El robacoches fantasma y la deuda de sangre (Parte 2)
El único testigo, el cirujano Saldaña, insistía en que un robacoches mató a su hermano. Pero dos agentes no quedaron convencidos de esta versión y comenzaron de cero. La cacería del tirador fantasma concluyó en tres días.
- Por Óscar Lovera Vera
- Periodista
MARCOS Y LUCAS, DOS DETECTIVES
Día 1. No todas las luces estaban apagadas para la Policía. Marcos y Lucas –dos policías de la división que investiga homicidios– recibieron la carpeta del caso. Pasó de ser un problema local de la Comisaría 6ª del Área Metropolitana a un acertijo que debía resolverse en el departamento de Investigación de Delitos.
Marcos era un hombre a punto de llegar a la cuarta década, los años provocaron en él la falta de paciencia debido al carácter tosco, pero efectivo, al momento de presionar a aquellos sospechosos que optaban por ocultar la verdad. Ya llevaba 25 años en la fuerza y no escatimaba en denotar su experiencia y olfato como investigador.
En cambio, Lucas le sacaba 10 años de ventaja a su pareja. Su juventud le daba la dinámica al dúo de agentes. Apenas pasó unos meses en una comisaría metropolitana y su voluntad en el trabajo le dio el pase para llegar a ser un detective. Un factor común en ellos era la insistencia. Cuando ambos terminaron de leer el expediente, se dijeron que esta no sería una excepción, debían saber quién mató al ingeniero.
ALGO POCO CLARO
Marcos comenzó a citar en voz alta los puntos poco claros que lo llevaban a creer que esto no fue hecho por robacoches. Primero: el delincuente subió por detrás, ¿quién hace eso? Se preguntó. Segundo: ¿por qué disparar a matar? Ningún ladrón hace esto si al menos quiere llevarse algo sin levantar tantas sospechas… Tercero: ¿se escapó aprovechando el semáforo en rojo y ahora se lo tragó la tierra? Esto, más que los otros, no tiene sentido alguno.
Ante esa duda, Marcos ordenó a Lucas que obtenga el resultado de la autopsia. Necesitaban una pista y ya no dar vueltas sobre un cazabobos, lo que creían que era la tesis del robacoches. Nada de lo que el doctor Saldaña decía en sus declaraciones tenía lógica.
Una hora después, el joven agente llegó con una carpeta bajo el brazo y en las manos traía el almuerzo. Ambos comerían algunas empanadas, no había tiempo que perder.
“La bala es calibre 45 (punto cuarenta y cinco), jefe”, dijo Lucas con un tono liberador, el informe llevaba la firma del forense René Molinas y eso les daba la confianza sobre la veracidad del resultado. “El disparo le destrozó el cráneo, provocándole un traumatismo importante, la muerte fue al instante”, concluían unas líneas de un párrafo.
Miraban con detenimiento el documento, encontraron el hilo que los llevaría al sospechoso. Ellos sabían adónde debían recurrir para descubrir quiénes podrían ser los propietarios, al menos legales, de un arma de esta característica. No era común que en Paraguay tengan a principios de los 90 una pistola tan poderosa.
“Lucas, dejá que yo me encargo de indagar sobre el proyectil, iré a ver la lista de dueños de armas similares a esta”, dijo el agente con más experiencia apuntando con el dedo índice derecho la fotografía del plomo obtenido en el perímetro donde mataron a José.
“¿Yo qué hago, jefe?”, respondió rápidamente el joven con la energía que lo caracterizaba, la misma que le valió ganarse un puesto en la oficina.
Marcos se detuvo un instante a pensar y recordó parte de las declaraciones del doctor Eduardo; en lo que ese pensamiento se descargaba en su memoria, le dio órdenes a Lucas: “Andá a la casa de la suegra del doctor, él dijo que fue caminando hasta ese lugar después del disparo. Corroborá que haya estado ahí, también la hora. Luego nos encontramos acá para ver qué tenemos”.
Marcos llegó a la Dirección de Industrias Militares. Una antigua institución castrense, cuya creación data de 1955. La oficina funcionaba en el Comando de la Armada de la Nación, sobre avenida República y Hernandarias, en el centro histórico de la capital. El agente llegó a la entrada principal. Dos fornidos marinos custodiaban el puesto uno.
