¿Una civilización desaparecida en lo profundo del Amambay? 

Entre 1975 y 1979 un grupo de militares y exmilitares paraguayos, y académicos venidos de la Argentina, incursionó en lo profundo del Amambay en busca de lo que, según la versión de un aventurero alemán, serían los vestigios de una antiquísima fortaleza vikinga. Esta es la historia de aquella desconocida serie de expediciones y de su peculiar líder, el controversial antropólogo francés, Jacques De Mahieu.

Gonzalo Cáceres – periodista 

La saga vikinga inspiró auténticos ríos de tinta. Desde Escandinavia a Bizancio, pasando por el Mar del Norte, el Mediterráneo, las islas británicas, Sicilia; Sur, Centro, Este y Oeste de Europa y la Rus de Kiev, entre otras tantas locaciones, aquel intrépido pueblo de guerreros y comerciantes se echó al mar con una determinación tal, que expandió su influencia de la mano de sus veloces drakkars. 

Pero no todo fue sangre, fuego y conquista, también descubrimiento y colonización. Los más antiguos registros hablan de nombres que llegaron a los puntos más recónditos del entonces mundo conocido… y a tierras nunca antes vistas. 

Gracias al sitio de L’Anse aux Meadows, en la isla de Terranova, (provincia canadiense de Terranova y Labrador), se sabe que los vikingos llegaron a América al menos 500 años antes que Cristóbal Colón y se especula que sería ‘Vinland’ (la tierra descrita en las fascinantes sagas de Eric el Rojo y la de los groenlandeses).   

Reconstrucción del sitio de L’Anse aux Meadows, en la isla de Terranova. Foto: Getty.

Resulta imposible saber si estos hábiles navegantes consideraron -o pudieron- seguir más al sur del continente americano, quizás recorrer las costas y buscar un lugar seguro donde pasar el invierno, o quizás instalarse, interactuar y mezclarse con la población local, ¿quién sabe?

Se cree que la ‘interacción’ entre los vikingos de L’Anse aux Meadows y los nativos de la zona no fue del todo amistosa (y por ello se abandonó el asentamiento).

En este sentido, hay catedráticos que se aventuran a trabajar esta última posibilidad y esbozar osadas teorías, tanto que rayan lo difícilmente probable, o lo ridículo. Uno de estos fue el cuestionado Jacques de Mahieu, férreo defensor de la presencia vikinga en la América precolombina.

JACQUES DE MAHIEU

Jacques De Mahieu nació a finales de octubre de 1915 en Marsella, Francia. Se sabe que, durante su juventud se relacionó con movimientos de extrema derecha y habría actuado como informante del Régimen de Vichy. Además, peleó contra los soviéticos al servicio de la Alemania nazi en la 33.ª División de Granaderos SS Voluntarios Charlemagne en las Waffen-SS. 

Jacques De Mahieu.

Como -presunto- colaborador de los nazis durante la ocupación, De Mahieu sabía de los riesgos de permanecer en Francia y huyó a la Argentina a poco de concretarse la derrota del Eje en la II Guerra Mundial. El francés echó raíces en suelo sudamericano. Ganó prestigio y se hizo de un lugar en los círculos de estudios antropológicos de Buenos Aires, escalando posiciones hasta llegar a los grandes salones universitarios, gozando de una importante reputación como graduado en filosofía y doctor en ciencias políticas y ciencias económicas.

Nuestro protagonista escribió al menos media docena de libros sobre las, repito una vez más, ¡presuntas! aventuras vikingas desde lo que hoy en día son los helados páramos del norte de Canadá hasta la actual frontera entre Brasil y Paraguay.

Para entender a De Mahieu y las razones que le alentaron a arriesgar su vida en la calurosa selva paraguaya, y enfrentarse a toda la comunidad convencional de científicos, primero, se debe de comprender la creencia que profesó.

