaría a los anales de la historia por anunciar con su trompeta la victoria en la batalla de Curupayty. Las tropas estaban al mando del mítico general José Eduvigis Díaz.

ITÁ YVATÉ

Durante la batalla de los siete días, el comandante del Batallón 6 era el Teniente Saturnino Viveros, y ya a esta altura casi no tenía sus integrantes originales del inicio de la contienda.

“Si vos te fijás en su foja de servicio, estos tipos eran unos locos. Tomaban embarcaciones, hacían asaltos. Ellos construyeron las trincheras de Curupayty. Tenían las misiones más difíciles porque eran los batallones más antiguos y mejores del Ejército paraguayo. Ellos ya venían entrenando mucho antes, prácticamente hay noticias de ellos desde 1850”, comentó HOY el historiador Eder Acosta.

LAVANDERAS Y ENFERMERAS

Para los varones esclavos el enrolamiento fue obligatorio, mientras que las mujeres debían servir en los hospitales lavando ropa personal y de cama de los heridos, incluidas las libertas del Estado y pardas libres. Algunos nombres para la historia: Felipa Samaniego, Margarita y Marcela Plaza, Francisca Rodríguez, Juliana Arza, Asunción Ferreira, Carlota Rodríguez; Bonifacia Meza.

REDUCCIÓN CASI TOTAL

El desastre demográfico que representó la Guerra Guasú alcanzo a los afrodescendientes, quienes los sufrieron de la misma forma, en realidad, es posible que cayeran proporcionalmente más negros que otros soldados, ya que existen indicios de que el Mariscal López los empleaba para las tareas más peligrosas, según atestigua George Thompson: “Las incursiones a Corrales continuaban y los paraguayos volvían siempre con algún trofeo. Una vez, un negro sargento volvió llevando en un saco nueve cabezas de soldados aliados, y presentó ellas a López, apilándolas unas tras otras, en la puerta de su casa. López las envió a la casa del jefe del Estado Mayor en donde fueron nuevamente puestas en pila, para servir de escarnio a casi todo el campamento. El sargento fue promovido al puesto de abanderado (este era el único oficial negro en todo el Ejército del Paraguay), pero López lo mandó después a todos los combates, hasta que fue muerto, librándose así del oficial negro”.

POSGUERRA

Para el final de la Guerra, el Paraguay perdería gran parte de su población. Solo quedaron 116.351 habitantes de los cuales menos de 500 eran esclavos de color. Con la Constitución de 1870, y luego de 300 años de existencia, la esclavitud llegaba a su fin en Paraguay.

De los casi 8.000 nobles guerreros morenos que partieron al frente solo unas cuantas decenas llegaron a gozar su libertad, el resto quedó para siempre en el campo de batalla. “Los que quedaron fueron muy pocos y fueron asimilados por la población”, añadió Acosta.

FUENTES

-“Participación de afroamericanos en el Ejército del Paraguay”. Eder Acosta.

-“La esclavitud en el Paraguay”. Josefina Plá.

-“Esclavitud en el Paraguay”. Boccia Romañach.

-“La historiografía paraguaya y los afrodescendientes”. Ignacio Talesca.

-“Los negros del Paraguay”. Ana Arguello.

-“La Guerra del Paraguay”. George Thompson.

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¿Una civilización desaparecida en lo profundo del Amambay? 

Supuesta entrada del túmulo descrito por De Mahieu.

Entre 1975 y 1979 un grupo de militares y exmilitares paraguayos, y académicos venidos de la Argentina, incursionó en lo profundo del Amambay en busca de lo que, según la versión de un aventurero alemán, serían los vestigios de una antiquísima fortaleza vikinga. Esta es la historia de aquella desconocida serie de expediciones y de su peculiar líder, el controversial antropólogo francés, Jacques De Mahieu.

Gonzalo Cáceres – periodista 

La saga vikinga inspiró auténticos ríos de tinta. Desde Escandinavia a Bizancio, pasando por el Mar del Norte, el Mediterráneo, las islas británicas, Sicilia; Sur, Centro, Este y Oeste de Europa y la Rus de Kiev, entre otras tantas locaciones, aquel intrépido pueblo de guerreros y comerciantes se echó al mar con una determinación tal, que expandió su influencia de la mano de sus veloces drakkars. 

Pero no todo fue sangre, fuego y conquista, también descubrimiento y colonización. Los más antiguos registros hablan de nombres que llegaron a los puntos más recónditos del entonces mundo conocido… y a tierras nunca antes vistas. 