Pese a ese semblante de hombres rústicos, uno de ellos se dirige con amabilidad al policía: “¿Qué desea señor?”. Marcos en ese momento vestía una remera celeste, unos jeans gastados y calzaba unas botas de cuero vacuno oscuro. Pensó que quizás esa vestimenta casual le abriría una puerta de cortesía.
Aunque imaginó, también, una situación adversa en los segundos que transcurrirán después de presentar su placa de agente policial. Aquella vieja rivalidad militar-policial de los tiempos de la dictadura aún persistía. “Busco al coronel Amarilla”, contestó Marcos al soldado. A lo que este le respondió: “Aguarde aquí, veré si puede recibirlo”. Marcos retrucó aquella respuesta para sí: “Claro que me recibirá”.
Al coronel Amarilla lo conocía de un curso –sobre inteligencia y búsqueda de perfiles criminales– que ambos realizaron en los Estados Unidos un par de años atrás.
A los pocos minutos el soldado lo hizo pasar a un salón de recepción bastante amplio. Dentro de él tenían alojadas varias maquetas a escala de barcos de guerra, todos protegido en una gruesa caja de vidrio. Unos segundos después, Amarilla lo vino a buscar. “¡¿Qué te trae por acá Marcos?! Desde aquella última reunión de los becarios te perdí el rastro”, reclamó su ingratitud –al policía– el jefe militar. “¡Amarilla!, el trabajo che amigo, (mi amigo) sabés cómo esto es”, dijo Marcos.
“Bueno, perdonado. ¿En qué te puedo servir?”, replicó curioso el soldado.
“Mirá esto, amigo”, Marcos le entregó la carpeta con las fotos obtenidas del plomo percutido por el arma que mató al ingeniero Saldaña.
“Es una punto cuarenta y cinco esta”, dijo el militar sin dudar. “Así es, y justamente esto es lo que me trae junto a vos”, asintió Marcos. “Sé que tenés la lista de portadores legales de las armas que pueden disparar esta bestia. Necesito una copia de eso para investigar un asesinato. ¿Puedo contar con eso?”, preguntó el agente, mientras inclinaba una ceja sobre su particular mirada inquisidora.
Amarilla suspiró, algo resignado, y dijo: “Te debo una y con esto estamos a mano, así que espérame aquí Marcos; veré en registro de armas qué tenemos”.
Quince minutos después, Amarilla viene marcando el paso sin darse cuenta. La costumbre de la instrucción militar ahora le dictaba su caminar diario. En las manos llevaba una carpeta amarilla no por el color, sino por lo gastada que se encontraba. Desde su asiento –al fondo de aquella enorme sala de recepción– Marcos se percató de ello, “quizás estos tienen menos presupuesto que nosotros”, pensó, intentando consolarse.
Amarilla le pasó el documento y le explicó: “Dentro de esto vas a encontrar solo 43 nombres, estas son todas las personas que tienen este tipo de armas, una pistola semiautomática calibre punto 45”.
Marcos miró la lista y no encontró nada llamativo, le parecía hasta estéril. Se preguntó si hallaría al tirador fantasma en esta lista, era parte de la incógnita que más le atormentaba. Decidió que debía retirarse. Se encuadró, como gesto de cortesía, y estrechó las manos de Amarilla, agradeciendo el gesto. “Espero algún día repetir lo del Norte”, esbozó el policía con una mueca de satisfacción. “Para servirte Marcos, pero acuérdate: deuda saldada…”.
Día 2. Marcos volvió a su oficina con la lista en la mano. No sabía por dónde empezar, eran 43 personas con papeles de un arma que coincide en calibre con la utilizada para asesinar al ingeniero Saldaña, pero sin más que eso. Era la única pista que lo conduciría al asesino, al menos si el arma homicida era legal.
Se sentó, encendió un cigarrillo, su rostro se iluminó por unos segundos. El olor del fósforo lo apartó con una mano y dejó que el humo se disipe en su rosto, mientras observaba cómo las letras de aquellos nombres se mezclaban en su cabeza. “No hay de otra”, dijo. Tuvo que llamar a cada uno hasta encontrar un cabo suelto.
