Con el enemigo en la casa

Zeneida Núñez salió por la mañana para el Registro Civil para inscribir a su hija, pero nunca llegó. Más tarde su cuerpo apareció a varios kilómetros. El asesino sería alguien inesperado y obsesionado.

  • Por Óscar Lovera Vera

  • Periodista

Viernes 16 de marzo. 16.00. Al costado del cauce del arroyo Amambay, en Itacurubí de la Cordillera.

“Cuidado doc, baje despacio, mire que está resbaladizo el fango y lo podría llevar hasta el agua”. — “Tranquilo muchacho, no es la primera vez que hago esto”, contestó el médico forense Nelson Fer­nández al policía. Los agen­tes de Barrero Grande fue­ron los primeros en llegar a la escena del crimen, luego de la llamada que recibieron de un pescador que descubrió el cuerpo mientras buscaba un sitio para lanzar una carnada.

El cuerpo ya llevaba unas horas en el lugar y a simple vista se podía confirmar que esa no era la escena del cri­men; el cadáver lo arrojaron en ese sitio. Estaba cubierto en parte por malezas, el doc­tor identificó rápidamente a una mujer.

El médico sacó de su maletín un par de guantes de látex, y en lo que le demoraba colo­cárselos, examinaba dete­nidamente la posición del cuerpo y algunas lesiones visibles. “Tome nota de esto oficial: ‘la causa del falleci­miento es un fuerte golpe en la cabeza y una fractura cer­vical, es decir en el cuello. Presumiblemente producida durante la caída desde la ruta hacia este barranco, donde encontramos el cadáver. Sos­pecho que la víctima recibió un golpe con un objeto pun­tiagudo en la cabeza, lo que le produjo un severo trauma­tismo de cráneo’. Estaba con vida cuando fue arrojada a la zanja, y falleció luego de cinco horas de una larga agonía”, concluyó Fernández, mien­tras se tomaba de las rodillas para erguir su cuerpo en ese difícil terreno. Eso es todo, ya pueden levantar el cadáver y llevár­selo al hospital regional, aquí de la zona. Luego verifiquen si podemos llevarlo al hospital de Caacupé, ordenó la fiscala Gladys Torales a los policías y paramédicos.

El lugar estaba atestado de curiosos que miraban dete­nidamente todo lo que hacían los investigadores, en tanto las luces de sirenas pintaban sus perturbados rostros de azul y rojo.

La fiscala miraba deteni­damente cada acción que tomaban los agentes en el transcurso de ese tiempo, intentaba encontrar un detalle que —quizás— en ese momento estaba pasando desapercibido. Gladys Tora­les ya llevaba años como funcionaria del Ministerio Público, y un par en esa zona de Cordillera. No era común encontrarse con un cuerpo, y menos con esos rastros de violencia. El forense también mencionó golpes, moretones en algunas partes del cuerpo.

Esto fue producto de una pelea, se dijo a sí misma. Una venganza, tal vez. Llamó al agente de Policía y le pidió un reporte de las mujeres des­aparecidas y que tengan esa característica física. Debían identificar a la mujer lo más rápido posible, el cuerpo fue abandonado hace 24 horas y el asesino no debía estar muy lejos.

UN DÍA ANTES …

Pasaron pocos minutos de las 10 de la mañana del jue­ves 15 de marzo. Zeneida Núñez Colher, una joven de 29 años, marcó el número de teléfono de su hermana. Necesitaba una dirección y que mejor que ella para decírselo, era más amiga­ble con su memoria. “¡Her­mana! ¿qué tal? Necesito la dirección del Registro Civil, aquí en Fernando de la Mora. Quiero ir con Omar para ins­cribir a la beba y retirar el certificado de nacimiento, así ya terminamos con ese proceso, ¿sí?”. Unos segun­dos después, Zeneida pre­sionó la pantalla y culminó el diálogo con su hermana. Tomó sus cosas y llamó a su esposo. A las 10:30 salieron de la casa, en las calles Santa Cecilia y Colón del barrio San Miguel, en la ciudad de San Lorenzo. Desde ese lugar hasta el Registro Civil solo serían veinte minutos.