IMPORTANCIA DE LA RAZA EN LA HISTORIA

De Mahieu mezcló ideas aristocráticas y nacionalistas y centró sus estudios antropológicos y sociológicos en la importancia de la raza en la historia y la cultura. Se vio influenciado por el racismo científico y concibió teorías ‘reforzadas’ con el esoterismo, al abrazar lo referente a la “raza aria”, la piedra angular de la mitología nazi.

Así también, siguió la teoría del “nordicismo”, que se relaciona con la de la “raza aria” porque los nazis consideraban que la “raza nórdica (vikingos y sus parientes)” era la rama más superior de la “raza aria” (Herrenvolk).

Convencido de las grandes aventuras que solo los miembros de la “raza aria” podían emprender, se empapó de la capacidad de los vikingos para alcanzar, explorar y conquistar tierras lejanas y buscó cualquier indicio por estos lares que le sirviera para destacar la “grandeza” de los “arios”. 

Trató de demostrarlo; en ello centró su tiempo, recursos y energías…

FRITZ BERGER

Poco se sabe del ingeniero alemán Fritz Berger. Cincuentón, obeso y dado al whisky, Berger recorrió Sudamérica sin establecerse en ninguna parte. Estuvo en Asunción durante la Guerra del Chaco y prestó “muy buenos y leales servicios” al Ejército Paraguayo, al mando de uno de los talleres donde se reacondicionaban las armas capturadas al Ejército boliviano. Tras la contienda emprendió la búsqueda de yacimientos petrolíferos en el Estado de Paraná, Brasil, sin mucho éxito.

Su exploración lo llevó hacia la frontera con el Paraguay, donde “hizo descubrimientos de otra naturaleza” como ser “el mayor complejo rúnico del mundo”, o de lo que creyó eran runas vikingas.

Berger pasó tiempo con los nativos, los más antiguos habitantes de la zona, y se obsesionó con las “runas” al verse seducido por las historias de inimaginables tesoros y vestigios de un pueblo desaparecido, olvidado, entre versiones que recogió de sus charlas con los ancianos aborígenes. 

Parque Nacional Cerro Corá. Foto: SENATUR.

“‘En aquel tiempo reinaba en la región un rey poderoso y sabio que se llamaba Ipir. Era blanco y llevaba una larga barba rubia. Con hombres de su raza y con guerreros nativos que le eran leales, vivían en una gran aldea situada en la cima de un cerro. Disponía de armas temibles y grandes riquezas en oro y plata. Un día, sin embargo, fue atacado por tribus salvajes y desapareció para siempre. Así me lo contó mi padre, quien lo había oído del suyo’”, con cuentos similares -anotó De Mahieu- Berger captó a un tal “mayor Samaniego”, quien de inmediato se interesó en las tradiciones orales.

El “mayor Samaniego” era por esos días el jefe del destacamento de la frontera. Como entusiasta de la etnografía se mostró “muy interesado” en las supuestas marcas de origen nórdico que el alemán le describió. Así, Berger, en 1941 “obtuvo del Ejército la creación de la Agrupación Geológica y Arqueológica (AGA), que le contrató y donde trabajó dura y eficazmente”.

El ingeniero y el “mayor Samaniego” recorrieron la región y constataron “inscripciones y dibujos” en las rocas “que no era posible atribuir a los indios” y otros “numerosos vestigios de una civilización desaparecida”.

Supuesta “rosa de los vientos” vikinga.

“Sus zapadores (del Ejército, al mando de Samaniego) desmontaron casi totalmente un cerro en cuya cima se hallaba una imponente muralla. Nadie, sin embargo, en el Paraguay dio mayor importancia a los resultados obtenidos”, escribió De Mahieu.

La AGA acabó disuelta en 1945 y Fritz Berger “desalentado y enfermo” se quedó en el Amambay hasta la guerra civil de 1947, cuando abandonó el Paraguay, para morir al año siguiente en Dourados, Brasil.

A decir de De Mahieu, Berger no paró de hablar del “tesoro del Rey Blanco” del Amambay, hasta el último de sus días, no sin sospechar que “los jesuitas ya lo habían encontrado antes”.