Faltaban aún diez nombres por ser verificados, la paciencia no era su fuerte. Marcos imaginó que esto le tomaría semanas, ya que además de confirmar si esas personas – de la lista– tenían sus armas, debían establecer una conexión con el crimen. Es decir, pedir todas las armas registradas y someterlas a pericia balística, y esto no aseguraba el éxito. Aún quedaba la posibilidad de una pistola no registrada y, con ello, la posibilidad infinita de quién mató a ese hombre. Aún con tanto margen de análisis, el agente no permitió que esto lo perturbe e imaginó que sería exactamente eso que dicen muchos: “Una aguja en un pajar, pero no imposible de encontrar”, pensó determinante.
En el décimo en la lista encontró a un militar –de la Caballería–, de nombre Mario González. Marcos no esperó mucho para marcar en el teléfono el número registrado en la lista. A los pocos segundos González contestó, para su fortuna estaba de franco. El soldado explicó que esa arma la vendió a finales de los 70 a un civil de nombre Mamerto Romero. “Este es un buen dato”, dijo el agente y continuó de largo, necesitaba chequear toda la lista de portadores de una pistola punto cuarenta y cinco.
Una vez acabado ese registro, se encontró que solo una de esas armas fue vendida. Retomó el hilo de su pesquisa con el civil Mamerto Romero, mediante la guía telefónica lo ubicó y lo llamó. El hombre le contó que se deshizo de la pistola, también vendiéndola a una persona llamada Thomas Binicio Irala Lomaquis. “¡Otro nombre más!”, dijo Marcos, con una corazonada de que estaba por buen sendero.
EL TERCER COMPRADOR
“¡¿Usted es el señor Lomaquis?!”, preguntó Marcos. “Sí, soy yo… ¿quién habla?”, respondió algo confundido del otro lado del tubo. “Mire señor, soy el comisario Marcos Gayoso. Estoy investigando un hecho de robo y me encontré con una pista que me condujo a usted…”, contestó el agente. “¿Y eso? ¿De qué se trata?”, consultó el hombre, ahora con temor.
El agente siguió indagando: “Bueno, se trata de una pistola calibre 45, la usaron para un asalto y quería saber si usted tiene la suya para cotejar que no se trate de la misma. Debo hacer esa comparación obligatoriamente para descartarlo como sospechoso, usted comprenderá”. Marcos sabía cómo intimidar a alguien, si era su sospechoso saldría con una coartada frágil, si no le daría un elemento más que seguir.
“Señor… ¿comisario me dijo, verdad?”, expresó Lomaquis. “Sí, sí, Gayoso…”, respondió Marcos. “Bueno, mire, esa arma la vendí hace cuatro años, en el 87. Un médico, amigo, me ofreció plata por él y se lo di”. “¿Médico?”, preguntó levantando la voz el policía. “Sí, un médico que se llama Eduardo Saldaña, se lo vendí por 225.000 guaraníes…”.
Marcos hizo una pausa de asombro. Mientras que Lomaquis del otro lado buscaba una deferencia al dato: “¿Hola?, ¿hola?”. “Sí, sí, disculpe señor, me sonó familiar el nombre, solo eso. Le agradezco el dato, que tenga buen día”. Marcos colgó el teléfono y su mente comenzó a imaginar una historia diferente a la que le habían contado.
“¡Jefe!”, irrumpió Lucas. “Muchacho, ¿qué tenemos?”, preguntó Marcos. “Jefe, mirá, fui a la casa de la suegra de Eduardo y ella me confirmó que ayer no estuvo por ahí, nunca fue hasta esa casa, comisario”, respondió Lucas.
Marcos cada vez estaba más convencido que el hombre que buscaba era el propio hermano de la víctima, pero necesitaba de más indicios. “Hay que hablar con los testigos, Lucas. Andá y de nuevo pregúntales cómo ocurrió el crimen, hay algo de este rompecabezas que falta”, dijo el comisario.
Lucas interrogó a los comerciantes del barrio Mburucuyá, a varios que tienen sus locales sobre la calle donde todo pasó. Uno de ellos relató algo que les llamó la atención. El día del crimen, solo dos personas estaban en la camioneta, no hubo un tercero. Una de ellas bajó del vehículo, llevaba puesta una abrigo de color negro, corrió y luego ya no lo vieron. Pero se detuvo a unas cuadras y subió a un Chevrolet, modelo Opala, con neumáticos de masilla blanca. Ese desconocido subió al automóvil y desapareció. La descripción física de ese extraño coincidía con la del doctor Saldaña. Cada vez el círculo se cerraba más en torno a él.
