La muerte lo esperaba en la oscura esquina

Eran seis jóvenes; la cerveza terminó, pero no era suficiente. Se les ocurrió dar un paseo y ver cómo pagarían por más alcohol. Mataron a un joven para obtener dinero del teléfono robado. Con eso continuaron tomando como si nada…

¡Señor pasá el semáforo en rojo, no me siento bien..! decía jadeando Emilio. Su respiración cada vez tenía frecuencias más cortas entre una y otra bocanada. El esfuerzo que imprimía para inhalar y exhalar era perceptible, pese al agitado tráfico de las 23 horas de un sábado. “Tranquilo mi hijo ya vamos a llegar”, le dijo aquel hombre que lo auxilió, con una voz que simulaba tranquilidad pero por dentro entendía que lo estaba perdiendo.

Sostenía el volante con firmeza e intentaba concentrarse mirando fijamente a través del parabrisas. La luz roja de freno le daban el alto en el paso semafórico, procuró maniobrar bruscamente abriéndose paso sobre la Avenida Juscelino Kubitschek en Asunción. La fila de automóviles le impedía abrirse paso en la intersección con la Avenida Mariscal López. Un par de bocinazos continuos y unos gritos de socorro abrió un pequeño hueco para la temerosa reacción con su vehículo.

SUMA URGENCIA

De ahí eran solo unos kilómetros para llegar -al entonces- Hospital de Emergencias Médicas. Lo que estaba viviendo era una verdadera urgencia. Ese joven de 18 años al que ayudó subiéndolo al asiento trasero se estaba desangrando en su coche.

Él vio como esa banda de ladrones lo atacó para robarle el celular, lo rodearon y, uno de ellos, con un cuchillo en mano enterró el puñal en su pecho. Tumbándolo en ese mismo instante sobre la Avenida Venezuela, muy cerca del Club Centenario.

Al fin cruzó la barrera de la entrada principal del hospital. Estacionó con prisa frente a la entrada de Urgencias y con voz imperante pidió a un camillero que lo ayude con un herido. ¡Rápido amigo, ayúdame, este muchacho esta perdiendo mucha sangre! El empleado tomó una camilla y se acercó al vehículo, entre ambos sostuvieron a Emilio y con fuerza subieron al chico a la plancha de acero.

Las ruedas de la cama comenzaron a girar. El camillero la empujaba dejando la puerta de urgencias cortando el aire en potente vaivén. ¡Uno, dos, tres! Gritó el médico de guardia, ordenando a los asistentes el paso de la víctima a una cama de cirugías. El diagnóstico no era alentador.

¡¿Cuál es la situación?! Fue la pregunta del cirujano, mientras acomodaba el látex del guante en sus manos. En una primera evaluación los intervinientes notaron una perforación profunda en el lado izquierdo del tórax, a lo que el médico respondió: ¡rápido canalizale dos vías 16 o 18, y pásale suero! ¡¿Qué tal esta su pa?! (presión arterial) -el enfermero le responde: 70/40 doctor, apenas se escucha… -El médico señala con el dedo indice la puerta de urgencias, e imperante exclama ¡qué alguien vea en banco de sangre necesitamos dos volúmenes!

El doctor hacía una evaluación en voz baja, esto debió dañar órganos y vasos sanguíneos y posible sangrado interno; concluyó con extremada experiencia en heridas de este tipo. Las noches de guardia le hicieron vivir de todo y entendía que el riesgo estaba presente de nuevo.

Emilio iba perdiendo el conocimiento a medida que el gas anestésico hacía efecto. El químico era distribuido en su todo su cuerpo, llevado presurosamente por el torrente sanguíneo, y languideciendo sus sentidos. Poco a poco sus ojos se iban cerrado y solo notaba una luz blanca e incandescente alumbrando fijamente en rostro. Un brillo de esos se colaba entre sus parpados que le iban pesando.

Fuera de la sala de intervenciones aquel hombre -de unos 50 años- se pasaba la mano en el rostro. Sacaba una mascara de preocupación, sintió que ese joven a quién ayudó podría ser su hijo. Mientras exploraba en su interior algo de esperanza, miraba atentamente el cartel de acrílico donde la administración del hospital especificaba las especialidades que se practicaban detrás de aquella blanca puerta magullada por los embates de las camillas. Intentaba distraerse con algo hasta que le den algún pronóstico.

Un agente de policía asignado para registrar la identidad de los pacientes que ingresan al recinto se acerco con paso lento, intentaba no ser invasivo al ver tanta impaciencia en aquel visitante. Cuando las distancias se acortaron con voz apacible se dirigió a él y dijo: Señor, disculpe, soy el oficial Amarilla. Mi trabajo es tomar nota de cada persona que ingresa a urgencias. ¿Conoce a ese muchacho?