Por su lado, el “mayor Samaniego” utilizó el trabajo de Berger para continuar explorando, información que luego compartió con Jacques de Mahieu.

PRIMERA EXPEDICIÓN

Jacques De Mahieu había contactado a principios de 1975 con el “ex mayor Samaniego, ya entonces General de División y Ministro de Defensa Nacional del Paraguay” quien “no dudó en unirse al proyecto”.

Samaniego recibió a la comitiva encabezada por el francés en su despacho y “se dignó, en el curso de una larga audiencia a darnos indicaciones tan precisas como prudentes sobre los sitios arqueológicos descubiertos 30 y pico de años antes, e insistió en el papel desempeñado, en ese entonces, por Fritz Berger”.

De Mahieu aseguró el apoyo del ministro con un primer recabamiento de datos, hecho dos años antes, en 1973, por colaboradores suyos que “constataron en el Cerro Guazú un conjunto rúnico de 61 caracteres ya traducidos”.

Samaniego le reveló a De Mahieu los relatos que guardó de Fritz Berger y consideró desde el primer momento que, “Ipir no era nombre guaraní”, pues se esforzó en vincularlo con el futhark, la lengua nórdica. 

De Mahieu explica que, la primera expedición tuvo como principal objetivo “estudiar la zona y los accesos” y entender “la finalidad de la siguiente expedición estipulada”. El equipo ingresó a Cerro Corá de la mano del “teniente coronel Escobar”, que ya conocía de antemano los trabajos realizados por la extinta AGA, 30 años antes, y del “casi ciego sargento López”.

Futhark, la lengua nórdica.

“Gracias a ellos pudimos localizar el cerro del Murallón y el muro del Aquidabán-Nigui, que se hallaba en el interior del Parque Nacional”.

SEGUNDA EXPEDICIÓN

La segunda incursión a Cerro Corá se realizó entre junio y julio de 1976. En esta ocasión, el equipo se nutrió con la participación del profesor Herman Munk, “runólogo del Instituto de Ciencias del Hombre”, que De Mahieu dirigía en Buenos Aires. También se les sumó el ingeniero Hansgeorg Bottcher, de la misma casa de estudios.

El grupo identificó un presunto “muro” en uno de los cerros, a razón de tener “una base natural”, pero sus laderas eran de “características diversas que permiten diferenciarla en tres grupos”. Según De Mahieu, un geólogo “nos confirmó que un fenómeno de este género solo puede ser obra de la naturaleza si se trata de una roca dura sometida a la acción de glaciares”, lo que avivó la llama de la curiosidad.

“Ningún movimiento geológico podría haber quebrado la roca con rigor de geómetra, ni tallado aristas vivas, ni respetado el alineamiento de los bloques que hubiera producido”, concluyó.

Localizado el “muro”, De Mahieu marcó la zona. Estaba convencido, esa formación habría de ser parte de la antigua fortaleza de “Ipir, el Rey Blanco”, del que tanto Fritz Berger le habló al ministro Samaniego.

Sin más provisiones, pero con el entusiasmo de los primeros indicios, se levantó la segunda excepción, con la firme esperanza de volver y excavar el presunto sitio arqueológico. 

TERCERA EXPEDICIÓN

Para la tercera expedición De Mahieu invitó al profesor paraguayo Vicente Pistilli, matemático e ingeniero, y “director del Instituto Paraguayo de Ciencias del Hombre”, quien no ocultaba su fascinación por echar algo de luz sobre la historia precolombina del Paraguay. Juntos, y con la anuencia de sus acompañantes, lanzaron la siguiente hipótesis: “El ‘murallón’ constituía parte de un recinto fortificado cuyos tres otros flancos estaban construidos con estacas, procedimiento que no ignoraban los vikingos”. 

El grupo continuó la revisión a lo largo y ancho del cerro en cuestión, dando con cavernas, paredes y galerías repletas de dibujos y marcas que De Mahieu interpretó “inequívocamente” como de “autoría aria” a razón de supuestas representaciones del dios nórdico (Odín), y de una amalgama de personajes mitológicos. 