Día 3. Lomaquis –el segundo comprador del arma– llamó al comisario Marcos. “¿Qué tal comisario? Me dijo que si algo se presentaba se lo comunique. Bueno, hoy estuvo en mi casa el hijo del cirujano, me pidió que no hable del arma que le vendí al padre porque ustedes lo involucrarían equivocadamente en el crimen de su tío, me insistió en que guarde silencio”.
Para Marcos, eso era suficiente. Eduardo era el sospechoso, debían detenerlo. La Policía lo llamó con la excusa de repasar una vez más sus declaraciones. Cuando se encontraron, el peor miedo del médico se confirmó. Señor Saldaña, queda usted detenido por el asesinato del ingeniero José Saldaña…
Eduardo al principio se mostró reticente a hablar, pero ante la insistencia de aquellos investigadores, confesó que mintió sobre su presencia en la casa de su suegra y, en realidad, fue a lanzar su arma al río Paraguay. La búsqueda se extendió por 10 horas. La Policía insistió y mediante una presión, Saldaña volvió a hablar. “Está bien, les diré dónde está. La arrojé a orillas del casino en Itá Enramada, en Lambaré”. Finalmente, el 8 de agosto, aquella pistola fue encontrada y llevaba a pericia.
LOS CABOS SUELTOS
“Presta atención, Lucas: Eduardo, siendo médico, nunca auxilió a su hermano, prefirió ir a la casa de su suegra, que finalmente comprobamos que fue mentira, no pidió auxilio a los vecinos, no llamó a la Policía, un comerciante describió a Eduardo como el único que bajó de la camioneta tras la detonación del arma, su jeans no estaba manchado con sangre –él dijo que su hermano se desvaneció sobre él tras recibir el disparo–, no pudo explicar por qué la palanca de velocidades de la camioneta estaba en neutro si el delincuente supuestamente escapó, tampoco dio sentido a los documentos que estaban sobre las piernas de su hermano, el cenicero y la guantera abierta y, lo principal, tenía un arma del mismo calibre, la cual tiró ese mismo día del asesinato. Solo nos falta balística, muchacho”, finalmente Marcos terminó de enumerar todos los elementos que para él apuntaban a Eduardo como el asesino.
Un año y cuatro meses después, el 14 de diciembre de 1992, en un juicio oral, los detectives relataron al juez que Eduardo Saldaña mató a su hermano motivado por la envidia en los negocios –y el poder económico que eso le daba–, algo que a él no le ocurría con su parte en la sociedad comercial. Esto lo llevó a desviar fondos de las cuentas bancarias y fue descubierto por su hermano. Para acabar con el pleito, decidió acabar con él y convertirlo en una deuda de sangre.
El tribunal lo condenó a 18 años de cárcel. Eduardo fue ubicado en el dispensario médico de la penitenciaría de varones en el barrio Tacumbú. Con el tiempo, las visitas de amigos y familiares disminuyeron, llevándolo a una depresión profunda. En el 2009 debió cumplir con su condena, pero murió debido a un ataque cardiaco.
Obs.: Los personajes de los detectives y el jefe de la armería fueron creados para darles conexión con los hechos, con base en lo narrado por agentes que investigaron el homicidio. Todos los datos de la investigación fueron extraídos de la carpeta fiscal y policial.
El escándalo Cambridge Analytica y cómo cambió la forma en que las redes sociales manejan nuestros datos
Hace unos años, el mundo de internet y las redes sociales se vio sacudido por el escándalo de Cambridge Analytica, un hecho que significó un antes y un después en la manera en que las grandes empresas tecnológicas como Facebook manejan nuestros datos.
Por Robert Bourgoing (@robertb_py)
Cambridge Analytica. Quizás ahora pase algo desapercibido y hasta sea desconocido por algunos, pero en su momento, este nombre estuvo en boca de todos por un escándalo de considerables proporciones.
Hay que retrotraernos al año 2018, cuando esta empresa de análisis de datos pasó a estar en el ojo de la tormenta tras descubrirse que había utilizado información personal de más de 87 millones de usuarios para presuntamente favorecer la campaña presidencial de Donald Trump.
