El último caso de pena de muerte en Paraguay: Gastón Gadín el parricida de Villa Morra
La pena de muerte ya no existe en las leyes del Paraguay, la misma fue abolida hace tiempo, pero la historia recuerda el caso de Gastón Gadín y Cipriano León, como la última vez que se aplicó la pena capital en estas tierras. Hace 104 años ambos fueron fusilados ante la mirada de todo el pueblo el sábado 1 de diciembre de 1917.
Hijo de adinerados extranjeros Gastón en 1915 decidió que los problemas con sus padres no tenían otra salida más que la muerte de ellos. Pero, cómo un joven de 15 años podría concebir en su mente hace más de un siglo atrás un crimen perfecto y no uno común, sino el de sus propios progenitores. Fue entonces que Gastón, se dejó llevar por su imaginación de cómo podría matar a sus padres y no ser descubierto, para ello buscó un cómplice.
Lorenzo Gadín y su esposa Emma Lacour, una pareja de franceses llegaron procedente de París a inicios de 1900 junto con su primogénito a la Argentina donde hicieron una gran fortuna montando una serie de negocios en esas tierras, pero luego buscaron nuevos horizontes. Paraguay les pareció un buen sitio para establecer como familia y en 1912 llegaron hasta Asunción, compraron una casa quinta ubicada en Villa Morra, más exactamente donde hoy funciona la Casa Cuna, sobre Mariscal López y Senador Long.
Ahí su hijo Gastón ya adolescente y se enamoró de Ana Meyeregger, sobrina de uno de los peones de sus padres. Por un tiempo la pareja mantuvo en secreto el idilio, pero los rumores llegaron hasta los oídos de don Lorenzo, quien muy molesto enfrentó a su hijo y le prohibió seguir adelante con la relación. Fue entonces que todo comenzó a complicarse en la familia.
La rabia contenida de parte del joven Gastón iba a explotar de una u otra manera, ya que no podía cortarjar más a su enamorada. El muchacho comenzó a alimentar rabia contra sus padres, atormentado por sus demonios internos, un día Gastón le contó a Cipriano León que ya no sabía cómo sobrellevar la pena del amor prohibido. Explicó que trató por todos los medios de hacer entrar en razón a sus padres, pero que no había marcha atrás.
Por esa razón le dijo a Cipriano que armó un plan para matar a sus padres, pero que iba a hacer pasar el hecho como un accidente, sin embargo iba a necesitar de su ayuda, para que todo salga según el libreto mental que ya tenía. Si bien el cómplice estaba interesado en ayudar a su amigo, tenía cierto miedo, fue entonces que Gastón metió en medio el tema del dinero. Según Gadín, al morir sus padres toda la fortuna familiar le iba a quedar a él como único hijo y familiar. Parte de ese dinero lo iba a compartir con Cipriano. Con esta última promesa el cómplice se acopló al macabro plan.
El parricidio
El 27 de julio de 1915 fue la fecha elegida por Gastón, para materializar el doble asesinato. Esperó las últimas horas de la noche cuando Lorenzo ya estaba relajado en la habitación junto a su esposa Emma, preparándose para dormir. En eso irrumpió Gastón a la pieza armado con un hacha y atacó por la espalda a su madre primero a quien le asestó un golpe en la cabeza que le produjo la muerte instantánea, sin perder tiempo se abalanzó sobre su padre a quien le dio varios golpes con el hacha, sin darle espacio a poder defenderse.
La rabia contenida por Gastón se desbordó y ya con sus padres muertos igual les siguió asestando hachazos, hasta que ingresó en la escena Cipriano quien tenía el combustible con el que iban a quemar los cuerpos y la casa, para parecer que la pareja de franceses murió en un incendio. Así lo hicieron y en un momento Gastón, salió corriendo a pedir ayuda para lograr apagar el fuego que para entonces era incontenible.
Cuando todo quedó en cenizas las autoridades de la época pudieron encontrar entre las pocas cosas que no se quemaron los cuerpo de Lorenzo y Emma y para desgracia de Gastón, el fuego no calcinó los huesos de sus padres y en la cabeza y extremidades quedaron marcados los rastros de los hachazos, por lo que la policía pudo comprobar que a la pareja Gadín la mataron y luego quemaron la casa, esto fue lo que publicaron los diarios de la época, si bien lo ocurrido parece haber salido de un libro de historias de terror , fue la realidad que una vez más supera a la ficción.