Vicente Pistilli. Foto: Portal Guaraní.

Los zapadores del Ejército Paraguayo, enviados por el ministro Samaniego, trabajaron incansablemente, revelando “indicios de un túmulo que contenía un verdadero palacio subterráneo” en el “Yvyty Perõ”, otro de los sitios que despertó gran curiosidad en la misión ya que se trataría de la tumba de “Ipir el Rey Blanco”, como Fritz Berger describió.

Supuesta entrada del túmulo descrito por De Mahieu.

Al término de la temporada, el equipo anotó “grandes descubrimientos” como, “un túnel” en la base del “cerro del Murallón”, mismo que Fritz Berger, más de 30 años antes, ya dijo haber localizado, y por el cual, De Mahieu mantuvo a los zapadores “trabajando el mayor tiempo posible”.

EL ‘TUPAO CUE’ DE TACUATÍ

La expedición dejó el bosque y llegó por último al pueblo de Tacuatí. Allí, tras una serie de movidas, De Mahieu y Pistilli obtuvieron la autorización para excavar la base de la iglesia, que habría sido levantada sobre, o con, las piedras y partes de un templo mucho más antiguo, de supuesta inspiración vikinga, al cual los locales se referían como el “Tupao Cue”.

Jacques De Mahieu inspecciona la excavación del muro en Tacuatí.

“Los cimientos se constituyen de piedra labrada, pues, se dejan notar los restos de gruesos pilares de madera, casi petrificada, algunos que llevamos de vuelta a Buenos Aires para estudiarlos. Los bloques, ajustados sin argamasa, están tallados con una precisión que supone el uso de herramientas de metal. Se ven pues, alineamientos de gruesos cantos rodados, uno de los cuales llevaba el signo que corresponde al gebo (g) rúnico. Según testimonios varios, la base hubiese sido mayor, de no ser por obra de los lugareños, que con el paso de los años han quitado las piedras para construir hornos para pan”.

De Mahieu escribió que estos indicios serían difícilmente refutables ya que “los jesuitas jamás se instalaron en Tacuatí” y los restos del “Tupao Cué” tampoco son atribuibles a los nativos “que no sabían trabajar la piedra”.

“El muro que desenterramos soportaba paredes hechas de troncos escuadrados, al estilo vikingo, lo que viene a explicar los gruesos pilares de madera que excavamos en el lado sur. Esta es una indicación sobre el origen ario del ‘Tupao Cue’”, indicó De Mahieu.

De Mahieu cerró su estadía en Paraguay con una última visita al ministro Samaniego, con el informe correspondiente, y volvió a la Argentina junto con todo su equipo. En los años siguientes, se dedicó a clasificar sus descubrimientos, divulgándolos a través del Instituto de Ciencias del Hombre de Buenos Aires. Algunas de las fotografías que se tomaron durante aquellos días fueron incluidas en el libro ‘El Rey Vikingo del Paraguay’ (editorial Hachette, 1979). 

El profesor Pistilli con las inscripciones de Cerro Corá. Foto: Portal Guaraní.

Y Pistilli continuó con los estudios de las supuestas runas. A través de las décadas siguientes viajó reiteradas veces a Cerro Corá, visitando los diferentes sitios una vez marcados, solo y/o en compañía de sus alumnos de la Universidad Nacional de Asunción. Llegó incluso a teorizar con que, los vikingos de Ipir se mezclaron con los nativos guayaquíes (achés), quienes en su “pasado reciente” habrían presentado características físicas distintas a las de otros grupos y etnias guaraníes y/o guaranizados (supuestamente, supo de achés silvícolas con mayor altura, barba y, alguno que otro, de piel blanca y/o pelo rizado, rubio); también dijo que la disposición de la aldea guaraní es calcada a los puestos de avanzada de los vikingos, además de indicar similitudes entre palabras del lenguaje nórdico y el guaraní rústicos y misteriosas concordancias entre las mitologías de una y otra cultura; pero ese es material para otra entrega.