Las horas transcurrieron normalmente, Omar Vera y Zeneida tenían actividades particulares, cada uno por su lado y quedaron en verse por la tarde. Pero eso no ocurrió.

Omar llamó a la casa de su suegra y Zeneida no estaba. Eso despertó la desespera­ción de la familia. Desde ese momento el tormento y los pensamientos perturbado­res comenzarían a desgastar la paciencia. Las noticias de esos días, los comentarios, la inseguridad a diario suma­ban para generar pánico.

Los padres, hermanos y Omar, cada uno pensaba para sí qué mal le pudo ocurrir, por eso no encontraban rastros de ella.

¡No hay caso, acá no vamos a conseguir nada! dijo Omar, y se levantó cortando el aire y el silencio. Todos estaban reunidos alrededor del telé­fono, en la sala de la casa materna. “Iré a la Comisa­ría a radicar la denuncia, y ver que la busquen”, dijo mirando a la madre de su esposa.

LA DENUNCIA

Omar llegó a la Comisaría 53 en el barrio San Miguel, en la ciudad de San Lorenzo. El lugar —esa noche— estaba tranquilo, luego de una jor­nada sin muchos sobresal­tos, como gustaba repor­tar —siempre que podía— el oficial de guardia, un joven que excedía notablemente la estatura promedio. Omar apenas le llegaba a la altura del tórax, lo cual resultaba intimidante. Tuvo que hacer un esfuerzo para sostener la mirada mientras le explicaba sobre su presencia. Su ama­bilidad era proporcional a su longitud. Opuesta a la imagen que proyectaba.

“Adelante señor, tome asiento, iré por el libro de denuncias. Aguárdeme aquí, por favor” dijo con tono cor­dial el agente, señalándole una silla de plástico ubicada a un costado de la recepción. Luego de relatar el minuto a minuto de ese día, Omar se retiró, pero más tarde vol­vería pidiendo una copia de la denuncia que realizó. Esto despertó la curiosidad de los agentes, para ellos era común que familiares de una persona extraviada se con­centren en buscarla, no en volver a la dependencia para pedir una copia del parte de desaparecido; algo ocultaba, se planteaban los agentes de ese turno.

Algunas horas después las noticias retumbaban en los informativos nocturnos. Los presentadores relataban el hallazgo del cuerpo de una mujer al Este de la ciudad de San Lorenzo, a unos 75 kiló­metros. Era Zeneida…

La familia de la joven se que­bró. No podían entender cómo pasó. Hasta hace unas horas ella estaba con la idea fija de inscribir a su pequeña en los registros del Estado, para darle una identidad. Hoy la niña estaba huérfana.

La conmoción fue tal que todos tardaron en reaccio­nar con el ulular de un telé­fono a disco —que repicaba sobre un roído mueble de cedro— ubicado en un pasi­llo de la casa paterna. En la llamada les esperaba la con­firmación sobre la muerte de Zeneida, algo que preferían no creer, pero necesitaban presentarse para reconocer el cadáver.

Todos fueron hasta la ciudad, necesitaban cerciorarse de que era ella. Al llegar un fun­cionario de la Fiscalía y un policía los esperaban. Por aquí señora, le dijo uno de ellos mientras le indicaba la puerta que conducía a la mor­gue del hospital local.

Sobre las camillas de frío acero, yacían varios sue­ños truncados. Entre ellos, Zeneida, el reconocimiento fue inmediato. Las lágrimas no tardaron en brotar y los alaridos convulsionantes acompañaban a ese dolor intangible.

Las especulaciones en la investigación llegaron tan pronto como el vertiginoso ritmo del crimen. El primer sospechoso barajado por la Policía de Homicidios fue justamente su esposo, Omar Vera. —“Señor, usted queda detenido por orden fiscal. Se sospecha que podría estar involucrado en el asesinato de Zeneida Núñez Colher…”, la mirada fija de Omar al agente de Policía, tras esa frase, bus­caba explicación lógica. No encontraba la forma rápida de demostrar que él no pudo matar a su esposa, a la madre de su hija.