LOS ANTECEDENTES
El periódico The Guardian se encargó de filtrar una serie de documentos confidenciales, a través de los cuales se pudo demostrar cómo Cambridge Analytica había fraguado un ingenioso plan para permitir a Trump ganarse a la opinión pública y con ello llegar a la Casa Blanca.
Los informes revelados por el medio británico -obtenidos gracias a un exempleado de la firma, de nombre Christopher Wylie- muestran que la consultora con sede en Londres fue capaz de recopilar datos de millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento.
Dichos datos fueron obtenidos a través de la aplicación “This Is My Digital Life”. Su funcionamiento era muy simple: la plataforma exhibía una serie de preguntas para así elaborar perfiles psicológicos de usuarios de Facebook. De esta forma, obtuvo actualizaciones de estado, “me gusta” y mensajes privados.
Esa aplicación pedía permiso para acceder a los respectivos perfiles como así también a los contactos agregados en la red social, lo cual a su vez ayudó que la consultora acceda a información personal de millones de personas.
La persona detrás de esta idea fue Aleksandr Kogan, profesor de la Universidad de Cambridge, quien en el año 2013 había desarrollado un test de personalidad a través de una app de Facebook, la cual posteriormente fue replicada para una nueva campaña.
CÓMO USARON LOS DATOS
Los datos de los millones de usuarios afectados fueron recopilados con un solo fin: utilizarlos para favorecer la campaña electoral de Trump, influenciando a los potenciales votantes en su intención de sufragio.
Gracias a los perfiles psicológicos obtenidos por medio de Cambridge Analytica, se pudieron diseñar estrategias y propagandas electorales para los usuarios y así lograr persuadirlos en favor del magnate norteamericano, quien finalmente acabó ganando aquellas elecciones del 2016.
En este caso, se trata de mensajes específicamente diseñados para ciertas audiencias que apuntan a influir en su opinión y, con ello, en el voto final.
Dentro de esto se incluyeron no solo publicidades hechas “a medida” para los usuarios, sino también “fake news” que luego fueron replicadas a través de redes sociales, blogs y medios de comunicación.
EL CAMBIO EN EL MANEJO DE DATOS
Además de Facebook, principal involucrada en este escándalo, lo ocurrido con Cambridge Analytica también puso en el tapete a las demás empresas tecnológicas que manejaban datos de usuarios a nivel masivo.
WhatsApp e Instagram (ya para entonces propiedad de lo que ahora se conoce como Meta, cuyo CEO es Mark Zuckerberg), al igual que Twitter fueron los que resintieron en mayor medida el impacto de este incidente, siendo cuestionadas sobre cómo manejaban la información proveída por sus usuarios.
A raíz de ello, Facebook anunció una serie de reformas en sus políticas de privacidad y el manejo de datos de sus usuarios, brindándoles mayores facilidades para encontrar la información personal que posee la red social.
Fue así como se incluyó un nuevo apartado en la plataforma para poder “descargar” la información personal de cada usuario, lo cual rige para esta red social y también para sus “hermanos” WhatsApp e Instagram.
Esta herramienta permite que cada usuario sea capaz de revisar sus interacciones pasadas (incluidos los “me gusta”, comentarios y publicaciones), así como también las fotografías y videos subidos, pudiendo seleccionar un período específico si así lo desea.
Así también, se simplificaron varios menús de acceso con el propósito de que las personas identifiquen más fácilmente para qué sirve cada función, priorizando el aspecto de la privacidad y seguridad.
REGLAMENTO EUROPEO
La medida adoptada por Facebook como resultado del escándalo se dio poco antes de la entrada en vigencia del Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), una normativa aprobada por la Unión Europa que tiene como objetivo principal salvaguardar los datos de los usuarios.
Esta normativa -cuya vigencia luego trascendió el territorio europeo y se extendió al resto del mundo- obliga a las empresas digitales que manejan datos personales a cumplir con una serie de disposiciones, entre ellas informar sobre cualquier tipo de violación o uso indebido de datos.
Retribución por la Medicina en Paraguay: la historia solidaria de una estudiante brasileña
En los últimos años, miles de estudiantes brasileños llegaron al país para seguir la carrera de Medicina, principalmente en ciudades fronterizas y otras localidades del departamento Central. Esta es la historia de una de ellas, que pretende dejar una huella en su paso por Paraguay, con actividades solidarias a favor de los pacientes.