Gracias al sitio de L’Anse aux Meadows, en la isla de Terranova, (provincia canadiense de Terranova y Labrador), se sabe que los vikingos llegaron a América al menos 500 años antes que Cristóbal Colón y se especula que sería ‘Vinland’ (la tierra descrita en las fascinantes sagas de Eric el Rojo y la de los groenlandeses).   

Reconstrucción del sitio de L’Anse aux Meadows, en la isla de Terranova. Foto: Getty.

Resulta imposible saber si estos hábiles navegantes consideraron -o pudieron- seguir más al sur del continente americano, quizás recorrer las costas y buscar un lugar seguro donde pasar el invierno, o quizás instalarse, interactuar y mezclarse con la población local, ¿quién sabe?

Se cree que la ‘interacción’ entre los vikingos de L’Anse aux Meadows y los nativos de la zona no fue del todo amistosa (y por ello se abandonó el asentamiento).

En este sentido, hay catedráticos que se aventuran a trabajar esta última posibilidad y esbozar osadas teorías, tanto que rayan lo difícilmente probable, o lo ridículo. Uno de estos fue el cuestionado Jacques de Mahieu, férreo defensor de la presencia vikinga en la América precolombina.

JACQUES DE MAHIEU

Jacques De Mahieu nació a finales de octubre de 1915 en Marsella, Francia. Se sabe que, durante su juventud se relacionó con movimientos de extrema derecha y habría actuado como informante del Régimen de Vichy. Además, peleó contra los soviéticos al servicio de la Alemania nazi en la 33.ª División de Granaderos SS Voluntarios Charlemagne en las Waffen-SS. 

Jacques De Mahieu.

Como -presunto- colaborador de los nazis durante la ocupación, De Mahieu sabía de los riesgos de permanecer en Francia y huyó a la Argentina a poco de concretarse la derrota del Eje en la II Guerra Mundial. El francés echó raíces en suelo sudamericano. Ganó prestigio y se hizo de un lugar en los círculos de estudios antropológicos de Buenos Aires, escalando posiciones hasta llegar a los grandes salones universitarios, gozando de una importante reputación como graduado en filosofía y doctor en ciencias políticas y ciencias económicas.

Nuestro protagonista escribió al menos media docena de libros sobre las, repito una vez más, ¡presuntas! aventuras vikingas desde lo que hoy en día son los helados páramos del norte de Canadá hasta la actual frontera entre Brasil y Paraguay.

Para entender a De Mahieu y las razones que le alentaron a arriesgar su vida en la calurosa selva paraguaya, y enfrentarse a toda la comunidad convencional de científicos, primero, se debe de comprender la creencia que profesó.

IMPORTANCIA DE LA RAZA EN LA HISTORIA

De Mahieu mezcló ideas aristocráticas y nacionalistas y centró sus estudios antropológicos y sociológicos en la importancia de la raza en la historia y la cultura. Se vio influenciado por el racismo científico y concibió teorías ‘reforzadas’ con el esoterismo, al abrazar lo referente a la “raza aria”, la piedra angular de la mitología nazi.

Así también, siguió la teoría del “nordicismo”, que se relaciona con la de la “raza aria” porque los nazis consideraban que la “raza nórdica (vikingos y sus parientes)” era la rama más superior de la “raza aria” (Herrenvolk).

Convencido de las grandes aventuras que solo los miembros de la “raza aria” podían emprender, se empapó de la capacidad de los vikingos para alcanzar, explorar y conquistar tierras lejanas y buscó cualquier indicio por estos lares que le sirviera para destacar la “grandeza” de los “arios”. 

Trató de demostrarlo; en ello centró su tiempo, recursos y energías…

FRITZ BERGER

Poco se sabe del ingeniero alemán Fritz Berger. Cincuentón, obeso y dado al whisky, Berger recorrió Sudamérica sin establecerse en ninguna parte. Estuvo en Asunción durante la Guerra del Chaco y prestó “muy buenos y leales servicios” al Ejército Paraguayo, al mando de uno de los talleres donde se reacondicionaban las armas capturadas al Ejército boliviano. Tras la contienda emprendió la búsqueda de yacimientos petrolíferos en el Estado de Paraná, Brasil, sin mucho éxito.

Su exploración lo llevó hacia la frontera con el Paraguay, donde “hizo descubrimientos de otra naturaleza” como ser “el mayor complejo rúnico del mundo”, o de lo que creyó eran runas vikingas.