Un cúmulo de pruebas que la policía recogió hizo que todo apuntara a que Gastón fue el autor del hecho. El crimen perfecto nunca existió más allá de la menta del joven Gadín, quien pronto junto a su cómplice fueron descubiertos, detenidos y encarcelados para ser sometidos a un proceso judicial por doble asesinato.
Menor de edad
Las pruebas que los investigadores fueron encontrando en torno al doble asesinato apuntaban a que los dos procesados eran los culpables. Ya se hablaba de una sentencia con pena capital, por eso los abogados de Gastón Gadín, basaron su defensa en dos puntos, el primero y más fuerte de todo es que el acusado era menor de edad y el segundo que era un extranjero, por lo que no podía ser condenado a muerte. Las autoridades de la época deliberaron por dos largos años sobre el caso. Cipriano León, ya fue encontrado culpable del hecho y condenado a muerte. Sin embargo, sobre Gastón se esperaba saber el veredicto debido a su condición de menor, pero nunca se pudo comprobar si efectivamente era menor o no.
En 1917 Gastón Gadín también fue encontrado culpable de parricidio y se dispuso que sea ejecutado junto a su cómplice. El sábado 1 de diciembre se cumplió con la sentencia.
El sitio del fusilamiento fue el patio de la cárcel pública que estaba ubicada en lo que hoy es el Colegio de la Providencia y parte de la Universidad Católica en Asunción. El cumplimiento de la pena fue más un show moroso ya que toda la población pudo ser testigo del hecho y tras ver el cuerpo de los fallecidos sin vida en el suelo, se retiraron satisfechos.
A las 8:00 un pelotón de fusilamiento ejecutó a Gastón Gadín ya Cipriano León. Muerto el perro se acabó la rabia, parecía ser el caso, pero no. Como todo en la historia de este suceso habrían más cosas que traerían controversia.
Como era sabido la familia Gadín era muy adinerada, por eso cuando Lorenzo y su esposa Emma, fallecieron fueron sepultados en el cementerio de la Recoleta en un panteón donde hasta hoy están, pero cuando quisieron poner a Gastón con sus padres en el mismo sitio, la iglesia se opuso a que un parricida ocupe un lugar en el Camposanto.
Entonces se dio una nueva polémica, dónde sepultar a Gastón. Finalmente se llevó el cuerpo del joven al cementerio del Mangrullo, un lugar que se encontró en las afueras de Asunción, más específicamente en el predio que hoy ocupa el parque Carlos Antonio López.
La entrada del lugar estaba en la zona norte que seria la que da al palacio de Justicia ahí estaba una pequeña capilla, pero los dos fusilados no entraron por ese sector, a ellos los ingresaron por el portón sur que estaba hacía lo que es el actualmente el predio del Canal 9. Ese acceso estaba destinado para los muertos en pecado, o sea los que se suicidaron, los amancebados y homicidas.
Tal vez la ejecución de Gastón Gadín no se habría dado si se demostraba que era menor de edad, pero su defensa no pudo conseguir las pruebas necesarias, tampoco fue culpa del o de los abogados, ya que esa prueba que pudo salvar la vida del joven parricida hace más de un siglo, recién se pudo conseguir el 12 de mayo de 2008 gracias a que la Cancillería de Paraguay obtuvo el certificado de nacimiento original del ciudadano francés Edmundo Nicolás Gastón Gadín Lacour.
El registro Civil de Ville de Puteaux, París Francia, envío el documento que demostraba que Gastón tenía solo 15 años cuando mató a sus padres y por esa razón según las leyes vigentes en ese entonces en el Paraguay, no podía ser ejecutado, pero la presión de la época de parte de las autoridades y la misma sociedad obligaba a que la justicia sentencia a la pena capital a los dos jóvenes.
Gastón Gadín, el parricida de Villa Morra y su cómplice Cipriano León, fueron las dos últimas personas sentenciadas a muertes en el Paraguay hace 104 años.
Entre esperanzas, desafíos y un legado por seguir: lo que le depara a León XIV
La reciente elección del cardenal norteamericano Robert Prevost como el papa León XIV representa una nueva oportunidad para la Iglesia Católica, en el afán de seguir con las reformas impulsadas por el fallecido papa Francisco y, además, superar aquellos desafíos que aún hoy siguen siendo delicados para cualquier pontífice.