No señor, no lo conozco. Apenas se su nombre y fue porque pudo contestarme cuando lo traía hasta aquí. Se que es de la zona de barrio Jara, ahí fue que ocurrió todo. ¿Y qué pasó en ese lugar, señor? Preguntó el policía…

LA MUERTE DOBLÓ LA ESQUINA

Sábado 29 de mayo de 2004. Emilio Aguirre salió de su casa ubicada en la calle América del barrio Jara. Le urgía comprar saldo para su línea móvil. Planeó asistir a una fiesta con sus amigos, aprovechando que era sábado y no le quedaba otro compromiso en la casa.

El plan quedó a medias. La idea era juntarse con su grupo en la casa de un compañero del colegio, y luego disfrutar de la noche.

Pero el crédito terminó y debía reponerlo para coordinar la hora del encuentro. El único lugar que quedaba era la gasolinera ubicada en la intersección de la Avenida Mariscal López y la Avenida Venezuela de su barrio.

Para ello, debía caminar una interminable cuadra muy oscura. Eso no lo atemorizó, ya lo había hecho más de una vez, pero era improbable que intuya a la muerte, aquella que la aguardaba al doblar la esquina.

El reloj de la gasolinera marcaba las 23.40. Una oscuridad colosal se imponía en la zona, las luces de la red de alumbrados era insuficiente. Penumbra que resultaba cómplice para un grupo de amigos que salieron en busca de algún infortunado.

Estaban descontrolados. El pasado les dio fogueo para delinquir. Necesitaban algo valioso para venderlo, continuar bebiendo alcohol y aplacar su sed criminal.

Desde barrio San Pablo hasta barrio Jara. Poco más de 9 kilómetros en un Jeep, viajaban Nazar, Johan, Jesús, Elvio y Eduardo. Todos jóvenes que no superaban los 19 años de edad.

Aún con el motor en marcha, uno de ellos gritó: ¡regalo, regalo!, fue el que llamaban “iraki”, Nazar Katrip. Sus ojos brillaban al aterrizarlos directamente en el teléfono celular que Emilio llevaba en la mano y lo miraba con suprema concentración, mientras ponía una pierna frente a la otra intentando acercarse a la estación de servicios. Nazar bajó de la camioneta y con el cuchillo en mano lo increpó: ¡dame tu teléfono chico!, lo dijo con tono amenazante.

Emilio se negó, se resistió con tenacidad provocando la reacción cobarde a la que se sumaron otros cómplices. Unos pocos minutos después -de la asimétrica batalla- terminó con la violenta estocada en el pecho.

LA ESPERANZA SE CORTÓ

¡…27, 28, 29, 30! compresiones torácicas, dos ventilaciones, gritaba el asistente en la sala de cirugía hacía de todo para revivirlo. El procedimiento de reanimación se repetía por segunda vez. La ausencia de pulso se anclaba en su cuerpo, no respiraba.

Las ondulaciones en el aparato respirador comenzaban a debilitarse y trazar una línea recta seguida por un pitido que nadie quería escuchar. Emilio Aguirre murió tres días después del ataque que sufrió en manos de la banda del “iraki”.

EL RASTRO DEL CHIP

Como parte de un trofeo días después del asesinato. Los criminales continuaban sus vidas como si nada haya pasado. La sociedad se despertó indignada de aquel entonces y en las calles rebotaba el grito de ¡basta ya! La indignación por la muerte de Emilio sacó de su confort a muchos indolentes.

Uno de los miembros de la organización cometió un error que marcaría su vida. Utilizó el chip del teléfono de Emilio y con ello activó el rastreo que la policía montó para dar con los autores. La acción permitió que finalmente dieran con la banda.

Los investigadores llegaron al barrio San Pablo, de la capital. Todo fue muy rápido para los agentes. Identificaron a un grupo que integraba una barra de fútbol. Los sospechosos tenían nombre y apellido: los hermanos: Jesús y Johan Sebastián Sánchez Agüero, Eduardo Osvaldo Salazar Argüello, Elvio Alfonso Acosta Bogado, Jorge Leonardo Acuña, conocido con el alias de “pinocho” -este último fue liberado al comprobarse que bajó del Jeep antes del asalto- y el líder de la banda: Nazar Katrip, el iraki.

EL ESTRADO

A mediados del 2006, dos años después. Un tribunal bajo el mazo de culpa directa sobre Nazar y Johan. La voz del juez irrumpía con la cifra de 25 años de cárcel para ambos. Eduardo Zalazar, el conductor de la camioneta, recibió 12 años de condena. A los ocho años logró salir de la penitenciaria tras una revisión de su medida. Los otros condenados fueron Elvio Acosta a cinco años y a cuatro años Jesús María Sánchez. El integrante de la banda que utilizó el celular de Emilio para comunicarse con su novia, llamada que permitió darle paz a la injusta muerte de Aguirre.