Berger pasó tiempo con los nativos, los más antiguos habitantes de la zona, y se obsesionó con las “runas” al verse seducido por las historias de inimaginables tesoros y vestigios de un pueblo desaparecido, olvidado, entre versiones que recogió de sus charlas con los ancianos aborígenes. 

Parque Nacional Cerro Corá. Foto: SENATUR.

“‘En aquel tiempo reinaba en la región un rey poderoso y sabio que se llamaba Ipir. Era blanco y llevaba una larga barba rubia. Con hombres de su raza y con guerreros nativos que le eran leales, vivían en una gran aldea situada en la cima de un cerro. Disponía de armas temibles y grandes riquezas en oro y plata. Un día, sin embargo, fue atacado por tribus salvajes y desapareció para siempre. Así me lo contó mi padre, quien lo había oído del suyo’”, con cuentos similares -anotó De Mahieu- Berger captó a un tal “mayor Samaniego”, quien de inmediato se interesó en las tradiciones orales.

El “mayor Samaniego” era por esos días el jefe del destacamento de la frontera. Como entusiasta de la etnografía se mostró “muy interesado” en las supuestas marcas de origen nórdico que el alemán le describió. Así, Berger, en 1941 “obtuvo del Ejército la creación de la Agrupación Geológica y Arqueológica (AGA), que le contrató y donde trabajó dura y eficazmente”.

El ingeniero y el “mayor Samaniego” recorrieron la región y constataron “inscripciones y dibujos” en las rocas “que no era posible atribuir a los indios” y otros “numerosos vestigios de una civilización desaparecida”.

Supuesta “rosa de los vientos” vikinga.

“Sus zapadores (del Ejército, al mando de Samaniego) desmontaron casi totalmente un cerro en cuya cima se hallaba una imponente muralla. Nadie, sin embargo, en el Paraguay dio mayor importancia a los resultados obtenidos”, escribió De Mahieu.

La AGA acabó disuelta en 1945 y Fritz Berger “desalentado y enfermo” se quedó en el Amambay hasta la guerra civil de 1947, cuando abandonó el Paraguay, para morir al año siguiente en Dourados, Brasil.

A decir de De Mahieu, Berger no paró de hablar del “tesoro del Rey Blanco” del Amambay, hasta el último de sus días, no sin sospechar que “los jesuitas ya lo habían encontrado antes”.

Por su lado, el “mayor Samaniego” utilizó el trabajo de Berger para continuar explorando, información que luego compartió con Jacques de Mahieu.

PRIMERA EXPEDICIÓN

Jacques De Mahieu había contactado a principios de 1975 con el “ex mayor Samaniego, ya entonces General de División y Ministro de Defensa Nacional del Paraguay” quien “no dudó en unirse al proyecto”.

Samaniego recibió a la comitiva encabezada por el francés en su despacho y “se dignó, en el curso de una larga audiencia a darnos indicaciones tan precisas como prudentes sobre los sitios arqueológicos descubiertos 30 y pico de años antes, e insistió en el papel desempeñado, en ese entonces, por Fritz Berger”.

De Mahieu aseguró el apoyo del ministro con un primer recabamiento de datos, hecho dos años antes, en 1973, por colaboradores suyos que “constataron en el Cerro Guazú un conjunto rúnico de 61 caracteres ya traducidos”.

Samaniego le reveló a De Mahieu los relatos que guardó de Fritz Berger y consideró desde el primer momento que, “Ipir no era nombre guaraní”, pues se esforzó en vincularlo con el futhark, la lengua nórdica. 

De Mahieu explica que, la primera expedición tuvo como principal objetivo “estudiar la zona y los accesos” y entender “la finalidad de la siguiente expedición estipulada”. El equipo ingresó a Cerro Corá de la mano del “teniente coronel Escobar”, que ya conocía de antemano los trabajos realizados por la extinta AGA, 30 años antes, y del “casi ciego sargento López”.

Futhark, la lengua nórdica.

“Gracias a ellos pudimos localizar el cerro del Murallón y el muro del Aquidabán-Nigui, que se hallaba en el interior del Parque Nacional”.

SEGUNDA EXPEDICIÓN

La segunda incursión a Cerro Corá se realizó entre junio y julio de 1976. En esta ocasión, el equipo se nutrió con la participación del profesor Herman Munk, “runólogo del Instituto de Ciencias del Hombre”, que De Mahieu dirigía en Buenos Aires. También se les sumó el ingeniero Hansgeorg Bottcher, de la misma casa de estudios.