En la primera indagatoria, la fiscala le exhibió un testi­monio por escrito. “Un hom­bre que estuvo caminando al mismo instante en que arro­jaron el cuerpo de su esposa al barranco, lo reconoce como el que lo hizo, qué puede decir a eso señor Vera”, le interpeló la investigadora.

Omar la miraba fijamente y luego liberó una carga de aire que le presionaba el pecho, estaba en pánico y la angustia no lo dejaba reaccionar con rapidez.

Hasta que finalmente dijo: “doctora, ese día…”

— Espere un segundo, señor y piense bien lo que dirá, mire que hay varios testigos que mencionan lo mismo. Usted llegó conduciendo un auto­móvil y la ventanilla del lado derecho estaba abajo, eso per­mitió que lo pudieran ver, y lo tengo aquí como anticipo de pruebas, esto tiene peso en un juicio, interrumpió la agente de manera a ejercer algo de presión a Omar y ver si esto servía para hacerlo confesar,

Para la Fiscalía no existía dudas, Omar era un sospe­choso relevante. Rápida­mente la fiscala firmó un pedido para que lo lleven al penal de varones en el barrio Tacumbú de la capital, ahí podría estar bajo custodia hasta encontrar todas las pruebas que lo vinculasen al crimen de su mujer.

La familia de Omar, y la pro­pia familia de Zeneida protes­taron la decisión y presenta­ron una serie de testimonios que respaldaban a Omar. “Ese día él estuvo en el tra­bajo, durante todo el tiempo en que ella desapareció. Es imposible que Omar la matara…” clamaban sus ami­gos. Pero la Fiscalía tenía un parecer diferente.

CABO SUELTO

Las horas transcurrían y la Policía solo sostenía la pri­sión de Omar con versiones basadas en características físicas del homicida, muy parecidas a él. Algo más fal­taba y no tenía del todo sen­tido. Mientras más escarba­ban en la vida de la pareja, menos motivos encontraban para establecer un disgusto, una venganza.

El fin de semana se presen­taba largo para Omar, estaba imputado por el asesinato cruel de su esposa y el agra­vante de arrojar el cuerpo lejos de la ciudad. Ya pasaron 72 horas, pero para él eran los primeros años de una larga condena que imaginaba la iban a curtir en sus espaldas.

Los familiares recrudecieron sus reclamos, no iban a per­mitir más tiempo de lo que ellos llamaban un error en la investigación.

Pidieron hablar con la fiscala, Gladys Torales, “doctora, por favor. Solo escuche esto y pro­meta que al menos averiguará si es cierto. Mire, hay un joven que estaba obsesionado con Zeneida, que no la dejaba en paz. Pese a que sabía de su rela­ción matrimonial. Ese hom­bre es Hugo Ricardo Campu­zano Benítez, de 27 años, que hostigaba frecuentemente a nuestra hija” dijo acongojada la madre de Zeneida.

La mujer estaba derrumbada. Su mirada estaba anclada al suelo, y las lágrimas que bañaban su rostro conmo­vieron a la fiscala. “Está bien señora, veré quién es este hombre y si podría estar conec­tado al asesinato. Hasta tanto con­tinuaremos con nuestro único sos­pechoso, Omar”.

Al poco tiempo, los datos comenza­ron a tomar forma. La Policía pudo armar un rompe­cabezas con mucha lógica. Uno de los policías se acercó a la fiscala, bajo el brazo llevaba una carpeta, y en ella una serie de foto­grafías y anota­ciones. La bajó en la mesa, abrió el expediente, y como esperando una conexión directa con la agente— la miró fijamente esperando lo más próximo a una reacción telepá­tica, pero la fiscala no lograba comprender. ¿Qué pasa oficial, qué me quiere decir con esto?” preguntó la agente bastante confundida.

—“Doctora, escuche bien. Todo esto es lo que conseguí de este muchacho Hugo y le parecerá interesante. Mire, él fue amigo de la pareja. Es chofer de largas distan­cias, trabajó con el marido de la víctima. Con el tiempo logró ganarse la confianza de ambos, de Zeneida y Omar, y se instaló en la casa en los días en que descansaba. Pero con el tiempo él se enamoró de la mujer, la comenzó a perseguir, presionar, y que­ría obligarle a escaparse con él. Zeneida no aceptó y él la amenazó de muerte. Final­mente se fue de la casa, y desde ahí no supieron de él en un tiempo”.