Por Juan Riveros (@JuancitoRiveros)
En el 2019, Stela Mendes Queiroz, oriunda de Paranaíba - Mato Grosso do Sul, Brasil, llegó a la ciudad de Pedro Juan Caballero en busca de sus sueños, seguir la carrera de Medicina, como miles de estudiantes brasileños que se encuentran en nuestro país.
En la localidad fronteriza y lejos de su familia, culminó parte de sus estudios en el 2023. El siguiente paso fue continuar con el sueño como médica interna en uno de los hospitales públicos de nuestro país. El destino quiso que sea en el Hospital General de Barrio Obrero.
La Medicina le esperaba un nuevo desafío, que implicaba trasladarse desde Pedro Juan Caballero hasta Asunción en febrero de este año, en lo que será su nueva casa de aprendizaje por el período de un año.
Tal como se esperaba, los primeros meses fueron desafiantes, según contó Stela en base a su experiencia en el Hospital de Barrio Obrero, conocido por recibir a cientos de pacientes a diario, en su mayoría de escasos recursos, por su cercanía con la zona de los bañados de la capital. “Lo idealicé similar a lo que realmente encontré. La salud pública en el ámbito general necesita de una mirada más cercana, tanto aquí en Paraguay como en Brasil, pero si sabemos superar algunas dificultades cotidianas, con certeza el éxito en la realización del trabajo se producirá”, expresó.
En medio de todas estas situaciones, en la estudiante brasileña nació la idea de ayudar a las personas, consiguiendo insumos médicos.
“La idea surgió por la escasez de materiales básicos y la intención de ayudar a suplir esa realidad. La aceptación en Brasil fue extremadamente satisfactoria, superando las expectativas. Se creó una red de apoyo que nos bendijo con un resultado exitoso”, comentó.
Primeramente, recurrió a sus amistades en redes sociales, realizando una campaña de recaudación de fondos para la compra de insumos y elementos que puedan ayudar a una buena estadía de los pacientes en el hospital, como frazadas, almohadas, sábanas y pintura para las ventanas.
Su iniciativa tuvo una amplia repercusión, especialmente en sus amistades en Brasil y compañeros que también abrazan la Medicina como profesión. Rápidamente logró conseguir fondos para las primeras compras, con el aval de la Dirección del hospital en este gesto solidario emprendido por la estudiante.
Stela señaló que la vocación misma es la que le llevó a emprender este gesto solidario, además de una forma de retribución hacia nuestro país y a la Medicina paraguaya, de la cual fue aprendiendo en todos estos años.
Sobre la diferencia entre la salud pública entre Paraguay y Brasil, dijo que en su país existe el Sistema Único de Salud (SUS), que tiene un porcentaje muy grande de demanda de atención, que en gran medida se realiza con excelencia. Mientras que aquí, en la red pública no se cuenta con este “complemento”, que podría ayudar bastante.
La iniciativa altruista no queda ahí, ya que para las próximas semanas se prevé realizar una campaña de solidaridad aún más grande y con el involucramiento de más personas, atendiendo a la buena recepción de su iniciativa personal. “La participación, compromiso, dedicación y trabajo realizado fueron unánimes. Nuestro grupo está muy unido y deseamos continuar con esta acción que benefició enormemente a los pacientes que estuvieron aquí”, resaltó. Con estas acciones de gratitud y de retribución, Stela deja su huella en nuestro país y se lleva el aprendizaje y la experiencia de por vida.
Lucha contra la depresión en adolescentes: ¿Cómo ayudan las mascotas a combatirla?
Los perros y gatos, además de ser mascotas fieles que nos acompañan en el día, también pueden ser grandes aliados para la lucha contra la depresión, gracias a los beneficios que bridan su compañía.
Al respecto, el Dr. Robert Núñez explicó que existen numerosos estudios que respaldan la hipótesis de que las mascotas, especialmente los perros y gatos, son grandes aliados a la hora de contribuir en el bienestar emocional y la salud mental de las personas, en especial aquellas que sufren de depresión.
“La depresión se ha entendido como un trastorno del estado de ánimo y, por lo tanto, de la salud mental, que afecta a una gran cantidad de personas en el mundo hoy”, describió el profesional.