El grupo identificó un presunto “muro” en uno de los cerros, a razón de tener “una base natural”, pero sus laderas eran de “características diversas que permiten diferenciarla en tres grupos”. Según De Mahieu, un geólogo “nos confirmó que un fenómeno de este género solo puede ser obra de la naturaleza si se trata de una roca dura sometida a la acción de glaciares”, lo que avivó la llama de la curiosidad.

“Ningún movimiento geológico podría haber quebrado la roca con rigor de geómetra, ni tallado aristas vivas, ni respetado el alineamiento de los bloques que hubiera producido”, concluyó.

Localizado el “muro”, De Mahieu marcó la zona. Estaba convencido, esa formación habría de ser parte de la antigua fortaleza de “Ipir, el Rey Blanco”, del que tanto Fritz Berger le habló al ministro Samaniego.

Sin más provisiones, pero con el entusiasmo de los primeros indicios, se levantó la segunda excepción, con la firme esperanza de volver y excavar el presunto sitio arqueológico. 

TERCERA EXPEDICIÓN

Para la tercera expedición De Mahieu invitó al profesor paraguayo Vicente Pistilli, matemático e ingeniero, y “director del Instituto Paraguayo de Ciencias del Hombre”, quien no ocultaba su fascinación por echar algo de luz sobre la historia precolombina del Paraguay. Juntos, y con la anuencia de sus acompañantes, lanzaron la siguiente hipótesis: “El ‘murallón’ constituía parte de un recinto fortificado cuyos tres otros flancos estaban construidos con estacas, procedimiento que no ignoraban los vikingos”. 

El grupo continuó la revisión a lo largo y ancho del cerro en cuestión, dando con cavernas, paredes y galerías repletas de dibujos y marcas que De Mahieu interpretó “inequívocamente” como de “autoría aria” a razón de supuestas representaciones del dios nórdico (Odín), y de una amalgama de personajes mitológicos. 

Vicente Pistilli. Foto: Portal Guaraní.

Los zapadores del Ejército Paraguayo, enviados por el ministro Samaniego, trabajaron incansablemente, revelando “indicios de un túmulo que contenía un verdadero palacio subterráneo” en el “Yvyty Perõ”, otro de los sitios que despertó gran curiosidad en la misión ya que se trataría de la tumba de “Ipir el Rey Blanco”, como Fritz Berger describió.

Supuesta entrada del túmulo descrito por De Mahieu.

Al término de la temporada, el equipo anotó “grandes descubrimientos” como, “un túnel” en la base del “cerro del Murallón”, mismo que Fritz Berger, más de 30 años antes, ya dijo haber localizado, y por el cual, De Mahieu mantuvo a los zapadores “trabajando el mayor tiempo posible”.

EL ‘TUPAO CUE’ DE TACUATÍ

La expedición dejó el bosque y llegó por último al pueblo de Tacuatí. Allí, tras una serie de movidas, De Mahieu y Pistilli obtuvieron la autorización para excavar la base de la iglesia, que habría sido levantada sobre, o con, las piedras y partes de un templo mucho más antiguo, de supuesta inspiración vikinga, al cual los locales se referían como el “Tupao Cue”.

Jacques De Mahieu inspecciona la excavación del muro en Tacuatí.

“Los cimientos se constituyen de piedra labrada, pues, se dejan notar los restos de gruesos pilares de madera, casi petrificada, algunos que llevamos de vuelta a Buenos Aires para estudiarlos. Los bloques, ajustados sin argamasa, están tallados con una precisión que supone el uso de herramientas de metal. Se ven pues, alineamientos de gruesos cantos rodados, uno de los cuales llevaba el signo que corresponde al gebo (g) rúnico. Según testimonios varios, la base hubiese sido mayor, de no ser por obra de los lugareños, que con el paso de los años han quitado las piedras para construir hornos para pan”.

De Mahieu escribió que estos indicios serían difícilmente refutables ya que “los jesuitas jamás se instalaron en Tacuatí” y los restos del “Tupao Cué” tampoco son atribuibles a los nativos “que no sabían trabajar la piedra”.

“El muro que desenterramos soportaba paredes hechas de troncos escuadrados, al estilo vikingo, lo que viene a explicar los gruesos pilares de madera que excavamos en el lado sur. Esta es una indicación sobre el origen ario del ‘Tupao Cue’”, indicó De Mahieu.