Tiene sentido oficial, ¿pues entonces qué esperan? Vayan a traerlo y vemos qué dice al respecto.

Los agentes indagaron sobre el paradero de Hugo. No era un hombre fácil de encontrar por su trabajo, un camionero tiene poca vida en un lugar fijo. Pero esta vez tuvieron suerte, a las 21 horas del lunes 16 de julio lo encontraron en el barrio Las Américas en la ciudad de Hernandarias, al Este de la capital.

Hugo, sintió la presión. Pensó que su plan quedó al descu­bierto e inmediatamente asu­mió que era el asesino. Pocos minutos después, en lo que duró el viaje a la oficina de la fiscala, los agentes ya conta­ban con el nombre del cóm­plice: Luis Gilberto Morínigo, un hombre de 37 años. El reci­bió la orden de Hugo de ven­der lo más pronto que pudiera el vehículo de la víctima. Un Kia Río. La idea era cruzar el Puente de la Amistad y des­hacerse del automóvil a bajo costo en la ciudad de Foz de Yguazú. Pero las noticias interrumpieron la estrategia, las imágenes de Zeneida, la del auto desaparecido y otros detalles pusieron en alerta a los controladores de frontera. Estaban encajonados.

En la sede del departamento de Homicidios, Hugo con­fesó nuevamente que mató a la mujer. Sujetando su puño con firmeza y —en algunas ocasiones— mordiéndose los labios contaba por momentos su coartada.

El hombre mencionó que nunca tuvo una relación con Zeneida, pero ella lo buscaba en los momentos en que se sentía triste. Sin mucho sen­tido continuó relatando que el día del crimen, la mujer lo citó en un motel de la ciu­dad de San Lorenzo para abonarle un dinero que él le prestó, pero eso no ocurrió y eso lo descontroló. “En ese momento tomé una de la almohadas de la cama y la presioné contra su cara, no la dejaba respirar. Ella se sacu­día mucho. Me arañó inten­tando zafarse. Pero yo hun­día más y más mis manos en la almohada, hasta que dejó de moverse. En ese momento me di cuenta que murió.

Martes 17 de julio. Mediodía. Omar Vera cargó lo poco de ropa que tenía en un bolso y con su resolución de libe­ración comenzó a cruzar los diferentes portones hasta recuperar nuevamente su libertad. Estaba desvincu­lado del asesinato.

Los investigadores ahora centrarían su atención en probar lo mencionado por Hugo. Cuando comenzaron a repasar cada línea de su declaración, el joven pidió hablar con la fiscala nueva­mente.

GIRO DE TUERCA

Cuando creían que el caso estaba cerrado. Hugo se sentó nuevamente en la silla de madera, de frente a la fiscala y esta vez la miraría directa­mente a los ojos. “Doctora, yo no maté a esa mujer. Todo lo que dije fue porque un grupo de personas me presiona­ron y amenazaron para que diga eso, yo soy inocente”. Sus explicaciones y otro giro gravitante… esta vez fueron nueve horas de “confesar que no confesó”, al menos siendo honesto.

Con esta declaración de Hugo, la confusión se apo­deró de todos, pero existía una carta más que la Fis­calía debía jugar. Hugo dijo que él la mató con una almo­hada, pero el cuerpo presen­taba varios golpes, algo no cerraba. La fiscala Torales pidió una necropsia, necesi­taba una nueva inspección del cadáver.

Esta vez fue el forense Pablo Lemir. 21 de abril, 35 días des­pués.

Bueno doc, ¿qué pudiste encontrar? Consultó la fis­cala al médico, un hombre de estatura baja, algo calvo y de vasta experiencia en la medi­cina forense.