Por Robert Bourgoing (@robertb_py)
El humo blanco visto esta semana en la chimenea del Vaticano marcó el inicio de una nueva era para la iglesia fundada por Jesucristo: la elección de otro papa (el número 267, para ser exactos).
León XIV, el nombre elegido por el agustino Robert Prevost para asumir su pontificado, desde ahora en más tendrá la complicada tarea de marcar la hoja de ruta de la Iglesia Católica para los próximos años.
Este sacerdote —estadounidense de nacimiento, y peruano por adopción— asume en reemplazo del fallecido Francisco, papa que dejó impregnada una singular marca pastoral más cercana a los desfavorecidos y marginados de la sociedad, postura que le valió cierto rechazo en algunos sectores más conservadores.
La pregunta que muchos se hicieron, incluso antes de la confirmación de Prevost como nuevo pontífice es, ¿seguirá la misma línea de Bergoglio o tomará un rumbo distinto, adoptando una posición alejada de lo que el papa argentino implantó en los últimos años?
Sin duda alguna, León XIV deberá afrontar grandes desafíos a partir de este momento, iniciando por el seno de la misma Iglesia y, más específicamente, con quienes hasta hace unas horas compartía la mesa en el cónclave. Es bien sabida la diferencia de criterios que tuvo el papa Francisco con algunos cardenales del ala conservadora, entre ellos Raymond Burke (compatriota de Prevost), el guineano Robert Sarah o el alemán Gerhard Ludwig Müller.
Una vez superadas estas discrepancias internas (que podrían lograrse o no, conforme a la apertura que exista entre ambas partes), el nuevo papa también deberá tomar una decisión —si es que aún no lo hizo— respecto al rumbo que tomará su pontificado en cuanto al trabajo de la Iglesia en el mundo.
Para muchos expertos y entendidos en el ámbito eclesiástico, su nombre es un anticipo de lo que podría verse en el papado de León XIV. Su predecesor directo en la nomenclatura, León XIII, tuvo una gran relevancia en la historia al ser quien dio los primeros pasos para elaborar la llamada “Doctrina Social de la Iglesia”.
A través de su encíclica Rerum Novarum (1891), el papa León XIII expresó su interés por aspectos esenciales como la defensa de los trabajadores, el derecho a la propiedad privada, la importancia de la familia y la religión en la sociedad, así como aquellos ideales de justicia social.
Teniendo en cuenta esta elección por parte de Prevost, es de suponer que su papado trazará una línea en concordancia con la de su antecesor Francisco, caracterizada por la cercanía a los pobres y necesitados, así como para diversos colectivos o conglomerados sociales que requieren de una atención por parte de las autoridades de cada nación.
Independientemente a las posiciones ideológicas o políticas, otra prueba que tendrá León XIV durante los próximos años guarda relación con las personas divorciadas y los homosexuales, que también buscan un espacio y, sobre todo, una oportunidad de acercamiento a Dios a través de la Iglesia Católica, que siempre mantuvo una posición distante sobre estos temas.
No quedará exento a los múltiples debates en el seno católico el tema de la pederastía y los abusos sexuales cometidos por sacerdotes, vidrioso asunto que hasta hoy sigue generando controversia y críticas contra la Iglesia y sus principales responsables, incluyendo al Papa de turno. Muchos consideran que este fue uno de los motivos por los que Benedicto XVI tomó la drástica decisión de dimitir, sumado a su avanzada edad.
Asimismo, la cuestión del celibato sacerdotal eventualmente será puesta una vez más en el tapete, al igual que en los tiempos de pontífice argentino, tanto por el dilema mencionado en el párrafo anterior como también por la posición existente en algunas esferas de permitir a los presbíteros contraer matrimonio, tal y como ocurría hasta antes del siglo XI.
El ecumenismo con otras confesiones cristianas, al igual que el acercamiento amistoso a otras religiones mayoritarias, podría ser otro aspecto que representará un desafío para Prevost, más aún en la época actual caracterizada por la secularización y, en paralelo, el cada vez mayor auge de las sectas protestantes en el mundo.