 

Alerta sobre explosiva mezcla: un cóctel muy riesgoso para la salud

La mezcla de bebidas alcohólicas con energizantes, muy popular entre los jóvenes, puede ser muy peligrosa, ya que aumenta el riesgo de intoxicación, comportamientos arriesgados y efectos negativos en la salud.

La combinación de alcohol con energizantes se convirtió en una tendencia entre los jóvenes, debido en parte a la percepción de que los energizantes pueden contrarrestar los efectos sedantes del alcohol, lo que lleva a una sensación de estar más alerta y en control. Esto, reforzado por la publicidad y el marketing.

En la búsqueda de experiencias intensas y emocionantes, los jóvenes creen que este cóctel permite disfrutar de la fiesta por más tiempo sin experimentar la fatiga asociada al consumo de alcohol. Sin embargo, muchos desconocen los peligros que hay detrás de esta riesgosa práctica.

Los estimulantes de la cafeína en los energizantes pueden enmascarar los efectos sedantes del alcohol, lo que lleva a una falsa sensación de sobriedad. Esto puede resultar en un consumo excesivo de alcohol y un mayor riesgo de intoxicación. Además, la combinación de alcohol y cafeína puede aumentar el riesgo de comportamientos arriesgados o impulsivos.

La doctora Nilda Villalba, directora del Centro Nacional de Toxicología, reconoció que la combinación de bebidas alcohólicas con energizantes es una mezcla explosiva. Esto, a raíz de que las personas pierden la noción de los síntomas depresivos que el alcohol normalmente ocasiona en el organismo. Se trata de un “cóctel riesgoso para la salud”.

La experta resaltó que el alcohol es un depresor del sistema nervioso central y las bebidas energizantes, por el contrario, son estimulantes. Por ello es que, las bebidas energizantes enmascaran los síntomas depresores del alcohol y hacen que las personas consuman de una manera engañosa.

Dentro de los componentes que poseen los energizantes sobresalen la cafeína, vitaminas, guaraná y son varias sustancias que se van mezclando para brindar esa característica particular de dar energía al organismo, según detalló a la radio 650 AM.

“Debemos estar preparados para afrontar las complicaciones que pueden darse por esa mezcla. Se desaconseja el consumo de estos productos en personas que están con problemas cardíacos, que sufren de hipertensión, las embarazadas, los diabéticos y los menores de 16 años. Los adolescentes están en una etapa de reconocimiento de los límites que tienen, entonces esos límites fácilmente se van de un extremo a otro, es por eso que desaconsejamos el consumo de esta mezcla”, subrayó.

Por su parte, el médico pediatra Robert Núñez había mencionado que los energizantes son la segunda sustancia más consumida por la franja etaria de entre 13 y 17 años, después del alcohol. Mayormente, los adolescentes consumen por curiosidad, y tres de cada cuatro menores de edad hacen la peligrosa mezcla de ambas sustancias.

Si bien es importante resaltar que esta mezcla no está prohibida (consumo del alcohol solo en mayores de edad), se deben conocer cuáles son los efectos nocivos de la misma en el organismo, de modo a evitar alguna complicación y desgracia que lamentar.

Estrella Roja: el socialismo marciano de Bogdánov

Podemos decir que Aleksándr Bogdánov fue un adelantado a su tiempo. En 1908 publicó Estrella Roja, una entretenida novela de ciencia ficción de inspirada naturaleza marxista, con la que se adelantó casi una década a las traumáticas revoluciones de febrero y octubre de 1917; que desembocaron en la llegada del Partido Bolchevique al poder en Rusia, el fin de 300 años de gobierno de los Románov y el posterior nacimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Por Gonzalo Cáceres-periodista

Alexander Alexandrovich Bogdánov (1873-1928) fue un revolucionario comunista bielorruso de múltiples talentos: escritor, médico, economista, científico y filósofo, también se formó en psiquiatría. Fundador del Partido Bolchevique, y de influencia significativa en el desarrollo de la teoría marxista en Rusia, ostentó una reconocida militancia política y el estrecho contacto que tuvo con Vladimir Lenin, al tiempo de evidenciar su relación con los más radicales movimientos obreros.