Lemir la miraba fijamente, y no sabía por dónde comen­zar. “doctora, seré directo. La inspección que se hizo en aquella oportunidad, por el terreno puede presentar algunas inconsistencias y fal­sos positivos. Con este nueva revisión pudimos determinar que la mujer fue asesinada por asfixia y no por trauma­tismo pusante en el cráneo. No había lesión cervical y los moretones son premor­tem, antes de la muerte. Estos son de aproximadamente 5,5 centímetros en el antebrazo derecho y el rostro, cerca de la nariz. También noté que los pulmones estaban daña­dos y esto es producto de la asfixia. Ah, y algo más… Entre las uñas de Zeneida encontré restos epiteliales, esto es pro­ducto de la defensa que ella ejerció, peleó con el asesino antes de morir”. Gracias doc, esto que me dijo es funda­mental para cerrar mi caso.

Torales comenzó a unir cabos mientras conducía nueva­mente hasta su oficina en la ciudad de Caacupé, eran 60 kilómetros. Tenía mucho para pensar…

DOS AÑOS DESPUÉS

¡Y este tribunal condena a 20 años de cárcel al señor, Hugo Ricardo Campuz­zano. Al encontrar suficien­tes elementos para vincu­larlo al asesinato de la señora Zeneida Núñez, y a dos años de prisión a Luis Alberto Morínigo por reducción al intentar vender el automó­vil de la víctima, notifíquese! El martillo golpeó la mesa y la familia respiró justicia.

Finalmente encontraron culpable al hombre que se había ganado la confianza del matrimonio y se obsesionó con Zeneida. Para la Fiscalía fue determinante encontrar la prueba forense en la nueva revisión del cuerpo y vincu­lar a la declaración de Hugo, que luego la negó. La piel bajo las uñas de la víctima sirvie­ron para involucrarlo con una prueba de ADN, y con ello el caso quedó cerrado.

Caacupé, un espacio para la fe y la reflexión, pero también para la crítica social

La festividad de Caacupé es una tradición ya arraigada en la vida del pueblo paraguayo, siendo propicia para la devoción y la conexión espiritual. Con el paso de los años, también ha logrado convertirse en un espacio para la crítica social a través de las homilías y reflexiones.

Por Robert Bourgoing (@robertb_py)

El monseñor Claudio Giménez, quien hasta hace unos años se desempeñaba como obispo de la Diócesis de Caacupé, será recordado siempre por sus contundentes homilías en la misa central del 8 de diciembre.

Ante una multitud de personas provenientes de distintos puntos del país, sumada a los millones de espectadores que seguían la transmisión en vivo a través de la televisión, aprovechaba los minutos de reflexión tras la lectura del Evangelio para dar un mensaje al pueblo paraguayo.

Conjugando el aspecto espiritual con una marcada arista social, Giménez se encargaba de exponer ante la feligresía y las autoridades -quienes, generalmente, acudían en primera fila para esta celebración litúrgica- una serie de consideraciones impregnadas de crítica.

Cada año, los ejes centrales de la homilía giraban en torno a los mismos temas, esto, debido a que, en su mayoría, eran parte de los requerimientos manifestados continuamente por la ciudadanía: inseguridad, falta de acceso a una salud gratuita y universal, corrupción, pobreza y desigualdad social, menosprecio a comunidades indígenas, narcotráfico, por citar solo algunos.

En una charla que habíamos tenido hace unos años en el Santuario de Tupârenda, el hoy obispo emérito me había comentado que los temas para la homilía de la fiesta de Caacupé eran fruto de “la escucha al pueblo”, como resultado de su permanente contacto con devotos que acudían a visitar a la Virgen o en sus recorridos por distintas comunidades de la diócesis.

Luego de asumir el cargo en su reemplazo, su sucesor, monseñor Ricardo Valenzuela, siguió esta misma línea discursiva al introducir los mismos aspectos en la ya tradicional reflexión del 8 de diciembre, aunque con una diferencia sustancial: separó la homilía central del que denomina como “carta al pueblo paraguayo”.

En la primera, Valenzuela opta por contemplar aspectos vinculados netamente a las lecturas y el Evangelio, dotando a su discurso de un toque más espiritual y reflexivo centrado en Cristo, su mensaje de amor y salvación y los temas relacionados con la festividad de la Inmaculada Concepción de María. En la segunda parte (dejada siempre para antes de la bendición final), expone todos los puntos relativos al contenido social, con duras críticas al gobierno y las autoridades, en casi todos los casos.