De Mahieu cerró su estadía en Paraguay con una última visita al ministro Samaniego, con el informe correspondiente, y volvió a la Argentina junto con todo su equipo. En los años siguientes, se dedicó a clasificar sus descubrimientos, divulgándolos a través del Instituto de Ciencias del Hombre de Buenos Aires. Algunas de las fotografías que se tomaron durante aquellos días fueron incluidas en el libro ‘El Rey Vikingo del Paraguay’ (editorial Hachette, 1979). 

El profesor Pistilli con las inscripciones de Cerro Corá. Foto: Portal Guaraní.

Y Pistilli continuó con los estudios de las supuestas runas. A través de las décadas siguientes viajó reiteradas veces a Cerro Corá, visitando los diferentes sitios una vez marcados, solo y/o en compañía de sus alumnos de la Universidad Nacional de Asunción. Llegó incluso a teorizar con que, los vikingos de Ipir se mezclaron con los nativos guayaquíes (achés), quienes en su “pasado reciente” habrían presentado características físicas distintas a las de otros grupos y etnias guaraníes y/o guaranizados (supuestamente, supo de achés silvícolas con mayor altura, barba y, alguno que otro, de piel blanca y/o pelo rizado, rubio); también dijo que la disposición de la aldea guaraní es calcada a los puestos de avanzada de los vikingos, además de indicar similitudes entre palabras del lenguaje nórdico y el guaraní rústicos y misteriosas concordancias entre las mitologías de una y otra cultura; pero ese es material para otra entrega.

 

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  • Unidad de Investigación Nación Media

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Editorial de Negocios SA, razón social para los dia­rios 5Días y El Indepen­diente, tiene como cabe­zas del medio a Fernando y Enrique Rodríguez, quienes ya en febrero pasado fue­ron noticia tras los opera­tivos porque ambos tienen varios años de vínculo con Alberto Koube Ayala, alias Beto, un hombre sindicado de operar para las organi­zaciones de tráfico interna­cional de cocaína que lidera­ban el brasileño Lindomar Reges Furtado y el uruguayo Sebastián Marset.

Enrique Rodríguez.

Un equipo de agentes espe­ciales de la Secretaría Nacio­nal Antidrogas (Senad), encabezado por el fiscal Denny Park, capturó al amigo de los dueños de 5Días el 24 de febrero del 2022.

Según los registros del portal de consulta del asegurado del IPS, el último período abo­nado por los hermanos Rodrí­guez fue marzo del 2022. Lla­mativamente, desde el mes de abril Editorial de Negocios SA no abona el aporte obrero patronal para la jubilación y la cobertura médica de sus empleados.

A la fecha, la deuda de 5Días con el IPS ya alcanza los G. 1.350 millones, confirma­ron fuentes consultadas por esta redacción. Mien­tras, las cabezas Fernando y Enrique Rodríguez tam­bién son cuestionadas en redes sociales porque, ade­más de esta situación de descuido hacia sus emplea­dos, se suman los constan­tes despidos, que al parecer coincidieron con que 5Días no cierre uno de los dos pisos que usufructúa en la Torre 1 del Paseo La Galería.

Fernando Rodríguez.

DOBLE DISCURSO

Mientras Benjamín Fernán­dez Bogado, director asociado de los dos diarios de Edito­rial de Negocios, cuestiona en sus columnas de opinión de Última Hora que “Paraguay es un país que genera muy escasos puestos de trabajo bien remunerados”, obvia que al interior del medio donde es director la mayoría de los tra­badores de prensa perciben solamente el salario mínimo legal vigente, tampoco están adheridos al contrato colec­tivo de trabajo como otros medios escritos, por lo que no se benefician del salario piso para periodistas de medios escritos. A Fernández Bogado también se lo cuestiona por­que no emite opinión pública en defensa de los periodis­tas que son despedidos de su medio, pero critica a diestra y siniestra lo que ocurre en otros lugares.

El amigo de los dueños de 5Días fue detenido en febrero pasado en el marco del operativo A Ultranza Py.

RELACIÓN ANTIGUA

El relacionamiento entre Koube, sospechoso de ser un elemento del crimen organi­zado, y los hermanos dueños del grupo 5Días, data de hace varios años. Fuentes cerca­nas a las cabezas señalaron que la amistad es de apro­ximadamente 15 años, es decir, antes de que Fernando Rodríguez haya estado en el ojo de la tormenta como gerente de Riesgos del BBVA, y que fuese sancionado por el Banco Central del Paraguay con una inhabilitación de cuatro años para operar en el sistema financiero.