Los antecedentes permitir conjeturar que Latinoamérica será un punto focal durante el papado de León XIV, recordando su cercanía con esta región donde vivió gran parte de su vida sacerdotal, asentándose en Perú durante más de una década en la que ocupó diversos cargos. No en vano su primer discurso incluyó un saludo en español a lo que él llamó como “su querida diócesis de Chiclayo”.
Una frase que algunos católicos usamos con cierta frecuencia es “La Iglesia es santa y pecadora”: santa, porque Jesús es el centro de todo; y pecadora, porque los que la conformamos somos seres humanos propensos al pecado. Bajo esta premisa, León XIV tendrá la ardua tarea de convertir a la Iglesia Católica en una institución cada vez más santa y menos pecadora, velando por acercar a Dios a todos los pueblos sin distinción alguna y, como lo dijo en su discurso inicial frente a los miles de peregrinos que lo esperaban ansiosos en la plaza de San Pedro, “construir puentes”.
La historia del “Cañón Cristiano” paraguayo: el ‘trofeo de guerra’ que duerme en Brasil
La Guerra de la Triple Alianza todavía tiene sus vestigios, en algunos casos muy presentes. En el museo de Río de Janeiro “duerme” uno de los emblemas paraguayos de aquella contienda. Se trata del famoso “cañón cristiano”.
Por Juan Riveros (@JuancitoRiveros)
Construido en Ybycuí con toneladas de bronce, proveniente incluso de algunas campanas de iglesias paraguayas, el “cañón cristiano” representó un símbolo de fortaleza para Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza.
Al respecto, el historiador Fabián Chamorro, en reiteradas entrevistas y textos publicados, recordó que el 25 de marzo 1867, la ciudadanía asuncena recibió con vítores al Cañón Cristiano. Asimismo, indicó que la imponente arma poseía “980 arrobas de peso [11.000 kilogramos] y 150 de calibre”.
El pueblo, esperanzado en su poder de fuego, lo arrastró “a pulso”, comentó el historiador. “Las campanas hicieron vibrar su majestuoso sonido en medio de la algazara de los ingenieros y operarios que salieron a darle la bienvenida”, refiere parte de su relato.
Una de las fechas importantes relacionadas al cañón cristiano es el 22 de septiembre de 1866, específicamente en la batalla de Curupayty, donde los historiadores señalan que fue utilizado con gran éxito para repeler el avance de las tropas enemigas.
Cabe mencionar que dicha batalla fue la única en la que Paraguay salió victorioso en la Guerra contra la Triple Alianza, donde, a pesar de la inferioridad numérica de las tropas, una gran estrategia sirvió para hacer frente a los ejércitos brasileños, argentinos y uruguayos en el departamento de Ñeembucú.
Sin embargo, en 1868 el cañón fue tomado como “trofeo de guerra” por parte de las tropas brasileñas, que, al término de la contienda, lo llevaron hasta su país. Desde ese entonces, “El Cañón Cristiano” se encuentra reposando en el Museo de Río de Janeiro.
A criterio del historiador Chamorro, fueron pocos los esfuerzos de los sucesivos gobiernos en tratar de recuperar este elemento tan importante para nuestra historia. Por parte de Brasil, se realizaron promesas vanas de devolución, pero nada que pueda representar una verdadera intención de hacer “justicia” hacia nuestro país.
Una de las últimas posturas al respecto del Cañón Cristiano, fue la emitida por el actual presidente del Congreso Nacional, Basilio “Bachi” Núñez, quien pidió en una de sus alocuciones la devolución en medio del debate de las acusaciones de racismo por parte del club Palmeiras hacia el club Cerro Porteño.
En manos de Brasil todavía se encuentran otros elementos que pertenecen al Paraguay de aquella época de guerra. En contrapartida, Argentina sí devolvió a nuestro país todas aquellas reliquias. Fue durante el gobierno del presidente Juan Domingo Perón y el de Alfredo Stroessner por Paraguay.
Sobre el “saqueo” a Paraguay por las tropas aliadas, el historiador Jorge Rubiani calificó como una “Guerra de rapiña” y que incluso estaba estipulado en el tratado firmado por los tres países. “Lo que más me duele es que ningún gobierno insistió por lo menos en un pedido de disculpas por todo lo llevado”, lamentó.