Pese a sus grandes aportes filosóficos, científicos y a las letras, Bogdánov no tuvo la misma repercusión en Occidente que la que sí vieron los monstruos de la literatura rusa como León Tolstói y/o Fiódor Dostoyevski, a razón -principalmente- de las escasas traducciones de sus novelas y otros escritos.

Pero hablemos de Estrella Roja, su principal y más conocido trabajo.

MARCIANOS COMUNISTAS

Estrella Roja aborda una serie de cuestiones políticas que reflejan los debates de la convulsa época en que fue escrita. El libro abraza al socialismo como ideal utópico, la lucha de clases y la revolución como temas de fondo, y una crítica al capitalismo y al papel del individuo en la sociedad socialista.

Precursora de la ciencia-ficción soviética, Estrella Roja se erige como una suerte de ventana por dónde observar el idealismo de la entonces incipiente era de las revoluciones industriales en la lúgubre Rusia de los zares que, tras la eclosión de las revueltas incitadas por los soviets, dio lugar a la redefinición de las clases sociales, lo que concibió una nueva relación con los medios de producción, la ciencia, la tecnología y la literatura.

El libro conjuga dos rasgos fundamentales y necesarios para la literatura de su época y de nuestros días: la imaginación y la utopía, porque además de fungir de testimonio político de su autor, también es considerada por los críticos como una de las primeras novelas sobre exploración espacial.

Bogdánov plasmó su visión de un futuro basado en la concepción de la igualdad social.

La trama se desarrolla en un futuro distante donde la humanidad pegó el salto tecnológico y emprendió la colonización de Marte. La historia sigue el viaje del ingeniero Leonid, quien llega al ‘planeta rojo’ y se sumerge en la sociedad marciana, que difiere significativamente de la que continúa en la Tierra.

La civilización humana en Marte alcanzó un estadio sin división de clases, donde todos sus miembros contribuyen según su capacidad, y reciben según necesiten; un sistema de características propias como ser, la economía planificada, el unipartidismo y la férrea dirección de las relaciones interplanetarias, lo que en la actualidad podemos interpretar como socialismo en la más exorbitante fase.

De forma intrínseca, Bogdánov reflexiona sobre la naturaleza de los humanos y el progreso social, y expone la forma -idealista- en que el socialismo puede transformar las relaciones y crear un mundo sin abusos de las clases dominantes, a priori más justo y equitativo, sin la odiosa brecha económica.

A través de Leonid, el lector atestigua una civilización humana harta de innovaciones con repercusión en el transporte, la generación y suministro de energía (ya trata, por ejemplo, la idea de sustituir los combustibles fósiles por fuentes renovables) y las comunicaciones, y con una medicina tan avanzada que las enfermedades graves son de extrema rareza y la longevidad moneda corriente, con novedosos procedimientos quirúrgicos y de diagnóstico.

Estrella Roja gozó de popularidad luego de plasmarse la Revolución Rusa y con la llegada de las generaciones soviéticas que vivieron los insistentes intentos de la URSS por desarrollarse como potencia mundial (la afamada carrera armamentista y espacial).

A Bogdánov se le reconoce explotar ideas hasta exageradas para su contexto, de ahí su importancia para la literatura universal. Estrella Roja permeó en menor o mayor medida en grandes novelas posteriores como Marte Rojo (1992) de Kim Stanley Robinson, Los Desposeídos (1974) de Ursula K. Le Guin, el Hombre de Marte (1946) de Stanislaw Lem y hasta hay quien asegura que el mismísimo Isaac Asimov se vio influenciado para la serie de la Fundación (1961-1993).