Tribunal confirma orden de extraer datos de 300 teléfonos del clan Rotela

Pese a la oposición de los “afectados”, un Tribunal resolvió ratificar la orden judicial mediante la cual se dispone la extracción de datos de más de 300 dispositivos incautados del poder del Clan Rotela durante el operativo Veneratio.

Delio Vera Navarro, Viviana Benítez y José Agustín Fernández integran el Tribunal de Apelación que ordena obtener información de los celulares y computadoras que manejaba el clan Rotela en Tacumbú.

La decisión ya se había adoptado en primera instancia, pero uno de los imputados había apelado esta decisión de Yoan Paul López, la cual, queda firme con lo contestado por el Tribunal.

Los datos serán extraídos de datos de 308 celulares, dos tablets,10 pendrives, dos notebooks y dos computadoras que les extrajeron a los miembros del clan, durante el desarrollo del operativo Veneratio.

El expediente bajará ahora al magistrado López, a fin de que el perito pueda realizar el extenso y minucioso trabajo.

Los miembros del grupo leal a Rotela están procesados por trasgresión a la ley de armas, asociación criminal y motín de internos.

El operativo Veneratio se realizó el 18 de diciembre pasado y permitió llegar hasta el mismísimo Armando Javier Rotela y a sus tentáculos. Todos fueron redistribuidos a otras penitenciarías. Esto determinó el debilitamiento del clan.


Intento de rapto en Hernandarias: incautan vehículo sospechoso y detienen al conductor

La Policía Nacional procedió a la detención de un hombre y la incautación de un vehículo con similares características a las del que estuvo involucrado en un intento de rapto en Hernandarias.

Durante la tarde del lunes se concretó la detención de una persona en el marco de la investigación por el intento de rapto de un niño de 10 años en Hernandarias.

Se trata de Héctor Raúl Cañete (37), domiciliado en el barrio Ciudad Nueva de Ciudad del Este, quien fue capturado durante una patrulla preventiva sobre la calle Fulgencio Yegros de dicha ciudad.

Nota relacionada: Nuevo intento de rapto a un menor en Hernandarias: el segundo en una semana

El hombre circulaba a bordo de un vehículo de la marca Toyota modelo Gaia tipo taxi, con chapa CBI 904, y fue divisado en la zona de la entrada del barrio San Francisco, menciona CDE Hot.

Las características de dicho automóvil coinciden con las del rodado que fue captado por cámaras de circuito cerrado en la zona donde se produjo el intento de rapto del menor.

Leé también: Niña de 11 años se salvó de ser raptada: logró arrojarse del vehículo en marcha

Al dialogar con los agentes policiales, el conductor manifestó no tener conocimiento sobre lo ocurrido, por lo que procedieron a trasladarlo junto con su vehículo hasta la Comisaría 27ª de Hernandarias.

El hecho fue comunicado al agente fiscal Adolfo Santander, quien dispuso la detención de Cañete y la incautación del automóvil.

Paraguayo en estado grave tras ser golpeado brutalmente en Foz

Los agentes policiales de Brasil presumen que los agresores del compatriota pensaron que ya estaba muerto tras abandonarlo al costado de la ruta. El mismo se encuentra internado en estado grave.

Un compatriota se encuentra internado luchando por su vida luego de haber sido víctima de una brutal golpiza por parte de desconocidos, quienes lo bajaron de un vehículo y lo abandonaron al costado de la carretera BR 277, Brasil. Aparentemente los agresores pensaron que ya estaba muerto.

Según los datos, agentes de la policía militar informaron que durante un patrullaje en inmediaciones de una concesionaria de vehículos, vieron un cuerpo tendido al costado de la ruta. Al verificar constataron que se trataba de un joven que presentaba signos de violencia, principalmente en el rostro y que todavía respiraba, por lo que pidieron apoyo de paramédicos.

La víctima de la brutal agresión fue identificada como Vidal Cristaldo Benegas (24), de nacionalidad paraguaya. Mientras era derivado al Hospital Municipal de Foz de Iguazú, sufrió un paro cardíaco, pero lograron reanimarlo. Hasta el momento permanece internado en estado grave.

Algunos pobladores del lugar donde fue encontrado Vidal, mencionaron a la policía que el joven fue bajado de un automóvil y arrojado al costado de la ruta por parte de algunos desconocidos, quienes aparentemente pensaron que ya estaba muerto.

La División de Homicidios de la Policía Civil investiga el caso.

Con información de Tribunal Foz