A lo largo del novenario, los obispos y sacerdotes invitados para celebrar las misas en la Basílica de Caacupé aprovechan el púlpito para hablar sobre Dios y, también, sobre las necesidades del pueblo, sobre sus inquietudes y preocupaciones, sobre aquello que necesita alguna solución urgente, o sobre exigencias que van dirigidas a los administradores del país.

Si bien la práctica de utilizar las homilías para una crítica social no es bien vista por algunos clérigos, hay quienes optan por utilizar estos espacios -aprovechando la masiva afluencia de personas- para dar mensajes claros y contundentes, sin descuidar la arista de la espiritualidad.

Por ello, se puede considerar a Caacupé como un espacio de fe y reflexión, pero también de una fuerte crítica social que, probablemente, seguirá manteniéndose con el paso de los años.

La “locura” de fin de año: cómo lidiar con los problemas de salud mental

Escenas típicas de fin de año son las peleas en el tránsito, discusiones en los comercios, disputas laborales y problemas en general que puedan presentarse en esta época. Ante eso, es importante mantener el cuidado de la salud mental, recurriendo a profesionales y sabiendo cómo lidiar con esas crisis.

Por Juan Riveros (@JuancitoRiveros)

El mes de diciembre en nuestro país, además del ambiente festivo por Navidad y Año Nuevo, también tiene su contraparte en la denominada “locura de fin de año”, donde las personas, al parecer tienen un “inusual apuro” en las calles y en las distintas actividades, ya sean laborales, familiares o de índole social.

Ese apuro lleva a hechos no muy agradables, como la violencia en las calles. Una de las primeras imágenes vistas al comienzo del mes fue una brutal golpiza de un hombre a otro, con un trasfondo pasional. El agresor no aceptaba la nueva relación de su expareja y no tuvo mejor idea que recurrir a los golpes. ¿El resultado?: denunciado y sometido a la justicia.

Ante este tipo de situaciones, que todavía van a darse de aquí al término del 2024, es importante reconocer los problemas de salud mental que están muy presentes en la sociedad y muy en especial en esta época del año.

“Es un periodo de mucha vulnerabilidad en cuanto a salud mental, ya que estamos llegando a fin de año, que es un momento de cerrar proyectos, llegar a plazos, hay mucha reflexión sobre las expectativas cumplidas e incumplidas. Esto hace en general que las personas estén más vulnerables”, comentó al respecto el doctor Aldo Castiglioni, director de Desarrollo de Salud Mental, en comunicación con Universo 970 AM y GEN de Nación Media.

El experto indicó que estas situaciones hacen que se den fácilmente desequilibrios que, en otro momento, no ocurrirían. “Desregularse significa que, ante una escalada emocional, uno actúa impulsado por esa emoción, como, por ejemplo, pelearse en el tráfico”, acotó.

Asimismo, dijo que caer en este tipo de hechos solo traen problemas a corto, mediano o largo plazo. Tal como ocurrió con el caso mencionado, donde el agresor, lejos de solucionar el conflicto, terminó agravando su situación.

El médico señaló la importancia de conocer conceptos de salud mental y autocuidado. “Algo bastante frecuente es que, cuando estamos haciendo cosas fuera del trabajo, igual nuestra mente se está preocupando por lo laboral y otras obligaciones. Hay que agendar los momentos para conectarnos también con las actividades importantes de la vida”, expuso.

Recomendó que, si uno se da cuenta de que le está costando lidiar con ciertas emociones o no está pudiendo cumplir con los compromisos, es importante buscar ayuda a un profesional de la salud mental. Sobre el punto, comentó que el Ministerio de Salud cuenta con un Directorio de Salud Mental, con un link disponible en la página web institucional con acceso a todos los lugares que ofrecen este servicio.

Añadió que es vital saber gestionar mejor ciertas situaciones de la vida y profundizar conocimiento de procesos mentales y psicológicos. “Entender cómo funciona la mente, aumenta la probabilidad de gestionar el día a día. Cuando la mente sabe que te vas a ocupar, deja de molestar”, insistió.

Tomar cerveza para que el bebé nazca rubio: mito con serios riesgos para la salud

Existe una creencia popular que asegura que consumir cerveza durante el embarazo hará que el bebé nazca rubio. Sin embargo, esta idea no tiene ningún sustento científico y representa un riesgo serio para la salud materna y fetal.