Una de las fotografías que se hicieron virales tras los ope­rativos Turf y A Ultranza Py fue justamente donde se lo observa a “Beto” Koube y Fernando Rodríguez con varios años menos que ahora.

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Rebaja de precio de gasoil a Bolivia es el quinto acto entreguista de Abdo

Los actos entreguistas del Gobierno de Marito. LN

Los bienes de todos los paraguayos fueron puestos en riesgo por las decisiones de la administración de Mario Abdo Benítez, siendo Itaipú y Petropar los centros estatales desde donde las autoridades terminaron actuando en beneficio de intereses extranjeros. En el último acto entreguista, el mandatario vendió gasoil a YPFB y le redujo el precio en quince días, mientras acá el fisco deja de percibir US$ 2 millones al mes por la modificación del impuesto selectivo al consumo del diésel, con mismas especificaciones del producto enviado a Bolivia.

  • Unidad de Investigación Nación Media

A principios del mes Petróleos Paragua­yos SA (Petropar) vendió combustible a Yacimien­tos Petrolíferos Fiscales Boli­vianos (YPFB). La entrega de 12,5 millones de litros de com­bustible se realizó en tandas cuyos precios de venta fueron bajando de manera acelerada que, en dos semanas, se reduje­ron 6% el valor por m3 del diésel exportado desde nuestro país, según facturas reveladas por La Nación Investiga. Es decir, el gobierno de Mario Abdo Bení­tez realizó una rebaja del precio del gasoil para beneficio de los bolivianos, mientras que para los paraguayos continuaba con la férrea negativa de no dismi­nuir los costos.

El precio inicial de venta fue de US$ 1.473,36 por metro cúbico, en la primera semana disminuyó a US$ 1.421,86, pero en la segunda semana cayó a US$ 1.389,65, según las fac­turas emitidas entre el 4 y 18 de setiembre del 2022. Pero el Gobierno intenta justificar y argumenta que supuestamente vendió diésel tipo III cuando en las especificaciones técnicas requeridas por YPFB el com­bustible despachado está den­tro de los estándares de diésel tipo I, que Petropar comercia­liza a G. 9.990.

No se puede obviar mencio­nar el decreto de reducción de impuesto selectivo al consumo (ISC) para la importación y comercialización del diésel tipo I, con una base imponible de G. 5.546 por litro, por lo que el fisco deja de percibir cerca de US$ 2 millones.

OTRAS ENTREGAS

Abdo Benítez tiene varios antecedentes entreguis­tas, donde la defensa de los supremos intereses nacio­nales quedó por debajo de los intereses extranjeros. El llamado acuerdo secreto de Itaipú firmado el 24 de mayo del 2019 contemplaba que Paraguay debía comprar más energía segura, a mayor costo, comprometiendo la adquisición de excedentes a menor costo.

En diciembre del 2020 tam­bién saltó a la luz el acuerdo extrajudicial que firmó Petro­par para pagar US$ 7 millones a la empresa de maletín Texos Oil. Esto le costó el cargo al ex procurador Sergio Cos­cia, quien había dicho que el acuerdo le pareció correcto ante una eventual derrota en los estrados judiciales por una demanda de US$ 30 millo­nes. Sin embargo, Denis Lichi zafó y continúa al frente de la petrolera estatal pese a ser uno de los firmantes.

Otro caso es el frustrado intento de saldar la deuda con PDVSA, negociando con el pre­sidente interino de Venezuela, Juan Guaidó. En este desarro­llo de hechos apareció un abo­gado vinculado a familiares de Abdo, hizo de nexo entre Paraguay y la oposición vene­zolana, requiriendo comisión de US$ 26 millones. El enviado especial venezolano, Javier Troconis, comentó que este “enlace” tenía mucha fami­liaridad con las autoridades que le recibieron en el Palacio de López.

Y el último acto entreguista anterior a la rebaja del pre­cio del gasoil a los bolivianos es la reducción del 8,2% de la tarifa de Itaipú que Abdo cedió a pedido del Brasil, y que pasó de US$ 22,60 kW/m a US$ 20,75 kW/m.

Esta medida claramente bene­ficia al vecino país porque com­pra el 85% de la energía que produce la hidroeléctrica, y Paraguay el 15%.

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