En ese sentido, el doctor indicó que la depresión puede manifestarse de distintas maneras e incluye síntomas variados, como el estado de ánimo triste y sostenido en el tiempo, el déficit o exceso en el tiempo de sueño o alimentación, la falta de concentración crónica, los pensamientos de culpa, los pensamientos de muerte o de suicidio.
La soledad también es un factor desencadenante de la depresión. En el caso de las personas mayores, este hecho puede ser un tormento, pero las mascotas ofrecen compañía constante y cariño, además de que requieren actividades como sacarlos a pasear o jugar con ellos, hecho que los hacen sentir ocupados.
“Por ello el tipo de vínculo emocional que aporta un perro o un gato provee importantes beneficios desde el punto de vista psicológico. Dicha aparición de un vínculo afectivo con el perro o con el gato facilita condiciones favorables al tratamiento por depresión o por algún otro tipo de malestar emocional asociado”, expresó.
Algunos beneficios emocionales de las mascotas
-Brindan compañía: esta es, quizás, la más evidente de las ventajas de tener un perro en casa, sin embargo, no siempre somos conscientes de la inmensa cantidad de beneficios que tiene sentirnos acompañados, puesto que esto implica una percepción mayor de seguridad, de disposición a la afectividad, de comunicación y de relajación.
-Proporcionan sentido de la responsabilidad: estar a cargo de un ser vivo tan complejo como un perro o un gato puede motivarnos no solo a cumplir con su alimentación, sino también a dedicarnos constantemente a su cuidado integral, ejercitarlo, tener una rutina sistemática de salidas, educarlo, enseñarle habilidades y comportamientos, prácticas en las que sentirnos útiles e importantes para ese ser que hemos decidido acompañar y él a nosotros.
-Reduce el estrés: los mimos y caricias a las mascotas en general estimulan la liberación de oxitocina, hormona relacionada con la vinculación emocional. Esto ayuda a disminuir el cortisol, cuyo exceso es el causante del estrés. También el juego con nuestros perros o gatos de compañía favorecen la producción de serotonina y dopamina, importantes neurotransmisores que regulan el estado de ánimo.
-Aumentan la esperanza de vida: según se ha analizado, tener perros aumenta la disposición hacia tener un estilo de vida más saludable y a ser más feliz. Dicho estado de bienestar aumenta la expectativa de vida de las personas.
“La presencia de una mascota en el hogar puede reducir los niveles de estrés y ansiedad en las personas. El simple acto de acariciar a un animal puede liberar endorfinas y aumentar la sensación de calma”.
Cómo está la salud mental en Paraguay
Entre mayo y junio del 2021, el Banco Mundial llevó a cabo Encuestas de Alta Frecuencia (EAF) en varios países de Latinoamérica y el Caribe con el objetivo de evaluar el impacto de la pandemia sobre la población.
Entre sus resultados se puede observar que, con un puntaje de 0,28, Paraguay se posicionó en cuarto lugar (empatando con Ecuador y Bolivia) entre los países con resultados más preocupantes dentro del Índice de Vulnerabilidad de la Salud Mental , por detrás de Chile, Perú y Haití.
No obstante, de entre todos los indicadores de vulnerabilidad de la salud mental, el que presentó mayor incidencia en Paraguay fue el de ansiedad, nerviosismo o preocupación. Con tres de cada cinco personas reportando haberse sentido ansiosos en el último mes, el país se ubica en primer lugar en Latinoamérica con esta medida. Y son de nuevo las mujeres, con el 70,4%, quienes encabezan la tabla por encima de los varones (53,5%).
Por otra parte, el estudio de Carga de Enfermedad revela que en Paraguay se perdieron más de 1.700.000 años de vida saludables por diversas enfermedades, de los cuales, 322.000 son por trastornos mentales y del comportamiento. La depresión severa es la que aporta la mayor carga de años de vida saludables perdidos, junto con los ataques de pánico.
Dicho estudio fue presentado por las direcciones de Vigilancia de la Salud y de programas de Enfermedades Transmisibles y No Transmisibles en agosto del 2023.
El Ministerio de Salud cuenta con el directorio de Salud Mental, con la base de datos de profesionales psicólogos y psiquiatras de las diferentes regiones sanitarias del país.
Para acceder a atención especializada, el Ministerio de Salud dispone de un directorio online con profesionales de la salud mental en diferentes regiones del país. El enlace al directorio se encuentra disponible aquí.