En Paraguay, como en muchas culturas, persisten creencias antiguas que se transmiten de generación en generación. Una de las más sorprendentes es el mito de que una embarazada debe consumir cerveza para que su bebé nazca rubio. Aunque puede parecer una idea inocente, es importante aclarar que no tiene ningún fundamento científico y puede provocar graves efectos en la salud materna y fetal.

Según el doctor Robert Núñez esta idea es solo un mito. El especialista señala que el consumo de cerveza no influye en la genética de un bebé ni en el color de su cabello, piel u ojos.

El testimonio del Dr. Rober Núñez

“De todas las cosas que he escuchado en las guardias, esta es una de las que más me ha sorprendido:’¡Tomo cervezas, doctor, para que mi hijo salga rubio!’

El doctor aclara con firmeza: beber cerveza o cualquier tipo de alcohol durante el embarazo no modificará las características genéticas de tu bebé. Ni el color de su piel ni el color de sus ojos ni el color de su cabello”.

Sin embargo, el Dr. Núñez advierte que el consumo de alcohol durante el embarazo puede tener consecuencias muy graves.

Riesgos del consumo de alcohol durante el embarazo

Según estudios médicos de alta relevancia, el consumo de alcohol en el embarazo puede dar lugar a múltiples complicaciones en el desarrollo del bebé. Entre los efectos más graves se encuentran:

-Síndrome Alcohólico Fetal (SAF): Esta condición afecta el desarrollo del bebé y puede causar retraso en el crecimiento, malformaciones faciales y dificultades en el desarrollo cerebral.

-Problemas neurológicos: Las investigaciones indican que el consumo de alcohol aumenta el riesgo de que el bebé presente problemas como déficit de atención, hiperactividad, dificultades en el aprendizaje y problemas emocionales.

-Mayor riesgo de aborto espontáneo, parto prematuro o bajo peso al nacer.

El consumo de cualquier cantidad de alcohol es un riesgo para el desarrollo saludable del bebé, lo que refuerza la recomendación médica de evitar por completo el consumo de alcohol durante el embarazo.

Según la prestigiosa revista médica Mayo Clinic, el consumo de alcohol durante la gestación es una de las principales causas prevenibles de discapacidades de desarrollo infantil, incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden tener consecuencias negativas, ya que no existe un nivel seguro de consumo durante el embarazo.

Por ello, la recomendación médica es evitar completamente el alcohol durante la gestación para proteger la salud materna y la del bebé.

¿Por qué algunos bebés nacen rubios?

El mito de que la cerveza puede hacer que un bebé nazca rubio es una creencia errónea, ya que el color del cabello está determinado por factores genéticos.

El color rubio es resultado de una combinación genética entre ambos padres, en donde intervienen varios genes específicos relacionados con la pigmentación.

Algunos factores que pueden determinar que un bebé nazca rubio incluyen:

-La presencia de alelos específicos heredados de los padres, es decir, versiones de una secuencia genética que se heredan de los progenitores. Cada persona hereda dos alelos de cada gen, uno del padre y otro de la madre.

-Antecedentes familiares en donde exista una predisposición genética para el color rubio.

-Mutaciones genéticas que afectan la producción de melanina, el pigmento responsable del color del cabello y los ojos.

Por lo tanto, el color del cabello de un bebé está determinado por genética y no por el consumo de ningún alimento o bebida durante el embarazo.

El Dr. Robert Núñez y otros expertos en salud recomiendan con énfasis: “cero alcohol durante el embarazo.” El bienestar del bebé depende en gran medida de los hábitos y elecciones de la madre durante la gestación. El consumo de alcohol, incluso en pequeñas cantidades, puede tener efectos irreversibles en el desarrollo fetal.

“¡No pongas en riesgo la vida de tu bebé por creencias sin evidencia! Si tienes dudas o estás embarazada, consulta siempre con un profesional de la salud para tomar las mejores decisiones para ti y tu bebé. Cuidar la salud es el primer paso para un futuro más seguro y lleno de posibilidades”, puntualizó el doctor.