TRÁGICO FINAL

Después de la revolución, Bogdánov se centró en el trabajo en biología y medicina. En 1926 encabezó el primer instituto en el mundo de transfusión de sangre, lo que terminó en su trágico y evitable final.

Bogdánov falleció el 7 de abril de 1928 a raíz de una infección que contrajo tras un fallido experimento médico con transfusiones de sangre (dicen que recibió volúmenes de diferentes jóvenes en un intento de dar pie a su teoría del ‘colectivismo fisiológico’), lo que generó interés y debate a lo largo del tiempo (terminó como ejemplo en las grandes universidades).

Aunque su obra literaria y científica sigue siendo relevante, aquel experimento final y su resultado fatal marcaron su legado.

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Bolardos en San Lorenzo: protección para ciclistas, dolor de cabeza para automovilistas

San Lorenzo fue escenario de llamativos percances automovilísticos semanas atrás, específicamente en la avenida Victorio Curiel, donde los protagonistas no fueron precisamente los conductores, sino unos bloques de cemento conocidos como “bolardos”, colocados para dividir la bicisenda, pero ¿para qué realmente sirven?

Imprudencia, falta de atención y alta velocidad, los factores que, sobre esta avenida situada en Capilla del Monte causaron los reiterados accidentes donde los bolardos provocaron graves daños materiales.

Los bolardos se encuadran dentro del mobiliario urbano, y son los elementos que sirven para realizar delimitaciones de espacios, ya sean fijos o temporales. Muy útiles para limitar el acceso de vehículos y que los conductores sepan cuando se están aproximando a algo con lo cual, si colisionan, podrían generar accidentes.

Accidente con bolardos en Vittorio Curiel.Accidente con bolardos en Vittorio Curiel.

La Arq. Evelyn Madelaire de la Municipalidad de San Lorenzo explicó que estos delineadores tubulares, bolardos, fueron instalados en esa avenida para lograr una mayor seguridad vial, a fin de que los conductores puedan captar los obstáculos que tienen para circular, en este caso, una bicisenda.

“Los bolardos por definición son elementos que cumplen dos objetivos, en primer lugar, segregar, es decir, dividir lo que es el tránsito vehicular de la bicisenda. Y en segunda instancia, proteger, dar seguridad a los usuarios en mayor situación de vulnerabilidad, en este caso, el ciclista”, expresó durante una entrevista en el canal GEN/Nación Media.

Bolardos de cemento. Foto: Nación MediaBolardos de cemento. Foto: Nación Media

Vittorio Curiel es una avenida urbana que pasa por una zona residencial y una mixta, no es una autopista. La arquitecta indicó que, en ese trayecto, los vehículos circulaban a 80 km/h e incluso más, cuando deberían ir a 40km/h. Ante esto, se colocaron los bolardos.

Sin embargo, la alta velocidad todavía juega una mala pasada a los conductores que circulan por esa zona.

Apenas días después de que se colocaran estas barreras de cemento, dos automóviles atropellaron y destruyeron, no solo sus vehículos, sino también los bolardos hechos de hormigón. Uno circulaba a alta velocidad, el otro intentó adelantarse.

Cabe recordar que, la avenida Vittorio Curiel no es precisamente un trayecto en el que se pueda circular en doble fila, por lo que, insisten en respetar los límites de velocidad permitidos.

Sobre Vittorio Curiel no se puede circular en doble fila. Foto: Nación MediaSobre Vittorio Curiel no se puede circular en doble fila. Foto: Nación Media

¿Cumple o no cumple su función?, estamos viendo que sí cumple su función. Lamentablemente, para ciertos automovilistas, con perjuicio material. Cumple la función de proteger, nosotros no inventamos, no son precisamente necesarios para hacer funcionar una bicisenda, pero se usa”, finalizó Madelaire.

La Municipalidad de San Lorenzo está trabajando en un plan de educación y seguridad vial para que la ciudadanía pueda entender la funcionalidad de los bolardos. Así se buscará evitar que más conductores tengan que lamentar el perjuicio inmenso a sus rodados.