La periodista que hizo historia en el Vaticano: Paloma, la elegida de Francisco
Primera mujer en ser viceportavoz de la Oficina de Prensa del Vaticano, la periodista española Paloma García Ovejero recuerda con emoción su servicio al papa Francisco, su amor por Paraguay y la fe profunda que marcó aquellos años únicos.
“Todavía no sé cómo sucedió”, confiesa Paloma García Ovejero al recordar sus días en Roma. Porque, en ese entonces, ella era (sigue siendo) una periodista —una más entre tantos corresponsales— y fue elegida para hacer historia: ser la primera mujer en ocupar el cargo de viceportavoz de la Oficina de Prensa del Vaticano, junto a Francisco.
En una emotiva entrevista con el programa Residentas, del canal GEN, García Ovejero abrió su corazón para contar cómo fue vivir de cerca la fe y la humanidad de un Sumo Pontífice que rompió moldes, que creyó en ella cuando ni ella misma se imaginaba lo que iba a depararle su destino profesional.
Un llamado inesperado
Paloma no buscaba más que contar las noticias de Roma para su audiencia en España. Pero un día, su teléfono sonó: “El papa quiere pedirte algo”. Sin saber qué era, dijo que sí. Luego se enteró: sería su voz ante el mundo, junto a un colega de la televisión norteamericana. Dos portavoces, hombre y mujer, reflejando el deseo del papa de una Iglesia más inclusiva.
“Desde ese momento, fue una montaña rusa: apasionante, dificilísima, agotadora y, al mismo tiempo, feliz”, recuerda. “Di todo lo que tenía: mi piel, mi tiempo, mi vida personal. No me arrepiento ni un segundo”.
El Paraguay en el corazón del papa... y en el suyo
La periodista recuerda también la relación del papa Francisco con Paraguay. “Él tenía un modelo de mujer al que había que mirar: la mujer paraguaya”, destaca, evocando la emoción del Pontífice en su visita a la Virgen de Caacupé y en los encuentros con los pobladores del Bañado Norte en 2015.
Entre sonrisas, contó cómo al encontrarse con paraguayos, el papa no podía evitar hablar de la chipa. “Le gustaba de verdad, no era solo por cortesía”, revela. “Y yo también comí mucha chipa gracias a eso”, añade entre risas.
Más allá de los gestos simpáticos, García Ovejero destaca cómo era Francisco: un hombre profundamente libre, capaz de reírse de sí mismo, y de encontrar un punto de encuentro con figuras como Donald Trump, con Vladimir Putin o con una sencilla madre de familia.
“El papa jamás miró a nadie desde arriba hacia abajo, si acaso desde abajo hacia arriba. No estoy hablando de un angelito. No estoy hablando para nada de un hombre blando, pero sí de un hombre valiente y libre que nunca dudó en pedir perdón o en rectificar y cambiar de parecer si descubría que se había equivocado. El secreto era su tiempo frente al Santísimo. No tomaba decisiones siguiendo estrategias políticas o consultando a asesores. Rezaba y preguntaba: ‘¿Qué quieres de mí, Señor?’”, relata. “Y actuaba con valentía, sin miedo ni siquiera a la muerte”, acota.
Cuando llegó el Domingo de Pascua, Paloma sintió que el papa sabía que era su despedida. “Dio las últimas gotas de su vida para esa bendición Urbi et Orbi. Ya estaba muy, muy, muy cerquita del cielo”.
Mujeres en el corazón de su misión
Desde su abuela Rosa hasta amigas como la monja Geneviève Jeanningros y la periodista Alicia Barrios, las mujeres siempre ocuparon un lugar especial en la vida de Francisco. “Le gustaban las mujeres, porque las consideraba auténticas, prácticas, las que saben organizar. Y quería tenerlas cerca, también en el Vaticano”, contó Paloma.
Ella misma, con su pasión, su fe y su entrega, fue parte de esa revolución silenciosa.
Una vida marcada por el servicio
Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, con estudios de posgrado en la UNED y la Universidad de Nueva York, Paloma forjó una sólida carrera en la radio antes de ser llamada al Vaticano.
Hoy, al mirar atrás, Paloma sonríe con la certeza de que, en esos años difíciles y hermosos, no hizo otra cosa que vivir su vocación: comunicar la alegría del Evangelio al mundo. “El gran honor de mi vida fue servir a la Iglesia y al papa Francisco”, dice.